El 11 de junio de 1987 se publicó la orden ministerial que alumbró uno de los productos de inversión más conocidos por los ciudadanosmadrid. Ya lo dice la última campaña publicitaria realizada por el Tesoro Público. "Es tiempo de letras", sentencian certeramente los anuncios que inundan los periódicos, las radios y las televisiones en las últimas semanas. Y es que a dicho eslogan no le falta ni un ápice de razón en estos momentos. En primer lugar, porque hace justo veinte años, el 11 de junio de 1987, se publicó la orden ministerial que dio lugar al nacimiento de las letras del Tesoro, un producto que vino a sustituir a los pagarés del Tesoro existentes hasta ese momento. Y en segundo término, porque este aniversario llega en un momento dulce para estos títulos, ya que actualmente ofrecen su rendimiento más alto desde septiembre de 2001. Sin duda, las letras son uno de los productos de inversión que resultan más familiares para los ciudadanos. Las habituales campañas promocionales han contribuido a ello, pero también su propia naturaleza. Las letras figuran entre las herramientas que tiene a su disposición el Estado para obtener financiación mediante la emisión de deuda en los mercados. Para ello, se sirve del Tesoro Público, uno de los brazos del Ministerio de Economía, que es el organismo encargado de llevar a cabo las emisiones a través de unas subastas que celebra una vez al mes. Por lo tanto, cuentan con el respaldo del Estado, lo cual siempre les confiere una mayor seguridad frente a, por ejemplo, la deuda corporativa. Esta impresión se refuerza, al mismo tiempo, porque son un producto a corto plazo, con lo que están expuestos a menos riesgos dada su reducida vida. En concreto, las letras se pueden emitir a 6, 12 y 18 meses, una gama que el Tesoro maneja según la conveniencia de cada momento. De hecho, en lo que va de año sólo ha recurrido a las letras a doce meses, aunque a partir de agosto también subastará títulos a seis meses. Esta corta duración supone un atractivo adicional para los inversores, puesto que no deben esperar demasiado tiempo -como máximo un año y medio- para recuperar el dinero invertido con la ganancia correspondiente, que proviene de los intereses que llevan aparejados estos activos. Grandes diferenciasPero, más allá de suponer una alternativa de inversión para los ahorradores, las letras constituyen un baremo ideal para repasar la evolución de la economía española en las dos últimas décadas. Su trayectoria revela cómo ha ido desarrollándose tanto las cuentas públicas como la propia situación económica y financiera del país. Dos son los principales elementos que reflejan ese desarrollo. El primero tiene que ver con las necesidades de financiación del Estado, que se han ido reduciendo por la mayor contención del gasto público. Como reconoce el propio Tesoro, "la buena marcha de las finanzas públicas españolas ha permitido recortar las emisiones". Las cifras avalan esta afirmación. Así, frente a los 94.000 millones sacados al mercado en 1995, que supuso la cantidad más alta de la historia, durante el pasado ejercicio las emisiones se redujeron a 25.900 millones de euros. La segunda gran vinculación entre las letras y el desarrollo económico de España radica en la rentabilidad. Durante sus siete primeros años de historia, las letras a doce meses ofrecieron unos rendimientos superiores al 10 por ciento, con momentos puntuales en los que incluso llegaron a rebasar el 15 por ciento, al calor de unos tipos de interés oficiales -que por entonces aún manejaba el Banco de España- de dos dígitos. Además, en 1987 España apenas llevaba un año dentro de la Comunidad Económica Europea (CEE), y aún presentaba considerables atrasos económicos y financieros que exigían al Estado abonar unos intereses altos en la deuda que emitía. Este paisaje comenzó a cambiar cuando empezó el proceso de convergencia con el resto de los países europeos, un camino que resultaba ineludible para terminar adoptando el euro como moneda oficial en sustitución de la peseta. La persecución de esta meta conllevó el cumplimiento de los criterios sobre déficit público, inflación y tipos de interés establecidos en el Tratado de Maastricht, y que suponían la nota de corte para acabar llegando a la zona euro. Como consecuencia de esta evolución, e influida sobre todo por la reducción de los tipos y la mejor posición financiera de España, la rentabilidad se adentró en una constante espiral bajista. Así, en 1995 ya se situó por debajo del 10 por ciento, y apenas tres años después se despidió de la barrera del 5 por ciento, un nivel que no ha vuelto a tocar desde entonces. Atractivo crecienteEso sí, las letras soplarán hoy las veinte velas en su mejor momento de los últimos seis años, que es el periodo que llevaban sin ofrecer unos rendimientos tan altos como los actuales. En la última subasta celebrada hasta la fecha, que se llevó a cabo el pasado 16 de mayo, se colocaron entre los inversores con un interés del 4,199 por ciento, y todo indica que la próxima, que tendrá lugar el 20 de junio, arrojará un saldo más apetitoso para los inversores. Así lo anticipa la evolución reciente de la rentabilidad de las letras en los mercados financieros, ya que durante la semana pasada el rendimiento escaló hasta el 4,33 por ciento.Aunque no son unos niveles espectaculares, resultan más que sugerentes para los inversores después de las bajas rentabilidades vistas en los últimos años. De hecho, las letras se subastaron en junio de 2005 con un interés inferior incluso al 2 por ciento, muy inferior al 3,1 por ciento en el que se encontraba la inflación. Es decir, los intereses que ofrecían en aquel momento no daban ni para cubrir el incremento del coste de la vida. Ahora, en cambio, las letras dan para eso y más, porque a unos rendimientos que superan el 4 por ciento se une que la inflación se ha frenado hasta el 2,4 por ciento. Pero su caché como alternativa de inversión atractiva también ha crecido por otros motivos. Por un lado, siguen siendo comparativamente más interesantes que sus hermanos mayores, las obligaciones del Tesoro a 10 años. El rendimiento de éstas se encuentra ahora en el 4,6 por ciento, una cifra que si bien supera a la de las letras, no lo hace con la amplitud suficiente como para compensar los mayores riesgos que conllevan las obligaciones. Al mismo tiempo, la rentabilidad de las letras también es mayor que la ofrecida por otros productos, como las cuentas de alta remuneración que ofrecen las entidades financieras, que no pasan del 3,5 por ciento en este momento. Al abrigo de los tiposPara recuperar su gancho entre los ahorradores, los títulos emitidos por el Tesoro Público han contado a su favor con la subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE). La rentabilidad de las letras comenzó su remontada en la segunda mitad de 2005, una vez que la situación económica de la zona euro comenzó a mejorar y sentó las bases para que el BCE pudiese empezar a subir unos tipos que llevaban en el 2 por ciento desde junio de 2003. El primer incremento se produjo el 1 de diciembre de 2005, fecha en la que la institución monetaria elevó los intereses un cuarto de punto, hasta el 2,25 por ciento. Desde entonces, el BCE ha llevado a cabo siete aumentos más, todos ellos de un cuarto de punto, una secuencia que, además de situar el precio del dinero en el 4 por ciento, ha nutrido el rendimiento de las letras. Y parece que seguirá siendo así durante algún tiempo, ya que, según dejó entrever el BCE en la reunión que celebró la semana pasada, los intereses todavía no han tocado su techo y podrían subir, como poco, al 4,25 por ciento en septiembre. Las letras, por lo tanto, aún pueden recibir más noticias que celebrar. Hoy, de momento, ya tienen una muy especial, su vigésimo aniversario. ¡Felicidades!