Televisión
Broncano, el arte del linchamiento y su eficaz pero peligrosa estrategia de aliarse con el bulo para generar odio
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Martín Alegre
El linchamiento mediático que ha fabricado David Broncano usando la televisión de todos los españoles desenmascara cuál era su principal misión, desvelada por Informalia el pasado 28 de febrero, cuando adelantamos en primicia tanto el fichaje del showman como la motivación de Moncloa: desacreditar a Pablo Motos, azote de Pedro Sánchez por sus posiciones críticas con el Gobierno.
Este duelo al Sol que se ha inventado el showman como parte de una estrategia de márketing no solo televisivo sino político es muy peligrosa aunque eficaz. A Broncano no le ayuda la paz. Suma más con las guerras. Lo que podría haber sido solo una elegante rivalidad profesional se ha convertido en un espectáculo de polarización tóxica, marcado por bulos y acusaciones sin pruebas y secundado por la televisión pública.
Broncano, conocido por su ingenio, se estrenó con extraordinarios datos de audiencia, aupado no solo por llegar mordiendo el sagrado espacio del Telediario y por sus indiscutibles virtudes profesionales. Al éxito inicial de La Revuelta contribuyó en buena medida la larga y extensa campaña que precedió su llegada a La 1. Precisamente por el escándalo que suponía que Moncloa moviera ficha con millones de dinero público para destruir al 'disidente Pablo Motos'.
Broncano se benefició del escándalo. Pero una vez pasó la efervescencia inicial bajó el entusiasmo de sus militantes y también los datos de audiencia que, siendo magníficos, acusaban cierto desgaste y le situaban hasta el día que montó la pataleta por detrás de Pablo Motos (perdió durante toda la semana). Este lunes, la técnica del linchamiento mediático y de instigar los violentos haters para que arrancaran el corazón del rival, surtió su efecto y cuando Broncano le ha preguntado este martes al espejo mágico de las audiencias, el reflejo le ha dicho que de nuevo es el más guapo del reino.
Pero emprender un ataque despiadado contra su rival, usando la televisión pública y las redes sociales como sus principales armas, es un juego peligroso. Lo que en un principio era una disputa sobre invitados, hoy es un caso de manipulación que pone en peligro no solo la imagen de Motos (y tal vez la de TVE) sino la propia integridad del presentador de El Hormiguero.
El ataque orquestado: una estrategia del pasado con un disfraz moderno
David Broncano ha demostrado ser un comunicador hábil, un hombre que sabe captar la atención y crear contenido viral. Sin embargo, su reciente pataleta mediática contra Pablo Motos expone un lado más oscuro de su estrategia: el uso calculado de la polémica como herramienta para recuperar una audiencia menguante. Broncano no solo acusó a Motos de 'robarle invitados', sino que además activó a su base de seguidores, un ejército en TVE, medios afines a Moncloa y sobre todo en la selva digital, que replicó y amplificó el mensaje hasta convertirlo en un violento ataque coordinado contra El Hormiguero.
En su discurso, Broncano recurre a un paralelismo absurdo, insinuando que respetar acuerdos firmados —como el compromiso confirmado por los representantes de Jorge Martín con Antena 3— es equivalente a prácticas incivilizadas, como la esclavitud o el maltrato animal. Este tipo de falacias que usa Broncano como argumento son propias de los manuales de propaganda más burdos. Pero es útil para simplificar el debate y encender emociones, desviando la atención del verdadero fondo del asunto: la falta de pruebas y la irresponsabilidad de unas palabras que son una bomba de relojería, con una onda expansiva que puede descontrolarse hasta límites que no podemos establecer.
El papel de la televisión pública y las redes sociales
Broncano no actúa solo. La televisión pública, un medio que debería garantizar neutralidad y equilibrio, está al servicio del plan de Moncloa para castigar a Motos, y ha ofrecido un escaparate para este linchamiento, reforzando la narrativa del humorista en detrimento de Motos. Este último, líder indiscutible del prime time durante casi dos décadas, ha ejercido su libertad de expresión y opinión, y ha sido un crítico constante por lo que ha considerado excesos del poder político, algo que le ha valido no pocos enemigos en el entorno mediático afín al Gobierno.
El esperable pero exagerado apoyo de TVE a Broncano no es casual. La pataleta del cómico fue incluida hasta en los telediarios y trufó la parrilla de La 1. Casi cada mañana hay un ministro en TVE (este martes está Marlasca) y las cadenas rivales quisieran tener a miembros del Gobierno a diario que optan por ir a La 1 pero no vemos pataletas.
En un clima de polarización mediática, es más fácil amplificar el discurso de una figura joven, fresca y 'moderna', aunque esta recurra a las mismas tácticas que se critican en los supuestos villanos al estilo del peor Steve Bannon o de Alvise Pérez.
Broncano, que enarbola la bandera del humor y la irreverencia, se convierte así en el propagandista involuntario de un modelo de comunicación que prioriza el ataque sobre el debate, la emoción sobre la razón. El bulo como arma para destruir al enemigo despertando a los peores monstruos de las redes sociales.
El bulo como arma de destrucción reputacional
Si Broncano tiene pruebas de que Motos ha cometido alguna ilegalidad que acuda a los tribunales. Si son opiniones que lo diga pero que asuma la responsabilidad de señalar desde medios públicos masivos y las consecuencias del ataque que ha iniciado. No es descartable que los perjuicios ocasionados con publicidad pudieran ser demandables.
Lo que convierte este caso en un ejemplo preocupante no es solo la acusación sin pruebas, sino la utilización del bulo, eso que tanto preocupa a Pedro Sánchez, como herramienta de destrucción reputacional. Cuando Broncano insinúa que Motos es un oportunista que se apropia de sus invitados ataca a su competencia directa. Esa libertad de expresión esconde un interés claro en desacreditar a su rival.
El problema radica en las consecuencias de estas palabras. En un ecosistema mediático donde las redes sociales funcionan como temibles cámaras de eco, cualquier acusación, por infundada que sea, puede convertirse en una verdad aceptada por la opinión pública. Broncano ha lanzado una piedra que, en el mejor de los casos, golpea la reputación de Motos; en el peor, puede desencadenar reacciones peligrosas por parte de individuos que, como vemos en redes, confunden la libertad de expresión con el odio.
Una responsabilidad que Broncano no podrá eludir
La gran paradoja de David Broncano es que, mientras acusa a Motos de ser un producto del pasado, recurre a las tácticas del bulo. La polarización, la victimización y la manipulación emocional son sus herramientas y no son precisamente innovadoras.
Sus palabras le colocan en una posición ética cuestionable. Lo que está en juego aquí no es solo la imagen de Pablo Motos. Al recurrir a este tipo de estrategias, el humorista corre el riesgo de convertirse en lo que critica: una figura polarizadora que utiliza su plataforma para atacar en lugar de construir.
David Broncano tiene aún la oportunidad de rectificar, de recuperar la esencia de lo que le hizo grande: el humor inteligente, la frescura y la capacidad de conectar con una audiencia diversa. Pero para ello, deberá olvidar la misión que le impuso Moncloa y dejar de lado la estrategia de aliarse con la soberbia, el odio y la mentira como compañeros de viaje.