Bolsa, mercados y cotizaciones

RSC.- Tribuna de Expertos: Antonio Argandoña, profesor del IESE y titular de la Cátedra de RSC de La Caixa



    "Eficiencia económica, ética y responsabilidad corporativa"

    MADRID, 27 (EUROPA PRESS)

    El interés por la responsabilidad social de las empresas aflora cíclicamente, en función de la evolución coyuntural de la economía y de los mercados financieros, de los conflictos sociales y de los cambios en las regulaciones. Pero no es una moda, sino una profunda necesidad. Es una responsabilidad verdadera, de contenido económico, legal social y moral amplio, que no se limita a las "obras buenas", al mecenazgo o a la filantropía.

    ¿Qué queremos decir, cuando afirmamos que una empresa es responsable del cuidado del medioambiente, del bienestar de sus trabajadores o de los derechos humanos? Que se trata de una responsabilidad moral: un deber, una obligación que mira al presente y al futuro.

    ¿Y qué añade el calificativo "social" a esa responsabilidad? El deber de dar cuenta a los interesados y a toda la sociedad de lo que la empresa hace o está dispuesta a hacer para cumplir con aquel deber ético. Por tanto, va más allá de lo legal: la empresa debe cumplir la ley, pero la responsabilidad social no puede limitarse a cumplir la ley o los códigos de buena conducta.

    La responsabilidad social es el resultado de identificar y asumir los deberes de la organización ante la sociedad, y dar cuenta de ellos ante los distintos grupos y comunidades con los que interacciona. La empresa define así su papel ante sí misma, es decir, ante las personas que la integran, y ante sus stakeholders o personas y grupos implicados: empleados, clientes, proveedores, comunidad local y sociedad en general.

    Uno de los problemas principales de la responsabilidad corporativa es establecer los contenidos de esa responsabilidad. Como la empresa es una institución económica, debe perseguir la eficiencia: la obtención de los mejores resultados a partir de unos recursos escasos. Una parte importante de los contenidos de la responsabilidad social debe ser, pues, económica, empezando por el deber de contribuir a la creación de valor, primero para sus propietarios, pero también para los demás miembros de la empresa y para la sociedad, incluyendo el deber de contribuir a la creación de valor social.

    La empresa es también un actor social, y sus responsabilidades se derivan de un papel en la sociedad que es económico, pero no sólo económico. La empresa es una comunidad humana, lo que define un conjunto de deberes para con sus propietarios, directivos y trabajadores. Y trabaja en la sociedad, lo que define otros deberes para con sus clientes y proveedores, la comunidad local y la sociedad en general. Cuando la teoría de la responsabilidad social afirma que la empresa debe comportarse como un buen ciudadano, lo que quiere decir es que tiene responsabilidades sociales que pueden no quedar suficientemente atendidas por el criterio de maximización del valor para los propietarios, y que deben ser tenidas en cuenta.

    En definitiva, el contenido de la responsabilidad social de la empresa debe ser, primero, la creación de valor social, que incluye el valor económico para sus propietarios, pero también, y de modo inseparable, su contribución al bienestar de toda la sociedad, atendiendo también a las motivaciones y necesidades, económicas o no, de sus miembros.

    ¿ANTE QUIÉN ES RESPONSABLE LA EMPRESA?

    Solemos decir que ante sus stakeholders o implicados, es decir, ante aquellos a los que afectan las acciones de la empresa, como empleados, clientes, proveedores o comunidad local. Pero conviene tener en cuenta que la responsabilidad social corporativa se define en términos de la responsabilidad de la empresa, no de las necesidades de los implicados: no es una teoría moral de cómo hacer feliz a la gente o, como sugieren algunos, una propuesta para la resolución de los problemas del mundo, trasladando a las empresas la responsabilidad que los gobiernos no pueden o no quieren asumir.

    Es nada más y nada menos que una propuesta acerca de cómo la empresa debe hacer frente a sus obligaciones para con las personas con las que tiene relaciones, en el mercado o fuera de él, y de naturaleza económica o no, o a las que sus acciones afectan.

    No estamos ante una propuesta sencilla de cómo se deben comportar las empresas, como pretenden algunos, que querrían reducir la responsabilidad social a un listado de prácticas que las empresas deben llevar a cabo y de métodos de trabajo que deben observar. La responsabilidad social forma parte de la manera de dirigir las empresas, y nadie ha dicho que dirigir sea fácil. Y, sin embargo, no puede ignorarse sin correr riesgos importantes para la continuidad y prosperidad de las empresas y para el bienestar de toda la sociedad.

    No garantiza que las empresas ganen más dinero, pero sí que tendrán resultados distintos, que su gestión será mejor, que su estilo de dirección será más imaginativo, más participativo y más integrado en su entorno. Y esto no es una utopía, porque lo están haciendo ya muchas empresas socialmente responsables en todo el mundo.

    Antonio Argandoña.

    Profesor Ordinario del IESE en el Departamento de Economía y titular de la Cátedra de RSC La Caixa