Con la acción sin levantar cabeza, vuelve el argumento de la recompra de títulosMADRID. 2001-2006. Río de Janeiro, Sevilla, Madrid y Barcelona. Cuatro conferencias de inversores y un desgaste físico, no de concepto, cada vez más claro. El paso del tiempo en la cara de César Alierta, presidente de Telefónica, ha servido para delimitar la forma de la compañía, hoy centrada en telecomunicaciones más que nunca, más europea que nunca, inmersa en el punto de inflexión de fusionar toda filial que suene a negocio fundamental y deshacerse de la que no lo sea, aunque sea tan histórica como TPI Páginas Amarillas o tan costosa como lo fue Endemol.Alierta se enfrenta hoy a su quinta conferencia anual de inversores. Ha engordado a la compañía, la ha colocado en el grupo de cabeza de las telecos mundiales, y le ha puesto un cinturón tejido con deuda que no le deja comer mucho más. Y aún así, hoy puede presentarse ante un grupo de 300 representantes de la comunidad financiera internacional convocados y decir que cumplieron con las promesas de clientes, con las de retribución en forma de dividendo, con la recompra de acciones y pronosticar una rentabilidad para el accionista del 6,9 por ciento en 2006. La cita, esta vez, en Valencia. La cifra estrella: 8.300 millones de euros hasta 2007 en recompra de acciones. El plan eran 4.000 millones hasta 2006, ya ampliados el año pasado, cuando se llevaba invertido en recompra 2.300 millones, hasta 6.000 millones más con plazo 2007. Y como Telefónica, campeona nacional de las telecos por tener sede en Madrid, pero de la que son propietarios fondos de inversión internacionales, como ocurre en la mayoría de las cotizadas, les dice a los analistas y a los financieros hoy que esa política de retribución no la han seguido ni Deustche Telekom, ni France Télécom, las otras dos grandes que podrían restarle puntos a la española en las carteras de telecomunicaciones. ¿Todo lo prometido en los encuentros anteriores se ha cumplido? No todo. Los ingresos y el beneficio del primer trimestre de 2006 prometen cifras históricas a cierre de año, pero la deuda no estaba dentro de los pronósticos. Es más, Alierta se comprometió, encuentro tras encuentro, a mimar los niveles de calificación crediticia y una sola operación, un movimiento maestro pero un movimiento controvertido, ya que cogió con el pie cambiado a los analistas, provocó un efecto dominó, cuando menos, preocupante. ¿Qué ha cambiado? La respuesta es la compra de la británica O2, que ha agigantado la deuda (53.510 millones de euros ahora, casi el doble que hace un año), ha debilitado la calificación crediticia (rebajada dos veces en seis meses), ha amplificado los gastos financieros (524 millones en el primer trimestre de 2006, el 65 por ciento más que en el mismo periodo de un año atrás), y ha afectado a la generación de caja libre de compromisos. Todo ello reforzó la necesidad de cumplir con la promesa de recompra de acciones y entrega de un dividendo mínimo al año de 0,5 euros por acción. Pero esa misma promesa amenaza con incrementar la deuda. Y vuelta a empezar.