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Pacheco, el escritor humilde que llevó cercanía al solemne Premio Cervantes
"No me dieron tirantes para los pantalones", fueron las primeras palabras que el escritor dirigió a los periodistas que le esperaban en el claustro de la universidad madrileña de Alcalá de Henares, minutos antes de que comenzara el acto.
Y estas palabras, que se convirtieron en la anécdota, la de que se habían caído los pantalones, el escritor lo interpretó "como un buen argumento contra la vanidad".
"De repente eres un ser humano como cualquier otro", apuntó con naturalidad, consiguiendo que esa circunstancia, que no le incomodó en ningún momento, no quitara brillo al solemne acto de entrega del premio.
Incluso desde la cátedra del paraninfo, desde donde dirigió su discurso tras subir lentamente sus escaleras, Pacheco, con elegancia, deseó que se lo hubieran otorgado a Miguel de Cervantes "para aliviar sus últimos años".
Sus palabras fueron largamente aplaudidas por las autoridades presentes en el acto, entre ellas, los Reyes de España, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero; la responsable de Cultura del Gobierno mexicano, Consuelo Sáizar, y la de España, Ángeles González-Sinde.
También se encontraban entre los invitados la directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel; el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, y el secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales.
Del brazo de la reina Sofía, Pacheco recorrió las dependencias de la universidad y a la salida, la tuna puso el broche a este acto, cantándole canciones como "Jalisco no te rajes" y "Adelita".
"A la tuna en México le llaman la estudiantina, me gusta mucho", dijo.
El escritor agradeció "los amables y generosos" discursos que le dedicaron en el acto del entrega del premio el rey Juan Carlos y la ministra española de Cultura.
"Ha sido muy emocionante la ceremonia, muy hermosa, pero como ven, me siento cansado, tengo poca habilidad para desplazarme", explicaba a los insistentes periodistas, que, ante la amabilidad de Pacheco, le preguntaron una y otra vez durante su recorrido por las dependencias de la universidad de la localidad natal de Miguel de Cervantes.
Después vinieron varios posados para los fotógrafos, con Pacheco sentado junto a las columnas del claustro, cansado, apoyado en su bastón, y siempre con un sonrisa amable.
El escritor seguía andando, ya hacia su última etapa, la inauguración de una exposición de fotografía que la universidad le ha dedicado, "El mar no tiene dioses".
Y surgió una última reflexión: "Yo todavía no me lo creo. Lo veo pero no lo creo. Lo que pasa es que ya mañana, cuando lo crea, no existirá", dijo.