Cuando todo hace indicar que nos adentramos en el principio de un mundo sin necesidad de estímulos monetarios, más imprescindible que nunca se hace la presencia de los bancos centrales. La huella del PBoC chino ha sido la más fugaz durante el verano, pero no así la de la Fed o del BCE, cuyo impacto manda a un segundo lugar al resto de factores. El mensaje del BCE, dispuesto a ampliar el QE, fue recibido con descensos en la rentabilidad de las curvas europeas, tras reducir las expectativas de crecimiento e inflación.