Internacional

Los conservadores preparan la caída de May ante la parálisis del Brexit

  • Su sucesor afrontará el mismo calvario por la división de los principales partidos
Theresa May, primera ministra de Reino Unido. Autor: Reuters.

Eva M. Millán

El Partido Conservador ha comenzado a redactar el epílogo político de Theresa May, ante la innegable evidencia de que ha agotado todos los ases que le quedaban en la manga para materializar la salida de Reino Unido de la Unión Europea (Brexit).

Aunque las conversaciones con el Laborismo entran este mismo lunes en una fase plenaria, la impopularidad de la primera ministra británica, cuyos aliados ven ya su continuidad insostenible, y la división en los dos principales partidos ante el divorcio reclamarán su cabeza como precio por un desbloqueo que continúa siendo incierto.

May había tendido la mano al eterno rival ante la imposibilidad de cumplir con el mandato del referéndum de 2016 con el apoyo de sus filas y de los unionistas norirlandeses de quienes depende para gobernar. La maniobra contenía una cierta astucia estratégica, pero profundizó en la brecha generada por el plebiscito en la derecha, que no solo consideró una "traición" sentarse con el enemigo, sino que ve inconcebible admitir las contrapartidas demandadas por el Laborismo.

La premier estaría preparada para aceptar la continuidad en una unión aduanera que exige la oposición, al menos, de manera temporal, hasta las próximas generales, para que, una vez en campaña, cada formación proponga su propio modelo para la futura relación. El carácter interino del planteamiento está específicamente diseñado para poder justificarlo ante los tories, pero la artimaña no ha convencido a ningún bando: los laboristas han detectado que constituye, básicamente, lo contenido ya en el acuerdo con Bruselas; mientras que sus oponentes no están dispuestos a claudicar en materia aduanera.

La disputa, en sí misma, sería suficiente para declarar el acta de defunción de cualquier proyecto, pero el Brexit no es una opción voluntaria ni para el Gobierno, ni para el Parlamento, pese a que el presidente del Consejo Europeo detectase la semana pasada un 30 por ciento de posibilidades de que finalmente no tuviese lugar. De ahí que May crea tener un plan: volver a someter su propuesta a consulta en Westminster, incluso mediante una mutación legislativa, como parte de la normativa doméstica necesaria para ejecutar la ruptura, es decir, la denominada Ley de Retirada de la UE.

El problema de su solución es que necesita de la aquiescencia de un grupo parlamentario que ha perdido la fe en su liderazgo e, indudablemente, de un puñado de votos de una oposición que, en teoría, no obtendría rédito alguno de rescatar a una administración conservadora. Por ello, la viabilidad de una vía de escape ha quedado taponada por el peso de una realidad que, como una maldición política, no se resolverá con un mero recambio en el Número 10. May puede haberse quedado sin ideas, pero resulta difícil imaginar que cualquiera de los que aspiran a reemplazarla cuente con la fórmula para resolver un bloqueo que ni responde a siglas, ni entiende de lealtades ideológicas.

Carrera sucesoria

La carrera sucesoria ha comenzado públicamente, pero quien gane debe saber que hallará los mismos obstáculos que provocaron el fracaso de May: una Cámara de los Comunes que no ha aclarado qué estaría dispuesta a admitir en materia de salida y un partido consumido por las luchas cainitas. En este escenario, la tentación de un adelanto electoral es innegable, pero el severo correctivo sufrido por los dos principales partidos en las locales de hace diez días y la aniquilación a la que los conservadores se dirigen, según las encuestas, en las europeas del 23 de mayo, en las que el Partido del Brexit podría superar un tercio de los votos, debería sofocar cualquier apetito de jugársela de nuevo en las urnas.

El panorama es, por tanto, desalentador y si bien May es responsable por cómo condujo la negociación, bajo el máximo secretismo y sin consultar ni al Parlamento ni a su partido, su legado será un campo de minas para cualquier relevo, independientemente de en qué bando limite. La asunción general es que el próximo inquilino del Número 10 será un partidario del Brexit, , pero la última palabra compete a Westminster. Sin el beneplácito de los diputados, ningún primer ministro podrá apostar por el divorcio no pactado repetidamente jaleado por los tories.

Esta semana, la cúpula conservadora exigirá a May una fecha para abandonar y es difícil que acepte la vaguedad de una nueva votación parlamentaria que ella prevé ofrecer como respuesta. Su futuro ya no está en sus manos y con la moción de no confianza prevista por la militancia el 15 de junio, resulta complicado vislumbrar una salida digna como único consuelo ante un magnicidio que parece inevitable antes de verano.