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El racionamiento de alimentos en Cuba cumple medio siglo



    Salvavidas para unos y obsoleta para otros, la cartilla de racionamiento de alimentos en Cuba, la más antigua de la época moderna, cumple 50 años en medio de un plan de reformas económicas del Gobierno orientadas al mercado que llevaría a su eliminación.

    Puesta en marcha en julio de 1963 por el retirado líder cubano Fidel Castro para enfrentarse a la escasez de alimentos derivada del embargo económico aplicado por Estados Unidos tras la revolución de 1959, la cartilla de racionamiento ha garantizado a los cubanos una canasta básica de alimentos que incluye pequeñas cantidades mensuales de arroz, frijoles, café, huevos, azúcar y aceite.

    "Fue una necesidad del país y hay que mantenerla hasta que existan condiciones para liberarla, hasta que haya productos suficientes para liberarla", dijo Pedro Ruiz, un anciano que trabaja como vigilante nocturno.

    "Por lo menos garantiza lo elemental (...) el pan va para la casa, las cosas más o menos necesarias van para la casa, no es lo que uno quisiera, pero bueno, es la necesidad que tenemos", agregó.

    Pero la conocida libreta ha estado en la mira del presidente cubano Raúl Castro, que reemplazó a su hermano Fidel en la presidencia de la isla en 2008, advirtiendo que es una carga "irracional e insostenible" para el Estado. Algunos productos, como detergentes y jabones, han dejado de ser subsidiados y ahora se venden en el mercado libre.

    Fuentes cercanas al Gobierno sostienen que mantener este antiguo método de distribución de alimentos cuesta unos 25.000 millones de pesos al año, el equivalente a 765 millones de euros, de los cuales la población solo paga el 12,3 por ciento y el resto corre por cuenta del Estado. Cuba ha importado durante años el 80 por ciento de los alimentos subsidiados.

    Su eliminación gradual es parte de un plan más amplio de reformas que impulsa Raúl Castro para sacar a flote la economía de la isla y modernizar el socialismo instalado hace medio siglo.

    Como parte de las nuevas medidas, el Gobierno está reduciendo el papel del Estado en la economía, ampliando el sector privado y cooperativo, dando mayor autonomía a las empresas estatales y adoptando medidas para mejorar la calidad de vida de los cubanos, que ahora pueden comprar y vender coches y casas, viajar al extranjero con mayor facilidad, arrendar tierras y hasta tener sus propios negocios.

    ¿Aferrados a la cartilla?

    Las autoridades sostienen que con el plan de eliminar la cartilla de racionamiento nadie quedará desamparado, basándose en el principio de que el Estado buscará subsidiar personas y no productos, pero su eventual desaparición está despertando encontradas pasiones entre los cubanos.

    "La libreta es necesaria porque asegura al mes un poco de arroz, huevos, azúcar, leche a los enfermos. No alcanza pero al menos alivia y el resto hay que buscarlo en el mercado abierto", dijo a Reuters Ignacio Lima, empleado de un punto de distribución de alimentos en La Habana.

    Verena Rodríguez, de 72 años, dice que la cesta básica es vital. "Tiene que mantenerse porque sin ella unos comerán y otros no. (...) El que tiene dinero lo compra todo pero el que no tiene no compra", dijo aludiendo a que con unos 10 pesos cubanos o 34 céntimos de euro, puede comprar al menos pocas cantidades de frijoles, arroz, aceite y azúcar.

    El debate sobre la conveniencia de mantener o suprimir la libreta de racionamiento está poniendo al desnudo la brecha que está surgiendo entre el sector privado, de mayor poder adquisitivo, y los empleados estatales y jubilados, cuyos salarios no sobrepasan los 15 euros al mes. Todos, en cambio, acceden a los servicios gratuitos de salud y educación.

    "La libreta hace rato que no cuenta, que no alcanza, es simbólica", dijo a Reuters María Ramírez, de 39 años y empleada en un negocio privado que vende comida italiana a domicilio y gana unos 150 euros cada mes.

    Bert Hoffmann, experto en temas cubanos del Instituto Alemán de Estudios de Área y Globales con sede en Hamburgo, dijo a Reuters que "es natural" que los cubanos se aferren a la libreta de racionamiento.

    "Los cubanos no confían en que el sistema de asistencia social específica que el Gobierno promete será mejor, confiable (...) ni que la supresión de la cartilla de racionamiento dará lugar a salarios más altos o a más bajos precios en los mercados de alimentos", dijo Hoffmann.