Bolsa, mercados y cotizaciones
Enrique Bañuelos: de 'Master del Universo' a "icono de la burbuja inmobiliaria"
Cuando Enrique Bañuelos franqueó la enorme fachada del Palacio de la Bolsa de Madrid el 24 de mayo de 2006 nunca pensó que ese lujoso edificio, increíble para cualquier visitante, se convertiría en su mayor pesadilla y le iba a arrebatar su bien más preciado: Astroc .
En tan sólo 365 días, este empresario valenciano ha sufrido en su propia carne la historia de la Hoguera de las Vanidades. Ha pasado de tener un hueco en el ranking de la lista Forbes -que recoge las personas más ricas del mundo- a perder el control de la compañía y la credibilidad del mercado.
Enrique Bañuelos llegó al parqué español como un auténtico desconocido.
Era un joven empresario de 40 años y origen humilde que había creado una inmobiliaria en el litoral levantino aprovechando la Ley Reguladora de Actividad Urbanística de Valencia, que permitía la figura del promotor de proyectos urbanísticos (conocido como agente urbanizador) sin necesidad de ser el dueño del suelo.
De Valencia al cielo
Bastaba con presentar un buen proyecto para determinados terrenos, normalmente rústicos, y que la comunidad le diese el visto bueno. Gracias a esta normativa amasó una importante fortuna en la última década y promovió más de 50.000 viviendas.
Sin embargo, tenía un problema: era totalmente anónimo fuera de Valencia. Para conseguir la fama debía dar un primer paso, sacar su empresa a bolsa.
Un camino que le permitió codearse con el mundo financiero, crear marca fuera de su comunidad y realizar plusvalías para ir más allá. Desde el primer momento obtuvo el apoyo de Sabadell y Caixa Galicia, que entraron en el capital de Astroc con un 5 por ciento.
Ascensión a la fama
El segundo movimiento hacia el ascenso fue aplicar todo su encanto y locuacidad para lograr que un gran círculo de empresarios le apoyase en su trayectoria internacional. Para ello, no dudó en sacar su billetera y organizar una gran paellada en plena Gran Manzana de Nueva York para 20.000 personas.
Contrató al cocinero Manuel Velarte, trajo más de 4.000 litros de agua valenciana para que esta comida no perdiera el encanto de la Albufera, organizó una serie de actuaciones folclóricas, y, como no, en casi todo Central Park se pudo escuchar el himno de su comunidad.
Todo un acto de ostentación que le sirvió de trampolín para abrir la nueva sede de la Fundación Astroc y prometer lo imposible: rozar el cielo neoyorquino con la construcción de cuatro rascacielos en la isla de Manhattan.
Con esta idea platónica, el empresario valenciano se convertiría en el hacedor del sueño de muchos españoles. Pero en eso quedó, en un sueño.
Recepción con George Bush
Bañuelos no sólo quiso codearse con la créme empresarial, sino que siempre buscó cualquier oportunidad para salir en la foto de lo más granado del mundo político y económico. Por eso, marcó en rojo el 6 de octubre de 2006 en su agenda, fecha de la recepción que el presidente de los Estados Unidos, George Bush, hacía en la Casa Blanca y a la que acudió como invitado de honor el Príncipe de Asturias.
En este caso Bañuelos acudió junto a líderes hispanos del mundo político, educativo y cultural, así como embajadores de países iberoamericanos, entre ellos el español Carlos Westendorp. También asistieron José Ignacio Sánchez Galán, de Iberdrola; Rafael Montes, de FCC; Alfonso Líbano, de Cobega-Coca-Cola; e Isaac Andic, de Mango.
Con toda esta labor de marketing consiguió que se uniesen a su proyecto empresarios con un prestigioso caché como la vicepresidenta de Abertis, Carmen Godia; el dueño de Inditex, Amancio Ortega; Luis Nozaleda, presidente de la inmobiliaria Nozar; y Félix Abánades, presidente de Rayet.
Enrique Bañuelos utilizó sus promesas futuras para conquistarlos. El imperio de Astroc no albergaba muchas joyas, pero su emperador valenciano tenía una estrategia para lograr los mejores tesoros al otro lado del Atlántico. Brasil, México y EEUU eran sus futuras conquistas, entre otros países, para lo que necesitaba realizar una ampliación de capital de 2.000 millones.
Exuberancia irracional
Mientras el imperio de Astroc también vivía en el parqué una exuberancia irracional similar a la que padecieron empresas puntocom a finales de los noventa -la inmobiliaria consiguió ganar en 2006 un 521 por ciento en el parqué-, su presidente seguía aumentando su patrimonio: adquirió el 5 por ciento de Sabadell y solicitó al Banco de España incrementarlo hasta el 10 por ciento; compró Landscape, la filial de Banco Sabadell por 993 millones, y se hizo con la inmobiliaria de Rayet por 400 millones.
Con toda esta nueva fortuna, Bañuelos celebró con entusiasmo su entrada en la lista Forbes, que recoge la lista de los hombres más ricos del mundo, con un patrimonio que rondaba los 7.700 millones de dólares, unos 5.725 millones de euros.
Era el mejor reconocimiento para un hombre que se había hecho a sí mismo y que empezó en el mundo empresarial con una compañía que fabricaba miel. En ese momento el precio de sus caprichos no importaba.
Qué mejor ejemplo que gastarse cerca de 10 millones para realizar una carta de navegación aérea, de manera que Valencia se convertía en el kilómetro cero para todas las rutas aéreas. Es decir, un mapa del cielo para usarlo con su jet privado.
Llega la explosión
Sin embargo, como en todas estas historias en las que el empresario crece con fuerza en muy poco tiempo, Bañuelos empezó a morir de éxito. Se olvidó de cuidar a las firmas de inversión explicándoles su planes de expansión, tampoco frenó la locura que vivían las acciones de su compañía que llegaron a tocar los 75 euros, lo que suponía una revalorización del 1.000 por ciento desde su estreno en mayo de 2006, e hipotecó sus propios títulos dentro de Astroc para financiar sus planes de crecimiento.
A esto se unió el problema que la compañía tuvo con la auditoría y que no fue claramente explicado en el parqué, un hecho que incrementó la desconfianza en este empresario. Todos estos problemas explotaron el 18 de abril, cuando la cotización de Astroc cayó un 43 por ciento en una sola jornada.
A partir de ahí todo empezó a verse de un color más oscuro. El alto endeudamiento al que se sometió la compañía pasó factura al promotor valenciano, cuya escasa liquidez le obligó a saldar compromisos con el resto de accionistas vendiendo parte de su cartera, como el 5 por ciento del capital de Sabadell por 600 millones.
Rebelión de los accionistas
Sin embargo, y por si fuera poco, el núcleo duro de accionistas que había creado en torno a él se rebeló después de que el valor sufriese el mayor descalabro desde su nacimiento y la mayor caída del Mercado Continuo en 2007. Impotencia es lo que sintieron su fieles seguidores Rayet, Nozar, la familia Godia y Amancio Ortega.
¿Dónde estaban esas promesas futuras y ese sueño dorado neoyorquino? Las ideas se esfumaron y los socios decidieron de forma unánime coger el mando de Astroc para reflotar ese imperio.
A partir de ahí, los amigos del empresario valenciano empezaban a esfumarse.
El compañero de clase de Bañuelos, Jon Palomero, consejero de Astroc, dejaba ese cargo para dar paso a Juan Antonio Alcaraz, un ex directivo del Sabadell. Una decisión que contó con el beneplácito de todos los socios.
La siguiente señal apareció también el pasado mayo, cuando Rayet decidió quedarse en el capital de la inmobiliaria para alcanzar el 10,1 por ciento.
Nozar también dió un paso al frente, ya que cerró la compra de más del 16 por ciento del capital de Bañuelos, con lo que alcanzará el 24,99 por ciento de la inmobiliaria.
¿Con los días contados?
Visto y no visto. Bañuelos pasó de gobernar su propia casa a que sus cuatro socios le quiten ese poder y tengan el mando de control.
Y finalmente, la desaparición: Astroc sigue trabajando a marchas forzadas para consolidar su nueva etapa y, a su vez, borrar las huellas de su pasado. Enrique Bañuelos finalmente ha presentado la dimisión.
El cambio de nombre del grupo, que pasará a llamarse Landscape, es lo que quedaba para cambiar de imagen, en especial en el extranjero donde la fama de la inmobiliaria valenciana deja mucho que desear.
Con el valor propulsado tras las noticia de su dimisión, Bañuelos deja un nuevo titular detrás de sí, después de haber provocado un buen reguero de ellos, y no precisamente elogiosos: "Icono de la burbuja inmobiliaria", le denominan.
Ya prácticamente desde la oscuridad, a buen seguro que las fuertes subidas del valor, de consolidarse, le reportarán una buena alegría: además de angel caído, es también accionista de Astroc, al conocerse que conservará una participación de en torno al 30% en la compañía.