¿Cuál es el beneficio de cotizar en bolsa? Nos enseñaron que para una compañía la bolsa es una fuente de financiación que permite captar capital a la empresa cotizada o bien vender parte de su participación a los propietarios originales, dando un valor conocido a la participación restante. Los beneficios de cotizar para las empresas de cierto tamaño son importantes: obliga a una profesionalización de la gestión de la empresa, a una disciplina en la gestión y sobre todo en la comunicación, permite a los accionistas saber cuánto vale su participación y modularla según sus necesidades. El paso de salir a bolsa debería ser muy meditado y darse sólo cuando la compañía considere que tiene su estructura preparada para afrontar el nivel de escrutinio y opinión al que se enfrentará. La empresa se expone a que un número indeterminado de actores del mercado financiero la utilicen como materia prima de sus operaciones. Los bancos de inversión e intermediarios pondrán a sus equipos de analistas a determinar si el precio al que cotiza ofrece potencial de revalorización o existe una sobrevaloración que debería corregirse con una caída. Lo mismo harán, aunque sin publicar sus conclusiones, los gestores de cartera. Éstos, como se dice en política, votarán con los pies, vendiendo las acciones que no les interesen para comprar otras. En momentos en los que el mercado no tiene una dirección clara, la tentación de utilizar hechos puntuales como motivo de toma de posiciones con objetivos a corto plazo es muy fuerte. No nos engañemos: si los intermediarios son los principales analistas de valores, su interés está en la rotación, no en la toma de posiciones estables. En el lado de la gestión de carteras, muchos centran su actividad en movimientos a corto plazo, absolutos o en relación con otros valores o con el propio mercado. Y también pueden ser implacables, incluso con la toma de posiciones cortas, muchas veces basadas en criterios que tienen poco que ver con el valor fundamental. Los inversores pedimos a las compañías que se definan sobre su futuro más inmediato, dando guías sobre los datos de actividad, resultados y solidez financiera que esperan conseguir para el año en curso, para el siguiente, etc. Cuando se niegan a dar esas guías por no tener suficiente visibilidad, nos quejamos de poca transparencia e información incompleta. Pero si dan esas guías y no son capaces de cumplirlas, porque no es fácil determinar cómo van a ir los negocios a un año vista, les castigamos porque incumplen sus propias previsiones. Los resultados trimestrales, exámenes Las publicaciones de resultados trimestrales se convierten en exámenes parciales, con la diferencia de que una vez suspendido uno, es muy difícil aprobar el examen final, porque la nota depende de la impresión que ha causado en el mercado. Las comunicaciones de resultados constituyen una ocasión de observar si los administradores de las empresas "saben comunicar", lo que es tanto o más importante que tomar decisiones y ejecutarlas. En fin, no se puede negar que la histeria del mercado, en ocasiones se contagia a la propia gestión de las empresas que cotizan en él. El momento de la salida a bolsa es crítico. De entrada, hay que tener suerte. Suerte de que ese momento no coincida con momentos de convulsión en los mercados, que pueden llegar a obligar a suspender la operación. Y hay que ser prudente en las expectativas generadas, pero claro, hay que seducir al inversor, por lo que un mensaje excesivamente prudente será difícil de ver. Las salidas, además, están asesoradas, colocadas y posiblemente aseguradas por intermediarios financieros. Por tanto, se maximizan los aspectos positivos y se disimulan los negativos. La cotización, ligada a la financiación Ocurre que la presencia de una compañía en Bolsa no es un hecho aislado del resto de su actividad. De entrada, la cotización estará íntimamente relacionada con el resto de fuentes de financiación, especialmente la emisión de instrumentos de renta fija, pero también la deuda bancaria. Si analistas e inversores impulsan el precio al alza, ello constituye una buena tarjeta de presentación para poder emitir deuda a tipos bajos, mientras que una trayectoria bursátil accidentada puede producir el efecto contrario. Y en momento de crisis, los dos mercados, pueden conjurarse para poner a una empresa en dificultades importantes. También la imagen pública de la compañía, de sus marcas y productos, puede verse contaminada si su evolución en el mercado es incierta. Además de los costes y servidumbres que hemos descrito hasta ahora, existen los costes directos de cumplir las obligaciones formales y de información que exigen las bolsas y los reguladores. La reducción de estas obligaciones a través de la creación de mercados alternativos no siempre ha sido bien utilizada y puede ser un arma de doble filo. Las compañías necesitan tener departamentos de relación con inversores que se dedican básicamente a distribuir información a los inversores institucionales y analistas, con sus correspondientes costes. La distribución de información errónea o incompleta, así como la omisión de hechos relevantes, puede ser objeto de sanción. En resumen, cotizar no es gratis y es un paso que debe ser muy meditado y preparado, tanto desde el punto de vista de los medios materiales como del cambio de cultura empresarial que ello puede provocar.