Bolsa, mercados y cotizaciones
¿De qué va el nuevo plan de rescate bancario?
Todo el mundo habla de ello pero muy poca gente sabe exactamente en qué consiste. El famoso plan de rescate bancario que se anunciará hoy en EEUU, en realidad la segunda parte del TARP de Paulson, ha generado tal expectación que las bolsas no se atreven casi a moverse hasta que lo conozcan. Pero, ¿de qué va este plan? ¿De verdad es tan importante?
Su importancia se deriva, en teoría, de que puede ser la solución definitiva para la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión, después del fracaso de soluciones parciales como la garantía de los depósitos, dejar quebrar a una entidad (Lehman), la compra de activos tóxicos por el Gobierno, la entrada en el capital de los bancos, la liquidez ilimitada, las bajadas de tipos hasta cero o la asunción por parte de la Fed del papel de financiador de empresas.
Las expectativas se centran en el famoso 'banco malo', una entidad estatal que compraría los activos tóxicos de los bancos para sacarlos de su balance con la consiguiente pérdida para el banco. Aquellos que puedan asumirla, podrán empezar de cero con sus cuentas saneadas y podrán volver a prestar dinero. El gran problema es cómo se valoran esos activos. Y ahí el Gobierno tiene que buscar un difícil equilibrio entre las críticas a Paulson por comprar activos demasiado caros en la primera versión de su plan y la necesidad de no pagar demasiado barato para no hacer quebrar al sistema entero.
Precisamente por culpa de estas dificultades, los expertos no esperan que Geithner dé hoy grandes detalles sobre el plan, sino sólo las líneas generales. Y eso probablemente decepcionaría a Wall Street, ya que el sector bancario quiere detalles y concreciones para saber a qué atenerse. Es comprensible: está en juego su propia supervivencia.
Dentro de este maremágnum, Lawrence Summers, director del Consejo Económico Nacional y ex secretario del Tesoro con Clinton, ha admitido que el Gobierno está buscando fórmulas de atraer al capital privado para que participe en el rescate. Eso podría hacerse mediante la emisión de deuda respaldada por el FDIC (fondo de garantía de depósitos), que se vendería a inversores privados.
Más inyecciones pero sin dilución
Otra parte del plan será la nueva oleada de inyecciones de capital público. Aquí el problema radica en el temor a una dilución de los accionistas actuales de los bancos. Para evitarlo, el Tesoro pretende comprar acciones preferentes que pueda convertir en un futuro en acciones ordinarias, lo que concedería tiempo al banco para recuperarse antes de que se produzca esa dilución de los accionistas.
Lo que va a ser casi imposible es que el nuevo Gobierno arranque a las cámaras una ampliación del importe del plan más allá de los 700.000 millones de dólares que consiguió arrancarles Paulson. Eso, a pesar de que todas las estimaciones consideran insuficiente esta cantidad para recapitalizar las entidades.
Finalmente, el plan seguramente comprenderá otra demanda de algunos gurús como George Soros: la creación de departamentos dentro de los bancos pero fuera de su contabilidad (side pockets) donde puedan guardar los activos tóxicos que no logren vender al Estado. Dichos activos estarían garantizados por el Gobierno contra pérdidas adicionales.