Santander demostró ayer que tiene mucho que decir en el parqué español y no sólo porque sea su gran peso pesado -es la empresa que más pondera en el Ibex 35-. Una parte más que relevante de lo que ocurrió el viernes en la bolsa tuvo que ver o estuvo relacionada con la entidad presidida por Emilio Botín. Tanto los accionistas de Banesto (véase página 17), -que no se extrañaron porque Santander es su principal accionista-, como los del BBVA, que, por el contrario, sí debieron llevarse una sorpresa y bastante desagradable. Vieron como por culpa de su competidor el valor de BBVA en bolsa se desinflaba. El banco presidido por Francisco González había comenzado la jornada con un fuerte acelerón alcista. En el mejor momento del día sus títulos llegaron a subir un seis por ciento para cotizar por encima de 20 euros. La rumorología, que desde el verano acompaña al BBVA, estaba haciendo de las suyas:después de haberle buscado novios extranjeros ahora se estaba corriendo la voz de que su matrimonio sería nacional. Las especulaciones empezaban a decir que podía ser Santander el comprador. Algo que el banco desmentía por la mañana. El no del Santander truncó la feliz sesión bursátil del BBVA, que al final se dejó un 0,47 por ciento, hasta los 19,01 euros, cuando un día antes había conquistado máximos históricos. En contraste, él tomaba el testigo. Santander avanzó el viernes un 1,67 por ciento y finalizó el día al precio más alto de toda su vida, 12,82 euros.El consenso de analistas cree que con ese cierre, las acciones de Santander conservan potencial alcista para los próximos doce meses. Las firmas de inversión que siguen a Santander establecen que el precio ideal de sus títulos son los 14 euros, un 9,20 por ciento más que su valor actual de mercado.