madrid. Mes nuevo, problemas viejos. Sin apenas tiempo para haber puesto la hoja de julio en el calendario, el Tesoro Público afronta hoy su primera prueba de fuego. Y lo hace con la desagradable sorpresa del anuncio realizado por Moody's en la tarde de ayer. El examen consiste en una emisión de bonos a cinco años, cita en la que se ha propuesto captar entre 2.500 y 3.500 millones de euros. El último precedente de una colocación de estas características tuvo lugar el pasado 6 de mayo. Entonces, obtuvo 2.345,6 millones de euros, la demanda ascendió a 5.522,1 millones -superó en 2,35 veces la oferta- y la rentabilidad media se situó en el 3,53 por ciento. Desde entonces, sin embargo, la posición española en los mercados ha cambiado mucho. Y no precisamente para bien. Ayer, el rendimiento de los bonos a cinco años en el mercado secundario se encontraba en el 3,79 por ciento, una referencia que anticipa un claro encarecimiento de la emisión, puesto que en la víspera del último precedente ese nivel se limitaba al 3,48 por ciento. Es decir, los inversores exigirán unos intereses que podrían superar entre un 5 y un 10 por ciento a los de hace dos meses para adquirir papel español. Baja el diferencial El anuncio de Moody's puede anular el alivio generado en el mercado por la operación del BCE en la sesión de ayer. Su resultado propició una moderación de las tensiones, algo que se reflejó en la prima de riesgo de España, medida a través de la diferencia entre la rentabilidad de los bonos españoles y alemanes a 10 años. Antes de conocerse los datos finales de la inyección a tres meses, la brecha se amplió hasta los 208,7 puntos básicos -ó 2,087 puntos porcentuales-, para luego relajarse hasta los 199 puntos básicos.