Inversión y filantropía: colaboración para maximizar el impacto
Rosa Sangiorgio, Christoph Courth
Existe un importante déficit de financiación para abordar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para 2030 (ODS). La ONU estima que se precisan alrededor de 2,5 a 3 billones de dólares anuales. Pero las inversiones actuales solo suman 1,5 billones, así que faltan 2,5 billones/año. Consulte más artículos de opinión sobre sostenibilidad en elEconomista Inversión sostenible y ESG.
Por su parte las entidades filantrópicas y fundaciones globalmente, asignan 1 a 5% de su capital al año a misiones caritativas, pero cuentan con dos billones de dólares en activos, que podrían dirigirse a oportunidades de inversión responsable de impacto positivo. Aun así solo cubrirían un año de necesidades de inversión para los ODS. Así que es preciso más. En concreto, emplear 1% de la riqueza financiera global total, estimada en 250 billones de dólares (BCG Global Wealth 2021, incluyendo efectivo y depósitos) resolvería los problemas. A ello contribuirán los 16 billones de dólares que se transmitirán los próximos 25 años a la nueva generación, pues 79% de millennials cree que los problemas sociales y ambientales son más importantes que la acumulación de riqueza para su legado (Wealth-X, The New Face of Wealth, The Economist 2018).
No se trata solo de ser buenos ciudadanos, sino de capturar una increíble oportunidad de inversión
De momento el mercado de inversión de impacto ya alcanzó en 2020 aproximadamente 715.000 millones de dólares en activos bajo gestión, según Global Impact Investment Network. Entonces, una de cada cuatro oficinas de familia (estructuras y profesionales dedicados a conservar la riqueza económica de la familia y formar la siguiente generación) a nivel mundial dedicaba recursos a inversión de impacto y dos tercios planeaba aumentarlos hasta el 10 a 100% de sus carteras los próximos cinco años.
Efectivamente, ya no se trata solo de ser buenos ciudadanos o de minimizar riesgos, sino de capturar una increíble oportunidad de inversión de 2,5 billones anuales. De hecho, al empleo de la riqueza es ya un continuo complementario entre inversión y filantropía, con diferentes roles. Aunque asesores filantrópicos y expertos en inversión sostenible y de impacto no interactuaban en absoluto hace seis años, actualmente somos más conscientes de los desafíos que abordar conjuntamente, desde cambio climático y pérdida de biodiversidad hasta asuntos relacionados con la alimentación y el consumo responsable.
Así, como gestores de inversión siempre se nos ha pedido que usemos los recursos de manera eficiente. Estamos acostumbrados a tomar decisiones "objetivas", empleando métricas y tratando de dejar a un lado en la medida de lo posible los sesgos de comportamiento, con resultados claros y comparables, de manera estandarizada, hacia lo que la filantropía debe evolucionar. Del mismo modo los inversores tenemos mucho que aprender de la filantropía. Tiene acceso a expertos sobre el terreno y, dada su naturaleza humanística y espíritu de colaboración, puede ayudar a identificar problemas de base apremiantes y desafíos reales, así como sensibilidades culturales y habilidades diplomáticas y sabe cómo medir e informar el impacto no financiero. Además, cuanto más honesto y abierto sean ambas prácticas respecto a sus propias debilidades y fortalezas, más probable es el alcance.
Este intercambio no es universal, pero ya hay un número creciente de iniciativas de "finanzas sociales" cuyo éxito depende en gran medida de este aprendizaje interdisciplinario. Se trata de modelos de financiación de proyectos que combinan una "aportación" inicial, a menudo de una entidad filantrópica, con una inversión posterior para lograr escala. De esa manera ambas partes trabajan de manera coordinada. Es el caso de las finanzas sociales, que adaptan modelos de inversión para abordar causas sociales y ambientales, con pagos a los inversores por el correspondiente éxito, como son los bonos de impacto social o de desarrollo, los préstamos con bajos intereses o sin intereses o la inversión en acciones de empresas sociales.
En cualquier caso, no todos los temas sociales o ambientales son invertibles y siempre habrá necesidad de subvenciones y donaciones. De hecho el capital filantrópico es clave en situaciones de emergencia, pues proporciona ayuda rápida. Facilita nuevas iniciativas y enfoques y es súper flexible, pues puede detenerse o cambiar de dirección. Puede ser paciente y extenderse varias generaciones, pues la mayoría de problemas no se solucionará rápidamente. También cabe la filantropía destinada a producir cambios sistemáticos, aprovechando todos los recursos. Sea lo que sea, la filantropía va más allá de la simple donación y requiere un enfoque estructurado y estratégico, teniendo un objetivo final y compromisos financieros alineados, habitualmente mediante una estructura legal.
La evidencia empírica señala que invertir en base a criterios ASG produce exceso de rentabilidad y reduce el riesgo a largo plazo
Ahora bien, un enfoque de inversión es necesario para ganar escala en las soluciones y hacerlas estándar o que de amplio uso. El espectro incluye la inversión que integra factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG), la que promueve características ambientales y sociales y la de impacto positivo, dirigida a actividades que contribuyen a objetivos ambientales o sociales, correspondiente con al Art.9 de clasificación del Reglamento de Divulgación sobre finanzas sostenibles de la UE.
Así, aunque mediante la filantropía es posible financiar una idea, incluso si tiene bajas probabilidades de éxito, una vez que hay un prototipo y la idea comienza a "venderse", la inversión puede apoyarla o facilitar que sea escalable. Es el caso del modelo lineal de extraer recursos, utilizarlos para producir, consumirlos y desperdiciarlos, que ya no es sostenible. Necesitamos un modo circular y tal cambio requiere apoyarse en la inversión.
De hecho, la industria financiera ha respondido mediante soluciones que se han comportado mejor durante la crisis Covid y un número creciente de estudios confirma que la inversión responsable no perjudica la rentabilidad y puede ser superior a largo plazo. La evidencia empírica de miles de estudios señala que invertir teniendo en cuenta criterios ASG produce exceso de rentabilidad y reduce riesgo a largo plazo. De manera que cada vez vemos más colaboraciones entre Fundaciones y Capital Riesgo. Con ello se cubre todo el espectro del uso de la riqueza, en un continuo destinado a hacer cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para 2030.
Rosa Sangiorgio es directora de ASG de Pictet WM, y Christoph Courth es director de servicios filantrópicos en Pictet WM.