La divisa europea y el petróleo pulverizan de nuevo sus máximos históricosmadrid. La teoría económica establece que los bienes sustitutivos son aquellos que satisfacen unas necesidades idénticas o similares y que, por consiguiente, se ganan el favor del público en función de sus precios. Así, si un producto se encarece y los consumidores tienen alternativas cercanas, los ciudadanos reducirán la demanda de ese bien y aumentarán el consumo de los demás. Aunque el mundo financiero es muy suyo, ya que no le suele temblar el pulso a la hora de hacer interpretaciones libres de lo que recogen los libros, tampoco es que desconozca los postulados económicos más básicos. Y ahora lo está demostrando con creces. El eje principal de toda la historia es el dólar estadounidense. Su debilidad, que no ha dejado de agudizarse desde el agravamiento de la crisis financiera a mediados de agosto, ha puesto en marcha todo el engranaje de los mercados. Las piezas comenzaron a moverse de forma sincronizada a partir del 17 de agosto, fecha en la que la Reserva Federal (Fed) redujo los tipos de interés de descuento, que son los que cobra a los bancos privados por los préstamos que les concede. Con esa decisión, el banco central norteamericano anticipó que estaba preparado para reducir los tipos de interés oficiales, que son los que tienen como referencia los bancos para sus productos financieros. Esta impresión quedó confirmada el 18 de septiembre, jornada en la que la Fed rebajó el precio del dinero en medio punto, hasta el 4,75 por ciento. Se trató del primer recorte desde junio de 2003, y puso de manifiesto que la institución monetaria estaba dispuesta a atajar la creciente amenaza que suponían los problemas financieros para el conjunto de la economía. Principal damnificadoUna decisión de tanta importancia no podía pasar desapercibida en los mercados. Las bolsas lo aplaudieron con fuerza, justo lo contrario de lo que le ocurrió al dólar. Los inversores hicieron sus cuentas con premura, y comprendieron que el descenso de los tipos reducía el atractivo de invertir en dólares. En adelante, la deuda pública estadounidense, posiblemente el activo más seguro del mundo, ya no sería tan rentable. Ya no abonaría unos intereses tan altos por el mero hecho de que su referencia, que son los tipos oficiales, ya son más bajos que antes de la crisis. Este nuevo escenario fue el que motivó el baile de piezas en los mercados. Y el gran damnificado de esta consecuencia ha sido el billete verde. No en vano, desde el 17 de agosto el dólar se ha depreciado entre un 4 y un 16 por ciento con respecto a las principales divisas del mundo, una debilidad que mostró bien a las claras las conclusiones que habían extraído los inversores. La rebaja de los tipos, y la posibilidad de que la Fed volviera a bajarlos, sólo dejaba al dólar un camino: el de los descensos. Y ya se sabe, a rey muerto, rey puesto. No había tiempo para guardar luto por la moneda norteamericana. Fue entonces cuando se activó el principio de los bienes sustitutivos. Resultaba imprescindible encontrar alternativas de inversión al dólar. No hizo falta pensar mucho. Enseguida emergió la figura del euro, que también cuenta con el respaldo de una economía fuerte y solvente. Desde mediados de agosto, la divisa europea acumula una subida del 7 por ciento frente a la estadounidense. Además, el euro no ha dejado de coleccionar cotas históricas en este intervalo. Sin ir más lejos, ayer marcó otro, esta vez en los 1,4393 dólares, con lo que ya se aprecia un 9 por ciento en el conjunto del año. Este récord ha venido a confirmar el veredicto emitido hace dos meses por los inversores, ya que el último acelerón del euro se ha apoyado en el convencimiento de que la Fed recortará de nuevo los intereses en la reunión que celebrará la próxima semana. Varios de los datos conocidos esta semana en EEUU, como la caída de las ventas de viviendas de segunda mano o el descenso de los pedidos de bienes duraderos, han reforzado esa impresión y, por consiguiente, la tendencia bajista del dólar. Más alternativasPero la debilidad del billete verde no sólo ha salpicado al euro. El mercado buscó otros sustitutivos, y entre ellos encontró al petróleo y al oro. La escalada que vienen protagonizando ambas materias primas también están vinculadas, por tanto, al declive del dólar. Eso sí, también tienen razones propias para subir por sí solitos. En el caso del crudo, las hay a pares. Por un lado figura la tensión entre turcos y kurdos en la frontera norte de Irak; por otro, la inconsistencia de los inventarios de petróleo; también influye la cercanía del invierno y el consiguiente aumento de la demanda de combustible de calefacción; y, por supuesto, la presión especulativa. Todo ello ha provocado que la frontera de los 100 dólares ya no sea tan descabellada. De hecho, el barril Brent, de referencia en Europa, marcó ayer su tercer récord consecutivo al escalar hasta los 89,3 dólares. En EEUU, el barril West Texas Intermediate (WTI) llegó hasta los 92,2 dólares. En cuanto al oro, esté reverdeciendo laureles, ya que ha sido la alternativa al dólar por antonomasia. En la sesión de ayer, la onza al contado del metal precioso se revalorizó hasta los 782 dólares, su precio más alto desde 1980.