Pymes y Emprendedores

Las grandes ciudades pueden cobrar vida con el carboncillo



    Jorge Rodríguez es un artista que decora murales en paredes de grandes ciudades. Ser emprendedor ya es complicado, pero ser además un artista lo es más todavía y si no que se lo pregunten a nuestro protagonista.

    Es la sexta vez que Jorge Rodríguez logra una beca para plasmar uno de sus dibujos en una pared de un solar de una obra en marcha.

    Es la sexta obra (financiada con una beca de la Comunidad de Madrid de 9.000 euros) del proyecto Identidad que realiza por España y uno de cuyos murales gigantes acaba de terminar en las obras que la constructora Petrus realiza sobre el solar de los antiguos cines Fuencarral, en el centro de la capital de España.

    Los hermanos Yuri y Bruno Rabassa, que dirigen la constructora, no tuvieron ninguna duda cuando les plantearon la idea: las caras de dos personas del barrio, una inmigrante y una madrileña, dibujadas en carboncillo sobre ladrillos con siete metros y medio de altura, y que perdurarían en la medianera de la obra hasta que el mal tiempo o el propio desarrollo del proyecto las elimine. Para Petrus, es colaborar con un emprendedor y hacer que, cuando la gente vea una obra, piense en algo más que los altos precios y las malditas hipotecas.

    ¿Quién no ha mirado una pared desnuda de una casa antigua en alguna obra de la ciudad y ha pensado que ahí antes había vida, gente viviendo? ¿Y por qué no hacer revivir esos ladrillos por un momento y saludar a todo el que pase con una imagen que incita a sentir?

    Tal vez sea la forma más amable de mirar una de las miles obras de Madrid, pensar en todo lo que ha pasado por sus paredes, otrora cobijo de vivencias y pasiones y ahora hueco en el que colocar estructuras de hierro y hormigón para poner oferta en el mercado inmobiliario.

    Memoria tras unos ladrillos

    Eso es lo que ha hecho el artista cubano-neoyorquino Jorge Rodríguez con uno de los murales del proyecto que desarrolla con su mujer, Ana Álvarez. Hoy, con el mural terminado, todos están satisfechos de haber resucitado la memoria que hay tras los sufridos ladrillos de las paredes viejas de una obra. Todo el que pasa por el 131 de la madrileña calle Fuencarral se queda mirando las dos caras que Jorge ha logrado insertar dentro de la pared misma a base de carboncillo. Los rostros viven muy cerca de la obra. Son Raquel y María (Xuan en su nombre chino), una madrileña gata de pura cepa y una china que ya se siente del todo madrileña. El artista elige las fotos de una selección realizada por la calle, preguntando a la gente.

    Las dos protagonistas se conocen porque sus negocios están en el barrio de Chamberí. Raquel regenta el bar Esperando a un amigo y María tiene la tienda de alimentación un par de puertas más allá. Sus rostros estarán en la pared del solar hasta que la lluvia o el avance de la obra lo tape. El carboncillo será efímero pero la memoria del encuentro nunca se olvidará.