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Eslava Galán retrata la España en la que todo era "pecado de lujuria"
"Lujuria", editado por Destino, es la primera entrega de la serie "Pecados capitales de la historia de España" a la que seguirá la dedicada a la avaricia, también escrita por Eslava Galán.
Desde el siglo XIX hasta la Transición, el escritor repasa con humor la historia de la sexualidad en España, pasando de las aficiones de Isabel II y Alfonso XIII al "destape", de las épocas más liberales durante las dos Repúblicas a las situaciones "absurdas e hilarantes" provocadas por la Iglesia y la censura franquista en su cruzada antilujuria.
"Los españolitos desde mitad del siglo XIX han sido víctimas de las predicaciones de la Iglesia que se centraban en la lujuria, como si no hubiera otro pecado, lo que creó generaciones de reprimidos, como la mía, obsesionados por el sexo", asegura Eslava Galán en una entrevista con Efe.
En una España de doble moral, la pornografía estuvo muy bien vista y se consideraba elegante como costumbre de las clases altas pero en cuanto se abarató su consumo y se extendió a las clases medias, se convirtió en perniciosa, recuerda el autor, que ha incluido en el libro fotografías y material de su colección, que lleva "toda la vida" acumulando.
Con numerosas citas y documentos bibliográficos, junto con algo de ficción basada en su experiencia personal, Eslava Galán explica cómo la represión de la lujuria que se vivió durante muchas décadas en España era "una olla a presión que reventó y dio paso al destape".
De un extremo a otro, dice, España se "pasó de frenada", de tal forma que ahora es más liberal que los países que la rodean: "No hemos llegado al término medio", asegura.
Una España que no reconocía cuando, tras permanecer tres años en Inglaterra en el paso del franquismo a la democracia, un compatriota le enseñó la portada de la revista Interviú en la que aparecía desnuda Marisol: "No me podía creer que lo vendieran en los quioscos", recuerda Eslava Galán.
Y es que hasta hace poco había estado prohibido usar en los periódicos, en la literatura, en el cine o en publicidad palabras como "braga" o "muslo": "¿Qué se pone en lugar de 'braga' señor?", pregunta en el libro a su jefe un nuevo empleado destinado al Servicio Nacional de Prensa en los años 50.
"Nada. No se pone nada: es que no hay necesidad de ser tan minucioso. Si la mujer se pone unas bragas, con perdón, se dice por ejemplo: 'La dama se vistió'. Y si se despoja de esa prenda, se escribe: 'Se desvistió'. Nunca se desnudó.", instruye el jefe.
Así se evitaba todo lo pudiera parecer "lujurioso y pecaminoso de por sí", que era mucho, como explica también en sus capítulos dedicados al baile, "la feria predilecta de Satanás"; las playas, "ocasión próxima de pecado", o el cine, "escuela de perversión", para las autoridades de la época.