Cultura y formas de organización dispares siguen obstaculizando el acercamientomadrid. Que la universidad española y el tejido empresarial no se entienden parece que es un mal endémico sobre el que muchos ponen el dedo acusador pero pocos van más allá. Dos profesoras, María Ángeles Montoro, del departamento de Organización de Empresas de la Universidad Complutense, y Eva María Mora, del departamento de Economía de la Empresa de la Rey Juan Carlos, han hecho ese ejercicio y se han preguntado en un informe para Universia qué dificultades surgen en las relaciones cooperativas entre empresas y universidades.Uno de los escollos que señalan es la existencia de dos culturas totalmente opuestas como origen de la mayoría de los obstáculos a la cooperación entre universidades y empresa. De hecho se puede hablar de dos códigos éticos distintos. Mientras que las universidades basan su comportamiento en normas como la difusión de los conocimientos generados o la libertad para publicar el resultado de las investigaciones, la empresa prefiere atender a otro tipo de reglas, como la privacidad de los conocimientos obtenidos en la investigación, la no publicación de los resultados, el ánimo de lucro o la aplicación de las investigaciones a la estrategia de negocio. Si distintas son las culturas, los entornos organizativos no lo dejan de ser menos. Las universidades suelen estar atrapadas en una estructura rígida y burocrática en la que proliferan las normas; la estructura de la empresa debe ser flexible si quiere permanecer en el mercado a largo plazo. Teniendo en cuenta estas diferencias, es lógico que surjan problemas relativos a la forma en que se llevan a cabo las investigaciones así como a la manera en que éstas se pueden explotar o comercializar. Según el informe, existe un elevado riesgo asociado a al desarrollo de las actividades de I+D así como a la dinámica de todo el proceso de cooperación, de forma que los académicos podrían apropiarse de los resultados de la investigación. Para evitar esto, el socio empresa suele imponer determinadas restricciones a la universidad.Lo cierto es que sin acudir al ejemplo americano, que desde la década de los ochenta auspició un cambio de modelo, en base al cual se apostó por la transferencia de tecnología de las universidades a las empresas, en países de nuestro entorno europeo se están experimentando avances. Así por ejemplo, se cita el caso de Francia, donde las universidades pueden crear servicios de actividades industriales y comerciales con unas reglas presupuestarias más ágiles y algunos centros públicos han creado unidades especiales para las relaciones con la industria. Es más, aunque escasas hay experiencias en nuestro país que permiten afirmar que las relaciones a largo plazo universidad-empresa son totalmente factibles. A este respecto el informe se hace eco de las treinta y seis experiencias de éxito en este tipo de relaciones cooperativas, recabadas por la Red de fundaciones Universidad Empresa.Centros tecnológicosAdemás, el informe destaca el papel catalizador que juegan instituciones puente, como los agentes tecnológicos, las oficinas de transferencia y los parques científicos o tecnológicos: "Existe consenso respecto a que dicha figura contribuye a mejorar las relaciones empresa-universidad, y por lo tanto, a reducir los obstáculos y barreras que existen entre ambas".