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Lagarde pone sobre la mesa que las reglas ortodoxas van a cambiar

  • Más que el tamaño del 'QE' es importante la flexibilidad que ha ganado el BCE
Christine Lagarde, presidenta del BCE

Víctor Blanco Moro
Madrid,

El destino ha querido que los dos últimos banqueros centrales de la zona euro, Mario Draghi y Christine Lagarde, se hayan visto obligados a enfrentar el mayor reto de su carrera recién empezado su mandato. El italiano lo tuvo que hacer en 2012, con la amenaza de ruptura del euro por la crisis de deuda de la región y la francesa lo está encarando en este momento.

En este contexto, Lagarde jugó una carta arriesgada la semana pasada, cuando, quizá infravalorando en aquel momento el peligro que suponía la pandemia para la economía, intentó dejar en manos de los gobiernos de la zona euro el grueso de la recuperación, asegurándose, eso sí, de que los bancos nacionales continuasen teniendo liquidez e incrementando las líneas de crédito para las empresas que más puedan sufrir el impacto económico del virus.

Sin embargo, tras ver las reacciones de los mercados de deuda por su actitud (su frase de "no somos responsables de reducir los diferenciales de crédito", aunque es cierta, en teoría, generó una enorme incertidumbre entre los inversores, que desembocó en un fuerte aumento de las primas de riesgo en zonas como Italia y España), la francesa ha abierto de par en par el armario de las herramientas del BCE para analizar y decidir qué munición es la más apropiada para enfrentarse a la amenaza que se ha abalanzado sobre la zona euro.

Y se ha resignado a que sea el organismo que ella dirige quien tenga que llevar ahora el peso en la defensa de Europa, después de años de avisos por parte de Draghi a los gobiernos de la región de la necesidad de implementar reformas estructurales, que no se han hecho, de forma general, para acompañar y aprovechar las políticas de estímulos del BCE.

Un 'QE' diferente

Lo que ha ganado el BCE con el nuevo plan de estímulos es libertad de movimiento y esto no es una capacidad desdeñable en el marco de este tipo de programas.

Para entender esto, hay que remontarse a la crisis de 2012 y al momento que confirmó a Draghi como uno de los banqueros centrales, si no el que más, de más peso y responsabilidad que había en el planeta. En pleno auge de la crisis de deuda de principios de década el italiano calmó a los mercados con una retórica brillante, pero también al anunciar, el 6 de septiembre de 2012, que el organismo tenía a su disposición un programa de compras de deuda, el OMT (Operaciones Monetarias sin Restricciones) que permitiría al BCE adquirir títulos directamente en las emisiones, en las subastas de cada país, un plan que enfrentó gravemente al Bundesbank con el BCE, llegando el primero hasta el punto de llevarlo a los tribunales.

El programa finalmente no se activó, ya que su sola mención fue suficiente para calmar a los mercados. El miércoles, cuando Bloomberg publicó que este plan estaba de nuevo sobre la mesa y que, si bien había habido objeciones por parte de Alemania y Holanda por la dificultad de implementarlo, pero que estos no se negaban rotundamente a que empezase en esta ocasión, los mercados volvieron a calmarse.

Pocas horas después, a medianoche del miércoles, conocíamos lo que se publica hoy: el BCE inyectará 750.000 millones de dólares con un nuevo QE, pero, casi más importante, es el detalle de la flexibilidad con la que el organismo está dispuesto a actuar ahora.

Y es que, si algo diferencia al OMT del QE es la libertad de movimiento que podría tener Lagarde en el primero frente a las limitaciones que la atan en el segundo, como tener que comprar en el mercado secundario, a través de los bancos nacionales, o no comprar más de un tercio de la deuda disponible de cada país, algo que en los últimos años ha hecho peligrar que el organismo pudiese seguir comprando deuda alemana.

Parece que el BCE ha optado por un QE masivo y flexible, en el que las reglas ortodoxas del pasado pueden desaparecer en cualquier momento, pensando en poder actuar con la mayor rapidez. Hay que recordar que, condición indispensable para que se active el OMT y que habría ralentizado su activación, es que los países deben antes haber solicitado el rescate.