Pasen y vean el Palacio. La visita merece la pena, ya que la historia está escrita en cada columnaLos costes del edificio no llegaron a los tres millones de pesetas de la épocaLos responsables de la construcción del edificio lo tenían bastante claro desde el principio: la contención de costes era vital para levantar el Palacio de la Bolsa de Madrid. De hecho, antes de que empezasen las obras fue necesario recaudar 200.000 pesetas, por lo que se cobró 50 céntimos a cada persona que accediera a la Bolsa de Madrid. Después de dos años, se consiguió el dinero y el Gobierno cedió el solar del actual emplazamiento. La apuesta, por lo tanto, consistió en afrontar uno de los proyectos más económicos de los mercados europeos, pero sin pasar por alto la grandiosidad del edificio. De hecho, según consta en la monografía del propio constructor Enrique María Repullés, la Bolsa de Madrid tuvo un coste de 2,93 millones de pesetas de la época, la segunda más barata de cuantas se levantaron en el siglo XIX en Europa. Sólo resultó más económica la de Berlín, que valió 2,81 millones en 1864. En el extremo opuesto se situó la de Viena, que data de 1875 y que requirió una inversión de 8,52 millones. Pese al propósito de contención, lo que los encargados de la construcción de la Bolsa de Madrid no pudieron evitar fue que el coste final superara el presupuesto. Como reconoció en su momento Enrique María Repullés, esa alteración se debió "a causa de las mejoras y aumentos acordados por la Junta en su justo deseo de que el edificio no desmereciese de sus análogos del extranjero y fuera digno de la capital de la Nación". Producto nacionalAdemás de la preocupación por los gastos, otra de las exigencias radicó en que tanto los materiales empleados como los distintos gremios y profesionales que participaran en las obras debían ser españoles. Así, por ejemplo, la piedra provino de distintos puntos de Madrid, Novelda (Alicante) y Cuenca; el mármol, de Novelda; y el hierro laminado y el acero, de los Altos Hornos de Bilbao. Sólo en detalles puntuales resultó preciso recurrir a elementos extranjeros. Fue el caso de los mármoles blancos procedentes de Italia, los cristales de Francia..., y los retretes y urinarios, que vinieron de Inglaterra. Fueron los retales que remataron la edificación de un Palacio, el de la Bolsa, que aún brilla hoy con luz propia en el centro de Madrid.