Pymes y Emprendedores

El trabajo es un narcótico cuando la vida da miedo



    Hay gente que envidia al señor X por su cargo y su dinero. Suele salir de trabajar a eso de las nueve, tres horas más tarde de lo que le corresponde. También entra más temprano. Se lleva a casa deberes, documentos que leer, así que no sale a tomar una caña ni a cenar. Se mete en la cama e intenta dormir, pero no siempre le resulta fácil. El nuevo día es parecido al anterior y sin duda le reportará alguna satisfacción.

    No se la darán sus hijos ni sus amigos; será el fruto de su esfuerzo en la oficina. Un ascenso, una felicitación, una mejora en la consideración que le tienen sus compañeros.

    'Workaholic'

    Él no lo sabe, pero está enfermo: es adicto al trabajo, un workaholic. Y es probable que nunca llegue a asumirlo. Por el camino tendrá discusiones con su pareja, que no puede contar con él casi para nada. A sus hijos los verá poco y a sus amigos parecido. Sin embargo, puede que sea más feliz que muchas otras personas.

    Remedios Torrijos, profesora de Comportamiento Organizacional en el IE Business School, explica que estar enganchado al trabajo es "una forma de narcotizarse de la vida que evita estar pendiente de los asuntos personales. Hay ciertos aspectos de la vida que duelen cuando uno toma contacto con ellos".

    El workaholic puede ser un hombre o una mujer (los expertos consultados no se ponen de acuerdo en este punto). Su dedicación al trabajo le ha procurado un cargo directivo. Tiene unos 40 años y trabaja en los sectores financiero y de servicios.

    El chico de ayer

    Según Francisco Domínguez, del Instituto de Psicoterapia Gestalt de Madrid: "De entrada, pienso que este problema será más frecuente en profesiones en las que el volumen de trabajo depende del trabajador. Por ejemplo, es más probable que lo sufra un trabajador autónomo que un funcionario. Como la adicción al trabajo se relaciona con un exceso, éste implica que se está sobrepasando un límite".

    Estas personas son capaces de dedicar a su trabajo 18 o 20 horas al día. Algunos workaholics de hoy son los niños empollones de ayer: "De pequeños llegaban a casa y los felicitaban por sus notas", dice Torrijos, "pero nunca se les preguntó '¿Cómo te sientes?'. Se les pidió que tuvieran éxito. 'Si mis papás me quieren porque tengo buenas notas, eso intentaré conseguir en la vida'. Luego ven que si en su trabajo triunfan, la gente los valora. No piensan en lo que ellos necesitan realmente", aclara la experta.

    Domínguez explica: "Se puede usar el trabajo como droga para evitar el contacto con uno mismo o con otros (en trabajos solitarios), para buscar el contacto aunque sea superficial, para reafirmar una autoimagen grandiosa, para confirmar lo desgraciado que es uno...".

    Mientras algunos workaholics llegan al final de su vida sin sufrir una crisis a causa de su adicción, otros explotan. Dice Torrijos: "Cuanto más trabajan, más a menudo les asalta la necesidad de vaguear, de no hacer nada. Se sienten tan cansados que les cuesta ocultar al vago que llevan dentro. Desean tumbarse en el sofá pero al mismo tiempo piensan: "¿Cómo puedo querer hacer esto?" No aceptan que son vagos y sufren un conflicto interno, porque los adictos al trabajo no soportan a los vagos".

    Cuando el cuerpo dice basta

    Este conflicto deriva en un tremendo estrés que les lleva a acudir a una terapia. "La clave es que se den cuenta de que están negando una parte de sí mismos". La filosofía oriental aconseja dejar de luchar contra el vago, descansar para empezar a fluir.

    José Ramón Pin, profesor de IESE, considera que "la línea entre normalidad y enfermedad es discutible. El problema aparece cuando la persona empieza a sufrir las consecuencias del exceso de trabajo: estrés, insomnio, narcolepsia, dificultad en la memoria, desorden en criterios de decisión... lo que conduce a no rendir". Según Torrijos "sólo se paran cuando los detiene su propio cuerpo. Caen enfermos y tienen que permanecer en cama. En cuanto se curan, empiezan otra vez".

    Otros, dice Pin, no necesitan una pausa porque su actividad es su pasión: "Piensa en David Meca: se pasa la vida trabajando y es feliz. Cuando te dedicas a lo que es tu vocación a menudo el descanso consiste en trabajar".

    Blackberry, agenda electrónica, teléfono móvil, ordenador portátil... ¿contribuyen a engancharnos al trabajo? Según Jaime García, Research Manager de IDC España: "Cualquier dispositivo es justo lo contrario, una herramienta que permite elegir cuándo se trabaja y conciliar más fácilmente. El uso maduro de esta tecnología no hace trabajar más ni menos, sino mejor. Además, la tecnología no es la culpable; la puedes apagar".

    ¿Tiene cura?

    El problema, explica este analista, es confundir el concepto de urgente. "Hace diez años, si llamabas a una oficina a las ocho de la tarde te salía un contestador y ya no podías contactar con ellos hasta el día siguiente. Hay gente que envía un email a las diez de la noche y espera que le respondan". El mundo financiero es carne de workaholism: "Es el sector donde más Blackberry se utilizan. Los broker suelen trabajar a horas intempestivas por las diferencias horarias entre las bolsas", añade García.

    ¿Cómo se cura esta adicción? Según Francisco Domínguez, "ayudando a los enfermos a ver qué hay debajo de ese vacío en sus vidas". La terapia puede durar hasta dos o tres años.