El debate entre un crecimiento económico al alza y una inflación normalizándose, o el riesgo a que un repunte de la inflación termine cambiando bruscamente el sesgo de la política monetaria y con ello frenando la actividad mundial, continuará en los próximos meses. Por ello, el repunte de la volatilidad vivido a comienzos de febrero en las bolsas no será el último al que asistamos a lo largo de este año. Si algo en el actual contexto económico parece claro, es que no se repetirá en 2018 el plácido camino vivido por las bolsas durante el pasado año, con revalorizaciones y sin apenas sustos. A pesar de la incertidumbre reflejada por el mercado en febrero y el incremento de volatilidad de las últimas semanas, no se ha apreciado un grave deterioro de las condiciones financieras que nos hagan temer por un frenazo brusco de la actividad mundial en el corto plazo. Con ello, los beneficios empresariales seguirán creciendo a un ritmo elevado y serán el soporte para las bolsas. Las expectativas son que este año se acelere el crecimiento de los beneficios en un 15 por ciento a nivel mundial. Además, en las últimas semanas las estimaciones continuaron incrementándose distanciándose de la evolución de las bolsas, factor que debería corregirse con una recuperación de las cotizaciones. Dentro de la renta variable, nos seguimos manteniendo cómodos con la distribución sectorial, favorecer la inversión en bancos y compañías financieras y se recomienda tener exposición a la recuperación del ciclo de la inversión, particularmente en Europa, con nombres del sector industrial. También seguimos apreciando potencial en el sector tecnológico. Todo ello, nos permite confiar en que los sectores cíclicos continuarán liderando las ganancias en las bolsas. El dinamismo económico no parece que vaya a representar un freno para el comportamiento de los activos de riesgo en el medio plazo, ya que los fundamentales económicos continúan siendo positivos y siguen reforzando las perspectivas que este año continuará la expansión económica. Sin embargo, especial relevancia tendrá la inflación en los próximos meses. En nuestro escenario central, se espera que continúe al alza y que durante el segundo trimestre del año veamos aumentos de los precios al consumo más elevados de los actuales, pero que en un escenario de ausencia de mayores incrementos de los precios energéticos, la inflación volvería a moderarse en la parte final del año, una vez se diluya el efecto base de comparativa del precio del crudo. De confirmase estas expectativas, las presiones inflacionistas se mantendrían al alza pero todavía contenidas y los Bancos Centrales irán retirando gradualmente sus estímulos monetarios. Por ello, hay que seguir evitando la exposición a deuda soberana de mayor calidad crediticita, ya que a pesar de la fuerte caída de los precios (el T-Note, acumula pérdidas del 3,5 por ciento en dos meses), los tipos actuales siguen presentando elevadas probabilidades de pérdidas adicionales, que nos hacen continuar recomendando mantener duraciones cortas en carteras de renta fija. Asimismo, el crédito de empresas cada vez muestra un menor potencial y hay que adoptar una mayor cautela en los bonos corporativos, tanto grado de inversión como en high yield de las cartera. De hecho, reducciones adicionales de los diferenciales exigidos serían una oportunidad para rebajar exposición a este activo. Por el lado de las oportunidades en la renta fija, la deuda emergente nos parece el activo con mayor atractivo, una vez se va confirmando que el crecimiento de las economías emergentes es ahora más sólido. Aunque en el corto plazo se espera que el diferencial de tipos de interés vuelva a impulsar el dólar en su cruce con el euro, las últimas decisiones y actuaciones del ejecutivo estadounidense deterioran las perspectivas estructurales de su divisa y vemos un menor potencial para el billete verde. Por ello, de confirmarse una apreciación adicional del dólar que sitúe el euro/dólar por debajo de los 1,20 recomendamos aprovechar ese movimiento para cubrir posiciones. Un riesgo adicional es el proteccionismo. La propuesta una subida de aranceles, defendiendo que estas medidas protegerán la industria y con ello mejorarán la demanda doméstica, lo que en última instancia se traduciría en un mayor crecimiento económico elevó la incertidumbre. Sorprende especialmente que las economías que más exportan acero a EEUU, sean precisamente sus aliados históricos. En concreto, en el mercado de acero, las importaciones provienen principalmente de Canadá (representa el 16 por ciento) y de la Unión Europea (15 por ciento), mientras que desde China, solamente importa el 2 por ciento. En un mundo con economías abiertas y canales comerciales cada vez más globales, el efecto que defiende la administración estadounidense de mayor crecimiento interno probablemente quede aplacado y dependerá en gran medida de las demás economías. La mejora del comercio mundial fue uno de los pilares de la recuperación y otro efecto relevante de las menores barreras y del aumento de las transacciones internacionales, fue un incremento de la competencia en los mercados de bienes y productos, que facilitaron mantener una inflación contenida. Por eso, un cambio brusco en este escenario acarrearía menos crecimiento y un repunte de la inflación que pesaría en el mercado.