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Afganistán e Irak ¿mataría antes de ser destinado allí?



    Son las guerras que los soldados no quieren luchar, que los ciudadanos no quieren financiar pero que los gobiernos parecen empeñados en combatir. Son Irak y Afganistán. Frentes abiertos que podrían haber llevado precisamente a quiénes obligan a luchar en ellos a cometer una matanza antes de ser destinado.

    El tiroteo en la base militar de Fort Hood, en Texas, en el que han fallecido 12 personas, ha levantado todavía más polvo sobre la legitimidad de las causas abiertas por la comunidad internacional en Oriente: Irak y Afganistán.

    Si bien las administraciones apuran sus últimas acciones en Irak, el frente afgano mantiene sus 'adeptos' en el frente político. Declaraciones de compromiso - como las del estadounidense Barack Obama o la de la española Carme Chacón -, presiones para aumentar las tropas y peticiones multimillonarias a las cámaras políticas para sufragar una guerra que, a estas alturas, poca gente entiende.

    ¿Defensa de los derechos o tozudez política?

    El apoyo popular ha descendido, los políticos dimiten porque no entienden el objetivo de la lucha y los soldados vuelven aterrorizados por los horrores que allí presencian y matan o se matan antes de ser enviados a esos frentes - en 2007 se suicidaron 115 militares, en 2008 fueron 128 y se teme que este año el número sea mayor-. Nadie, excepto los políticos, parecen entender que pasa en Afganistán.

    Según los últimos datos, más de 5.000 soldados americanos han muerto en Afganistán e Irak - 912 y 4.359 respectivamente -. Lejos de ser cifras en disminución, octubre se convirtió en el mes en el que más norteamericanos fallecieron en Afganistán, y los analistas advierten de que la estrategia no es la adecuada.

    A pesar de ellos, los políticos insisten. La ministra de defensa española ratificaba hace poco su compromiso y Obama, si bien reticiente a enviar nuevas tropas a pesar de las presiones, ya ha pedido 128.000 millones de dólares en este año para sufragar los gastos de las guerra. Unos gastos para mantener a los 67.000 americanos que hoy día combaten en terreno afgano apoyado por otros 42.000 de la Alianza Atlántica y que podrían aumentar. Enviar 40.000 efectivos más - la peticiones realizadas por los mando estadounidenses - costaría 20.00 millones de dólares al año.

    Así, amparándose en la legitimidad de una guerrra apoyada por la OTAN, en la defensa de los derechos humanos contra el régimen talibán, los gobiernos insisten en permancer en el frente. ¿Brillantez de estratega militar, defensa de los derechos o tozudez política?