Bolsa, mercados y cotizaciones

¡No se deje llevar por la corriente! Las olas vendedoras llegan sin avisar



    Las bolsas siguen navegando en un entorno altamente propicio. La economía va bien, los beneficios crecen... Sin embargo, este favorable escenario contiene un germen de lo más peligroso: la escasa inestabilidad actual puede multiplicar los efectos de las posibles correcciones futuras.

    Las correcciones bursátiles, como los desastres naturales, nunca avisan. Nadie envía una carta o un correo electrónico anunciando con una certeza absoluta que las acciones van a empezar a bajar dentro de una semana o en la siguiente sesión. Así son los parqués, donde los riesgos siempre forman parte del juego. "Si la renta variable recibe ese nombre se debe a que es, precisamente, variable. Es decir, no hay nada seguro y los riesgos existen", confirma Jaime Hoyos, director de gestión de activos y patrimonios de Urquijo Gestión.

    El problema reside en que hay ocasiones en las que están tan camuflados que no se ven. Y cuando eso ocurre los peligros se multiplican. Más que nada, porque los inversores se vuelven tan optimistas que se olvidan de ellos, con lo que las consecuencias de la inesperada llegada de una ola vendedora pueden ser mayores.

    La brújula de la volatilidad

    Ahora todo apunta a que estamos en uno de esos momentos. La economía mundial mantiene su fuerte marcha; los beneficios empresariales siguen creciendo por encima de los dos dígitos; la liquidez -es decir, el dinero- continúa siendo tan abundante que alimenta de forma clave el proceso de fusiones y adquisiciones que tanto contribuye a las subidas bursátiles... El entorno, por lo tanto, es de lo más propicio. Pero esto supone un arma de doble filo. Sobre todo, porque los inversores se muestran tan confiados ante un escenario tan benigno que incurren en estrategias más arriesgadas.

    De hecho, los analistas ya aluden a estos síntomas. "La maduración del ciclo de resultados empresariales y el proceso de normalización de tipos hacen aconsejable una actitud cautelosa, máxime cuando los inversores parecen estar aumentando su exposición y la percepción de riesgo parece estar disminuyendo", afirman los expertos del banco de inversión Morgan Stanley.

    Otra referencia confirma la tranquilidad que reina en las bolsas en la actualidad. Son los índices de volatilidad. Los mercados, tan dados a acuñar términos sofisticados para nombrar situaciones que en ocasiones no lo son tanto, no siempre se complican la vida. Así ocurre en este caso, ya que algo es volátil cuando es mudable o inconstante. Es decir, cuando algo es inestable, y ésta es la acepción con la que se quedan los mercados financieros, que recurren a los índices de volatilidad como brújulas con las que calibrar la inestabilidad existente en ellos.

    Uno de los indicadores más empleados es el VIX, que mide la volatilidad de los mercados estadounidenses. Desde agosto del año pasado, este índice se ha movido en una media de 11,5 puntos, cuando en los diez años anteriores se situaba por encima de los 22 puntos. De hecho, el 24 de enero cayó por debajo de los 10 puntos, su mínimo desde 1993. Conforme más bajo es el nivel del VIX, menor inestabilidad se vive en el mercado. O lo que es lo mismo, menor potencialidad de que los precios de las acciones sufran variaciones bruscas. Pero también hay otra lectura: cuanto más bajo es el VIX, mayor es la probabilidad de que el mercado se pueda dar la vuelta.

    La combinación de ambas interpretaciones arroja un cóctel que puede ser letal: por un lado, los inversores pueden mostrarse más confiados porque apenas hay atisbos de inestabilidad; y por otro, el riesgo de que el sentimiento del mercado se dé la vuelta pende sobre los parqués.

    Entre la inflación y los beneficios

    Un ejemplo de esa amenaza se vivió entre mayo y junio de 2006. En ese intervalo, el VIX se disparó de forma inesperada más de un 100 por ciento -ver gráfico- por los contradictorios mensajes lanzados por la Reserva Federal. En ese mismo periodo, los principales índices mundiales cayeron más de un 10 por ciento, aunque los descensos superaron el 20 por ciento en distintos mercados emergentes.

    ¿Se repetirá la historia en 2007? "Las bolsas no pueden subir siempre", avisa David Loggia, gestor de Carmignac. Puestos a aventurar, los expertos tienen claro cuáles pueden ser los detonantes de una mayor volatilidad: el incremento de las presiones inflacionistas y el debilitamiento de los resultados empresariales. Ambos son los riesgos que pueden arruinar el baño de los inversores en las playas bursátiles.