Más de la mitad de los 163.000 millones que el Tesoro ya ha invertido se 'reconvertirá' en retribuciónnueva york. Con la economía estadounidense esquivando de nuevo la recesión, los constantes parches con los que el Gobierno federal pretende tapar todos los frentes abiertos podrían convertirse en un verdadero fiasco. De hecho, ayer se dió a conocer que más de la mitad de los 163.000 millones de dólares que el Departamento del Tesoro ha invertido ya en los bancos estadounidenses irá a parar a manos de sus inversores en lugar de cumplir su principal objetivo: fomentar la financiación y volver a poner en marcha el mercado de crédito. El diario Washington Post adelantó que buena parte de las entidades participantes en el plan de compra de activos quiere destinar más de la mitad del dinero recibido a retribuir a sus accionistas. Cabe recordar que entre las medidas incluídas en el plan de rescate, valorado en cerca de 700.000 millones de dólares, se incluye la compra de participaciones preferentes en distintas instituciones financieras hasta alcanzar un tope de 250.000 millones de dólares. Precisamente, Bank of America anunció ayer tras el cierre de los mercados que venderá 15.000 millones en títulos preferentes al Tesoro, en el marco del Plan Paulson, que entre sus medidas incluye la recapitalización de los mayores bancos. Cuando los bancos y compañías incluidas en el programa logren devolver el dinero inyectado por el gobierno, las autoridades federales devolverán sus acciones. Sin embargo, este proyecto cuenta con una serie de restricciones. Entre ellas, la imposibilidad de los participantes de incrementar su dividendo sin el permiso de los reguladores gubernamentales. De momento, los 33 bancos que ya se han subido al carro de la compra de activos planean pagar hasta 7.000 millones en dividendos durante el presente trimestre fiscal. Mientras las compañías se empeñan en que el pago a sus inversores sea consistente y continuo, muchos apuntan que a este ritmo, los dividendos consumirían el 52 por ciento de las inversiones del Tesoro durante los tres primeros años del programa. Sorprendentemente, y al contrario de lo que ocurre en Europa, donde los bancos que se acojan a esta serie de medidas deben suspender el pago de beneficios entre sus inversores, el gobierno estadounidense cree que esta medida podría desalentar a las entidades para acogerse a esta iniciativa. El senador demócrata Charles E. Schumer ha exigido que el Gobierno obligue a suspender la entrega de dividendos de inmediato. "El objetivo de este programa era incrementar el crédito e inyectar capital en la economía real. Si el dinero es usado para pagar a los inversores, algo no funciona", señaló. Parece que, hasta ahora, las medidas adoptadas por el Gobierno federal para salvar a la economía norteamericana de la quema, no hacen más que endeudar al país hasta límites insospechados. Esta misma semana conocíamos como la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) y el Tesoro planean garantizar hasta 500.000 millones en hipotecas, algo que podría costar entre 40.000 y 60.000 millones. A ello habría que sumar los 163.000 millones ya invertidos en la compra de participaciones bancarias. De hecho, algunas entidades, como el brazo financiero de General Motors, GMAC, ya ha confirmado su intención de convertirse en banco comercial, para así poder ser incluido en el plan de rescate. Entre todas estas medidas, incluidas en los 700.000 millones, añadiríamos el plan de estímulo económico aprobado en febrero y valorado en 168.000 millones. La propuesta incluyó los famosos cheques de 600 dólares individuales o 1.200 dólares para parejas, entre otras rebajas fiscales. Por otro lado, la Reserva Federal ya ha comprado titulizaciones de activos por valor de 145.700 millones de dólares -112.000 millones de euros-, pocos días después de poner en marcha su plan para reactivar el mercado de crédito estadounidense, de acuerdo con los balances semanales que se publicaron ayer.madrid. Estados Unidos es diferente. No sólo por ser la meca del cine; por la pasión que sienten sus ciudadanos por el baloncesto, el béisbol o el hockey; o por ser la cuna de los perritos calientes y las hamburguesas. En la mayor potencia del mundo son distintos hasta para decidir cuándo entra en recesión su economía. En el resto del mundo se suele aceptar la definición estándar por la que se considera que una nación está en recesión cuando acumula, al menos, dos trimestres seguidos de decrecimiento. Pero en Estados Unidos no es así. Allí no se emplea este concepto hasta que no da su permiso la Agencia Nacional de Investigación Econímica -NBER, en sus siglas en inglés-. De momento, aún no lo ha dado, pero cada vez parece estar más cerca ese momento. Más aún después de conocer estadísticas como la anunciada ayer por el Departamento de Comercio. Según el dato provisional -se revisará dos veces-, entre julio y septiembre la economía se contrajo a una tasa trimestral anualizada del 0,3 por ciento, por debajo del 0,5 por ciento previsto, pero el peor dato desde el tercer trimestre de 2001. O lo que es lo mismo, un momento que el NBER sí definió como recesivo, ya que fechó el último gran bache de la primera economía mundial entre marzo y noviembre de 2001. El consumo se hunde Sin embargo, la magnitud real de la debilidad que padece EEUU no se observa en el dato conjunto del Producto Interior Bruto (PIB). Conviene desmenuzarlo para comprender la verdadera dimensión de la crisis, y ésta aparece con toda su crudeza en una de las variables que componen el PIB: el consumo privado. Entre julio y septiembre, cayó un 3,1 por ciento. La historia confirma que esta cifra es... nefasta. Ni siquiera en la recesión de 2001 llegó a bajar, y hay que retroceder hasta 1991 para encontrar un descenso. Pero hay más. Para hallar una bajada mayor hay que dar marchas atrás en el tiempo y llegar hasta el 8,6 por ciento que se desplomó en el segundo trimestre de 1980, es decir, desde la época en la que el entonces presidente de la Reserva Federal (Fed), Paul Volcker, indujo una dura recesión mediante drásticos aumentos de los tipos de interés para intentar matar el germen de la inflación, que también formaba parte de aquel paisaje. Tampoco fue bueno el pasado trimestre para la inversión empresarial, y sólo el incremento del gasto público y las exportaciones actuaron como colchón. Al margen del PIB, el mercado laboral también envió malas noticias, ya que las peticiones semanales de subsidio de desempleo alcanzaron las 479.000, por encima de los 475.000 esperadas. Esta secuencia de inquietantes novedades provocó que el mercado de futuros pasara a otorgar un 53,4 por ciento de opciones a que la Fed reduzca los tipos medio punto, a0,5 por ciento, el 16 de diciembre. Si eso ocurre, se trataría del nivel más bajo de la historia.