Antonio Muiños inició el negocio de los 'vegetales marinos' para diversificar la actividad de su fábrica de conservasVIGO. Acumulan más hierro que las lentejas, son ricas en calcio, y como no tienen que defenderse de un medio hostil (como los vegetales terrestres) absorben los nutrientes en toda su superficie. Además, no tienen costes de abonos o conservación. Están ahí, en las costas gallegas. Sólo es cuestión de recogerlas y clasificarlas, que es precisamente a lo que se dedica desde hace varios años el empresario Antonio Muiños, en colaboración con la Universidad de La Coruña. Una idea en un principio experimental que ya factura 735.000 euros, de los que 150.000 proceden de la exportación a países como Japón, Alemania, Italia, Portugal o Grecia.. Saben a mar y están de moda. La recogida de algas en las costas gallegas ha pasado de los 1.000 kilos anuales de hace cinco años a las 100 toneladas actuales. "Y sólo ahora empezamos a ver algún beneficio", afirma Muiños, porque "al principio había que regalarlas". Todo empezó por las setas La aventura se inició por una fábrica de conservas de setas a la que había que dar más uso. "Sabíamos que al biólogo Javier Cremades, catedrático de la Universidad de La Coruña, le interesaba el tema y nos pusimos en contacto con él para realizar un estudio y así buscar las especies más adecuadas", explica Muiños. Reconoce que lo mas complicado fue conseguir el registro sanitario porque no existían precedentes. "Tuvimos que hacernos socios de ANFACO y después de muchas pruebas, conseguir la esterilización que queríamos con las texturas adecuadas", dice. La costa gallega, por su clima frío y por la renovación constante del agua, es uno de los lugares mas idóneos de toda la Península para recoger algas, que no son en definitiva más que "un producto primario similar a cualquier fruto silvestre sin ningún añadido ni procesado", afirma el citado biólogo. La única manipulación es la que se hace a mano, alga por alga, para la clasificación de las diversas especies; a razón de tres personas y dos horas para limpiar unos 500 kilos. "Aquí no valen las máquinas -asegura Antonio-, hay que saber diferenciar entre lechugas, espaguetis de mar y otras variedades; y vigilar que no se cuele ninguna demasiado madura, por ejemplo".Tras su clasificación, las algas se lavan, se secan en parrillas y por fin se deshidratan y se meten en bolsitas para su venta. O pasan al proceso de conserva. "Depende para lo que se quieran usar; para ensaladas o para hacer una salsa con sabor a mar las deshidratadas son mejores porque recobran sus propiedades al contacto con el agua".Calidad depende de la luzLa calidad del producto depende de la intensidad de la luz y del momento y forma de recogerlas. "Hay que saber dónde cortar y cuándo para no esquilmar las costas. Se empieza en la ría de Arousa, en enero, y luego se continúa hacia el norte, ya en el mes de julio o agosto", dicen los expertos.Que no haya dudas sobre el proceso, porque la recolección se hace con todo tipo de garantías: hay que comunicar a la Xunta qué tipo de algas se van a recoger, dónde y quiénes van a hacerlo. Y hay que hacerlo con un mes de antelación por lo menos. "Está todo muy controlado", recalca Muiños.Lo cierto es que el negocio marcha, aunque de momento haya que dedicar buena parte de los recursos a la divulgación. "Mucha gente no sabe prepararlas y piensa que son sólo para los chinos", bromea Antonio. Y añade que eso no sólo sucede aquí, sino también en otros países de Europa, como Francia e Italia. Sin embargo, cada vez mas restaurantes incluyen el producto en sus cartas. De hecho un grupo de cocineros gallegos ha hecho de las algas el plato principal de una obra literaria. Dentro de poco está previsto que aparezca un libro de recetas sobre este recurso marino. La razón argumentada es que no se diferencian de otros productos similares. "Se preparan igual que los demás vegetales, pues en definitiva no son mas que verduras del mar", insiste Javier Cremades. Pues eso, buen provecho.