Todo apunta a que la institución europea mantendrá hoy, en la cita de Fráncfort, los tipos de interés oficiales en el 4%MADRID. Cuando los miembros del Banco Central Europeo (BCE) se vean hoy las caras en Fráncfort seguramente habrá miradas cómplices entre ellos. Se observarán, clavarán los ojos en los de sus compañeros y telepáticamente sentirán aquello de que si pusieran un circo... les crecerían la inflación, el precio del petróleo, el euro y los problemas económicos. Desde el estallido definitivo de la crisis financiera a comienzos de verano, cada reunión celebrada por la institución ha superado en complejidad a la anterior. Y esta vez tampoco será una excepción. Aunque parece claro que el BCE mantendrá los tipos de interés de la zona euro en el 4 por ciento, nivel en el que están desde junio, deberá hilar muy fino a la hora de explicarse. Como siempre será su presidente, el francés Jean-Claude Trichet, quien deberá dar la cara. Y nunca mejor dicho, dada la envergadura de los retos que afronta. Dos posibilidadesA priori, el BCE se enfrenta a una disyuntiva: adoptar una postura atacante y endurecer su mensaje o permanecer a la defensiva y mostrarse más neutral. La primera le puede proporcionar una ventaja fundamental, la de contener las presiones alcistas. "Es posible que el BCE recupere un discurso más duro para atajar las expectativas inflacionistas", apunta Pablo Guijarro, analista de AFI. En este sentido, hay que tener en cuenta que la escalada del crudo, que se acerca a los 100 dólares por barril, se ha plasmado ya en una subida de los precios. Así, y según el dato adelantado de octubre, la tasa interanual de inflación de la zona euro podría haber repuntado del 2,1 al 2,6 por ciento, por encima de su objetivo de mantener los precios a raya por debajo -pero cerca- del 2 por ciento. Si es así, ¿por qué no elevar los tipos? "No hace falta que lo haga. El mercado le ha hecho ese trabajo mediante la apreciación del euro y las tensiones que todavía existen en los mercados de crédito", añade Guijarro. De hecho, estos motivos impiden al mismo tiempo que el BCE pueda mostrar una actitud demasiado atacante, ya que esto provocaría dos efectos secundarios no demasiado positivos. Por un lado, acentuaría la subida del euro. "Si ya de por sí la divisa europea está fuerte, sólo hace falta que el BCE le dé más impulso", expresa José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Y por otro, aumentaría las tensiones en los mercados de crédito, con el consiguiente riesgo para el conjunto de la economía. Por tanto, los expertos asumen que Trichet advertirá de las presiones inflacionistas, pero sin pasarse, ya que el euro y la crisis también están sobre la mesa.