Durante los primeros compases del año se está profundizando la ralentización del crecimiento económico y la principal muestra vino de la mano de las cifras de comercio internacional. Las tensiones entre Estados Unidos y China han impactado negativamente en el ritmo de crecimiento de los intercambios comerciales a nivel global, que incluso registraron en diciembre la primera caída en términos interanuales desde el año 2016. Este freno del comercio no es baladí y derivó en una pronunciada desaceleración de la producción industrial mundial, que en diciembre creció un mero 1,5 por ciento interanual frente al 3,7 por ciento que registraba a finales de 2017. La propia naturaleza de esta desaceleración está conllevando que la intensidad varíe por regiones, siendo las economías más exportadoras y con un mayor peso del sector industrial en su composición del PIB las más castigadas. En concreto, la zona euro y en particular Alemania, han registrado las principales decepciones, pero también en China las cifras de actividad fueron negativas en los últimos meses. Por su parte, en Estados Unidos la desaceleración es todavía relativamente suave. Esta tendencia se refleja en los indicadores de confianza empresarial publicados, que además nos siguen adelantando que la pérdida de dinamismo económico todavía no ha tocado fondo. Por el lado positivo, a nivel político, el entorno ha mejorado sustancialmente durante las últimas semanas, sobre todo porque a pocos días de la fecha límite de plazo, Estados Unidos ha pospuesto la subida de nuevos aranceles a China y la situación del Brexit parece ahora más encarrilada. Esperamos que en las votaciones del Parlamento británico de la próxima semana se apruebe al menos la autorización para que May solicite a la UE un plazo más amplio para la salida que el establecido por el Tratado de Lisboa. Esto evitaría el riesgo a una salida desordenada del Reino Unido el próximo 29 de marzo. Adicionalmente, los bancos centrales, con la Reserva Federal estadounidense a la cabeza, han cambiado su sesgo y se muestran ahora más pacientes de cara al ritmo de la normalización de la política monetaria. En el caso de la Fed, esperamos que realice una pausa en la subida del precio del dinero en esta primera mitad del año, al tiempo que el BCE incluso adoptará nuevos estímulos, esta vez en forma de nuevas subastas de liquidez al sector financiero europeo. Esta medida pretende suavizar posibles necesidades de liquidez del sistema financiero europeo, pero también actuar como un impulso a la actividad. Con ello, la paciencia como nuevo mantra de los bancos centrales se hará aún más evidente, rebajando los temores a que una retirada precipitada de los estímulos monetarios arrastre la economía mundial a una recesión. También se unió a este contexto un entorno político menos desfavorable, al reducirse el riesgo a una deriva proteccionista entre China y Estados Unidos. En conjunto, estos dos factores fueron los que en gran parte han impulsado la fuerte recuperación de las bolsas en los primeros meses del año. No obstante, y ante este cambio de posturas, también debemos preguntarnos: ¿cuánta desaceleración nos queda por ver durante los próximos meses para justificar la parada en el ritmo de subidas de la Fed y los nuevos estímulos del BCE? Y, por otra parte, ¿cuáles son las verdaderas posibilidades de un acuerdo definitivo y duradero entre China y EEUU? Y de producirse, ¿sería suficiente para reactivar rápidamente el comercio internacional hasta los niveles del 5,5 por ciento de hace un año? Todas estas cuestiones coinciden ahora con un mercado bursátil donde, en términos de valoración, algunas de las oportunidades surgidas tras el desplome registrado en el mes de diciembre han desaparecido (ver gráfico). Entre las principales regiones, si miramos en términos de múltiplos PER, la bolsa estadounidense (S&P 500) ya cotiza incluso ligeramente por encima de su media histórica (16,3 veces) y a este lado del Atlántico, el Stoxx600 ya solamente presenta un descuento en valoración del 3 por ciento frente a su media histórica. Por su parte, es en las bolsas emergentes y en particular en las asiáticas donde todavía pensamos que queda un mayor potencial de revalorización. En el corto plazo, podemos ver alguna expansión de múltiplos adicional que permita nuevas subidas de las bolsas. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, no debemos olvidarnos que nos encontramos en un punto del ciclo económico ya muy maduro, en el cual la política monetaria permitirá ganar tiempo, pero que no podrá resolver por si sola los problemas estructurales que impiden un mayor aumento de la productividad y el retorno a un crecimiento mundial sólido. Asimismo, parte del daño de las subidas de aranceles tardará en recuperarse en términos de crecimiento y confianza empresarial. Por todo ello, el momento actual nos parece adecuado para plegar velas (reducir tácticamente la exposición a renta variable) y, como si de un capitán se tratara, seguir navegando aunque en momentos el viento pueda venir en contra. Este año que acaba de comenzar continuará marcado por una elevada volatilidad y volveremos a tener oportunidades de incrementar exposición a la bolsa a precios más atractivos que los actuales.