Bolsa, mercados y cotizaciones
La necesidad de apoyar de verdad a la democracia árabe
- Los gobiernos occidentales han tardado en mostrar su desacuerdo con las dictaduras
El pueblo árabe sabe ahora que es capaz de forzar cambios o derribar gobiernos. Y esa revolución no es necesariamente alentada por los radicales islámicos. Es cierto que la inestabilidad política es un riesgo para toda la región, pues si bien puede llevar a reformas democráticas, al mismo tiempo es posible que, más que regímenes laicos y liberales, los votantes prefieran gobiernos de corte islamista. Pero también lo es que el islamismo radical no ha inspirado estas movilizaciones y que las manifestaciones de Túnez y El Cairo carecen de simbolismo religioso.
Sin una orientación ideológica clara y representando tanto a cristianos como a musulmanes, las protestas en Egipto fueron convocadas por líderes juveniles y rápidamente secundadas por grupos con mayor organización.
Las revueltas se han trasladado a otros países, insatisfechos por los longevos gobiernos autoritarios, la corrupción y la falta de oportunidades para la juventud -la mitad o más de la población son menores de 25 años-. Con el impacto de la última crisis económica internacional, el descontento ha explotado.
Lo que se reclama es libertad civil, trabajo y transparencia. Con las mismas modalidades esenciales, pese a las obvias particularidades de cada caso, las revueltas se extienden. Tras Túnez y Argelia, ahora aparentemente algo más serena, fue el turno de Egipto y enseguida el de Yemen y Jordania. También en nuestro vecino, Marruecos, se puede imponer el cambio de rumbo. Muchos de los ingredientes que han originado la revolución de los jazmines tunecina se encuentran desde hace ya tiempo allí.
Los gobiernos de Estados Unidos y de Europa han tardado en apoyar el fin de la dictadura. Como si los tunecinos o los egipcios debieran sufrir una dictadura permanente y fuesen incapaces de hacer la transición e inmaduros para la democracia.
Unión por el Mediterráneo
Hasta hoy, el presidente egipcio Hosni Mubarak todavía es el copresidente de la Unión por el Mediterráneo, organización cuya sede se encuentra en Barcelona, y hasta ahora ha sido tratado en Bruselas con todos los parabienes y mucha hipocresía.
Para Estados Unidos, la crisis en Egipto es una situación delicada. El temor a que la salida de Mubarak implique el ascenso al poder de grupos contrarios a sus intereses (como la Hermandad Musulmana) o incluso más radicales, genera preocupación. La crisis egipcia muestra una cierta evolución en la histórica estrategia de la Casa Blanca hacia los gobiernos autoritarios aliados. La política de apoyar a regímenes amigos, sin ahondar en sus irregulares situaciones internas, parece reemplazarse por la idea de estimular a estos gobiernos a aceptar los cambios prodemocráticos. Para el presidente Barack Obama, la democracia es el mayor factor estabilizador a largo plazo.
Egipto es un socio para Estados Unidos, que le destina 1.300 millones de dólares anuales en ayuda - especialmente militar - y que le sirve para garantizar la estabilidad regional y frenar el avance islámico. Fundamental para el proceso de paz palestino-israelí, ha mediado siempre en las negociaciones. Para Israel significa tener una frontera segura y pacífica en el Sinaí y un interlocutor en el mundo árabe. El Gobierno de Benjamín Netanyahu y el presidente Simón Peres, guiados por una comprensible inquietud a la vez que una interpretación equivocada, se han pronunciado a favor de Mubarak.
Con el ejército más poderoso de Oriente Próximo (tras Israel) y la Universidad más prestigiosa entre sus vecinos, Egipto ha sido origen de corrientes de renovación cultural y política en el mundo árabe. Es la razón por la que Obama pronunció su crucial discurso en 2008 a los musulmanes desde El Cairo.
Además la atención mundial se ha centrado en Egipto como garante del estratégico Canal de Suez. La incertidumbre política hace temblar a los mercados. Se dispara el miedo a severos y duraderos daños económicos si se extiende la crisis en esta volátil región rica en energía. El precio del petróleo Brent, medida de referencia en Europa, sobrepasó los 100 dólares de precio por primera vez desde el año 2008.
La crisis egipcia puede avivar el fantasma de los especuladores. Un incremento de los precios tendría consecuencias fatales para la inflación y el crecimiento globales y un efecto nefasto sobre la incipiente recuperación.
Los inversores en el mercado están sobrerreaccionando ante la crisis y los mercados se tranquilizarán - si la incógnita en Egipto se despeja. La presión exterior para que Mubarak deje el poder se intensifica.
Con Mohamed el Baradei, Egipto tiene un hombre respetado en el exterior, capaz de conducir una transición. Está abierto a esa posibilidad, pero la designación de un vicepresidente militar, Omar Suleimán - rechazada de inmediato por la oposición - sugiere que se ha querido ofrecer al ejército (verdadero garante hasta ahora del régimen) la posibilidad de "salvar la cara". Esto es algo muy importante en la mentalidad árabe y a ella obedece la voluntad de Mubarak de quedarse hasta las elecciones de septiembre.
Dimisión inmediata
El pueblo egipcio ya no se conforma con menos que la dimisión inmediata de Mubarak. Su caída moverá las piezas del tablero del norte de África y de Oriente Próximo. El Economist Intelligence Unit clasifica esta región como la "más represiva del mundo" y afirma que de 20 países, 16 pueden considerarse "autoritarios". La pesadilla norteamericana e israelí es que la nación árabe más poblada sea gobernada por un régimen islamista, más amistoso hacia grupos como Hamas y Hezbollah. Tal resultado dista de ser inevitable, pero se convierte en más probable si el anhelo popular por la defenestración inmediata del régimen de Mubarak no es correspondido.
La democracia ha de ser compatible con la libertad religiosa, la igualdad de la mujer y el respeto a las minorías. No olvidemos que si las al- ternativas al gobierno de Mubarak son escasas, es porque él hizo todo lo posible porque fuera así. Los Hermanos Musulmanes han aceptado en gran medida estas reglas. Es el grupo ahora más organizado en Egipto y representan a una porción conservadora - no mayoritaria - del electorado. No es probable en absoluto que ganen unas elecciones presidenciales libres.
La lección de lo ocurrido es que Estados Unidos - y también Europa - deberían anticipar y apoyar los movimientos democráticos mucho antes de que una crisis amenace con cambios traumáticos. Los esfuerzos egipcios, como en el resto de los países árabes, hasta ahora han sido tímidos e incoherentes. Un apoyo verdadero es lo que esperan nuestros socios árabes.