madrid. El ciclismo y los mercados financieros tienen un elemento en común... por desgracia. Es el dopaje. Esta lacra ha sumido a ambos mundos en una importante crisis de credibilidad y confianza. De momento, las consecuencias son más profundas en el primero, pero los mercados no deben felicitarse por ello, ya que las amenazas están más que presentes. Y también los riesgos de que las autoridades financieras cometan los mismos errores que están condenando poco a poco al deporte de las dos ruedas. El doping que se practica en los mercados no busca aumentar la velocidad, ganar resistencia o recuperarse mejor de los esfuerzos, sino obtener las mayores rentabilidades en el menor tiempo posible sin importar cómo. Los medios usados no han sido la epo o las transfusiones de sangre, sino distintas estructuras financieras. Sirviéndose unos tipos de interés extraordinariamente bajos, se han concedido hipotecas con más alegría y menos exigencias de las habituales, se ha elevado el endeudamiento -apalancamiento, en términos técnicos- en las operaciones corporativas hasta límites casi desconocidos y se han explotado las vías de financiación mediante la emisión de títulos respaldados por activos con mayor riesgo del declarado. Dada la abundante cantidad de dinero disponible, ha habido barra libre para cometer abusos. Han llegado de todos los frentes, y prácticamente ningún eslabón de la cadena del sistema financiero, desde las sociedades hipotecarias hasta los bancos de inversión, ha sido ajeno al asunto. ¿Y los posibles riesgos? No importaban. Quedaron aparcados por completo. Al fin y al cabo, ¿quién iba a perder el tiempo en valorar los inconvenientes potenciales mientras los demás se forraban? Situación insostenibleLas consecuencias derivadas del dinero fácil han exacerbado los excesos. Y los efectos han sido manifiestos. Como ocurre en el deporte, durante un tiempo estas prácticas han reportado unos resultados espectaculares. Con 100 millones de euros se han podido adquirir compañías que valían 500 y productos de alto riesgo se han emitido a un interés menor del que les correspondía porque se han lanzado, en un mismo paquete, junto a otros títulos gran calidad. Estas sustancias han alimentado la maquinaria financiera y económica en el último lustro. El dopaje, por tanto, también ha sido empleado en los mercados como un medio para alcanzar nuevas plusmarcas. Pero los excesos cada vez eran mayores, y los problemas han terminado aflorando. Lo han hecho, además, por su propio peso. Por la propia magnitud de las trampas. "El ritmo de acceso a crédito era insostenible", admite Pedro de Esteban, director general en Europa de la sociedad The Carlyle Group, sobre la realidad que ha rodeado a uno de los sectores de moda de los últimos años: el capital riesgo. El pistoletazo de salida sonó, allá por los meses de febrero y marzo, cuando distintas sociedades hipotecarias norteamericanas, como New Century, reconocieron que se habían pasado concediendo préstamos y que no podían hacer frente a sus compromisos financieros. En ese primer momento empezó lo que el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, ha definido como una "revaluación de los riesgos". La inquietud creció desde entonces. Primero en voz baja. Luego ya en un tono mayor, sobre todo desde que la situación adquirió ya el grado de crisis cuando comenzó el desfile de testimonios voluntarios a partir de junio. Del mismo modo que ciclistas como el alemán Erik Zabel o el danés Bjarne Riis han reconocido este año que han consumido sustancias dopantes, distintas entidades financieras, entre las que ha sobresalido la estadounidense Bear Stearns, se han visto obligadas a dar un paso al frente y reconocer públicamente sus pérdidas o su exposición a la crisis. Otras, en cambio, han declarado sus dificultades tras haber pasado por el control antidoping que ha supuesto la presentación de sus cuentas de resultados. Ha sido el caso, por ejemplo, de Merrill Lynch, que esta misma semana ha presentado pérdidas trimestrales por primera vez en seis años como consecuencia de las provisiones realizadas para hacer frente a la crisis. Fuera victimismosComo en el ciclismo, en cuanto se conocieron los primeros casos la atención se centró en encontrar a los responsables. Esa búsqueda no se contentó con identificar a las entidades financieras dopadas, sino que también ha señalado a las agencias de calificación de riesgos, que no acertaron a separar los activos seguros de aquellos que no lo eran -como los derivados de las hipotecas de alto riesgo o subprime-. Y, por supuesto, el dedo acusador ha apuntado a los bancos centrales, entre cuyas funciones figura la de velar por el buen funcionamiento del sistema financiero. En su caso, y del mismo modo que la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha sido incapaz de atajar el dopaje, los bancos centrales tampoco han sabido restringir la abundancia de dinero, que ha sido el factor desencadenante de los excesos. Por si fuera poco, la crisis ha puesto en tela de juicio si estas instituciones pueden controlar la creciente sofisticación de los activos financieros, una sospecha que viene de lejos. "De forma inevitable, los bancos centrales, por bien informados que estén, siempre irán a la zaga de los mercados de hoy en las técnicas, intentando desesperadamente alcanzarlos", afirmaban Marjorie Deane y Robert Pringle en el libro Bancos centrales, publicado en 1994. Trece años después, las dudas siguen vigentes, con lo que se cuestiona la capacidad de estos organismos para atajar los excesos a los que pueden conducir las innovaciones sucesivas. "Creo que los bancos centrales no están lo suficientemente preparados para hacer frente a estas situaciones", afirma Stefan Isaacs, gestor de renta fija de M&G. Es decir, los bancos centrales, como los médicos de los organismos oficiales en el ciclismo, también van por detrás del dopaje. Y aún hay más. Los banqueros centrales insisten en la necesidad de ganar transparencia y contar con una regulación clara para salir del trance. Justo las mismas reivindicaciones que pide a gritos el ciclismo. Pero la banca central y el sistema financiero en conjunto también deben mirarse a sí mismos y extraer las lecciones pertinentes de los errores cometidos. No deben caer en el victimismo. El ciclismo lleva muchos años haciéndolo. Y no le está sirviendo de mucho.