Su ‘sangría’ es entre tres y cuatro veces mayor que la de sus homólogos a 10 añosEl temor a que las medidas del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, y el acuerdo de la OPEP para el recorte de la producción de crudo resuciten a la ya casi olvidada inflación, ha catalizado en los últimos meses un fuerte repunte en la rentabilidad de la renta fija ante la previsión de que estos movimientos obliguen a los bancos centrales a mover ficha más de lo previsto. Algo que ya hizo la Fed en su reunión de diciembre, en la que subió tipos hasta la horquilla del 0,5-0,75 por ciento, y a lo que los inversores ya han puesto fecha en Europa: finales de 2018, cuando se prevé que el BCE haga lo propio por primera vez en una década. Estas estimaciones de una vuelta de tuerca a la política monetaria han provocando importantes pérdidas por precio a los tenedores de bonos, sobre todo a muy largo plazo. Así, la deuda a más de 50 años, emitida fundamentalmente en los últimos meses para aprovechar unos costes de financiación históricamente bajos, es la que se lleva la peor parte. Mientras que el papel a una década genera pérdidas que van del 4 por ciento del español al 7,2 por ciento de la italiana desde sus precios más altos -y rentabilidades más bajas- , en el caso de sus homólogos con vencimientos más allá de 50 años, la sangría es entre tres y cuatro veces mayor. Los bonos a 100 años de Irlanda y Bélgica encabezan las caídas, al ceder un 28,6 por ciento y un 27,2 por ciento, respectivamente, desde sus máximos marcados en verano, y un 25 por ciento y un 24 por ciento desde su colocación a inicios de 2016. Desde Goldman Sachs apuntan a la inflación como principal responsable de estos descensos por precio en la deuda a largo plazo. “Nuesta previsión de un aumento de la rentabilidad de los bonos a largo plazo estaba más basada en la prima por el riesgo de la inflación que por una repentina subida de tipos de los bancos centrales”. Desde Schroders, por su parte, advierte de que, ante la previsión de subidas de tipos “inesperadas y sorprendentemente bruscas (...) las pérdidas potenciales en renta fija serán notablemente superiores para los bonos con vencimientos más largos”. Entre la deuda a 50 años, el bono italiano es la cara y el francés, país que celebrará elecciones presidenciales el próximo mes de abril, la cruz. Así, el papel galo pierde una cuarta parte de su valor desde máximos, mientras que el transalpino es el que menos cae desde su techo: un 12,1 por ciento. Sin embargo, el dato tiene trampa, ya que tan solo lleva tres meses en circulación: fue lanzado en la primera semana de octubre, anticipándose a las elecciones en Estados Unidos y al resultado del referéndum sobre la reforma del Senado en Italia. España se desmarca El bono español a 50 años, que retrocede un 15,3 por ciento desde que tocó techo, es el tercero que menos cae desde máximos -tras el italiano y el austriaco-. Sin embargo, el papel nacional sí logra, a diferencia de casi todos los demás, generar ganancias a todos aquellos que lo poseen desde su emisión. No en vano, genera ganancias del 6,3 por ciento por precio desde su emisión el pasado mes de mayo. Un privilegio que solo comparte con la deuda belga a idéntica duración, que genera plusvalías del 1,9 por ciento desde su colocación, y con la británica. El bono de Reino Unido a 50 años genera ganancias del 44,8 por ciento por precio desde su emisión el pasado mes de enero. La causa fundamental de este movimiento se encuentra en el Brexit y en la decisión del Banco de Inglaterra de ampliar sus estímulos -con bajada de tipos del 0,5 al 0 por ciento y un programa de compra de activos de 70.000 millones de libras al mes- para hacer frente a una posible ralentización de la economía de las islas tras su salida de la Reino Unido.