Shanghai. Si en China ser pionero en los negocios es ya todo un atrevimiento, lanzarle un pulso al status quo reglamentario es ante todo una tortuosa odisea para los elegidos, apta sólo para locos o para quienes tienen las cosas claras.Wang Zheng Hua, 61 años, es de los que, en caso de duda, prefiere acelerar: es el empresario pionero en desafiar la hegemonía de los cielos a las grandes aerolíneas estatales chinas. Hace un año, con un único avión y diez millones de dólares, lanzó al mercado Spring Airlines, la segunda línea aérea de bajo coste de las cuatro que operan en el país comunista. Su objetivo de cielos baratos choca de lleno con el oligopolio que las autoridades comunistas sirven en bandeja de plata a las grandes aerolíneas estatales.La lucha de David contra Goliat tiene mucho de romántico, pero implica sacrificios. Wang, presidente de Spring Airlines, recibe a elEconomista en una minúscula oficina sin lujos en un edificio contiguo a Hongqiao, el aeropuerto doméstico de Shanghai. Rumbo hacia el éxitoEl camino del éxito en ese negocio no tiene mejor atajo que el ahorro indiscriminado, de ahí que la sede parezca más la de un negocio start-up que la del fundador y presidente de Spring International Travel Services, el principal accionista de la nueva aerolínea de referencia turística en China, que obtuvo 8,5 millones de dólares de beneficio el pasado año. Cuando la arrancó, en 1981, también se enjauló en unos pocos metros cuadrados. Hoy es la primera empresa privada del sector turístico chino. "Queremos ser la mejor aerolínea de China: la más segura y puntual, la que ofrezca el mejor servicio y la más barata", lanza este emprendedor. El éxito está aún por confirmar, pero las turbulencias en un negocio así están a la orden del día. Cuando irrumpieron en el mercado en julio del año pasado, surgió inmediatamente una nómina de enemigos. Principalmente, agentes de viajes, intermediarios y las aerolíneas estatales rivales a quienes pretenden robar mercado. La primera zancadilla fue denunciar ante las autoridades de aviación que los precios de Spring Airlines eran tan bajos que estaban fuera de la regulación.La reacción de Wang fue especialmente emprendedora: ofreció gratuitamente noches de hotel, entradas a atracciones turísticas y botellas de vino a quienes compraran un billete de avión. Hoy siguen enfrentándose a una legislación restrictiva, al favoritismo de las autoridades y a la imposibilidad de recortar gastos en un 80 por ciento de los costes porque están regulados. Pero siempre queda la locura de quien tiene las cosas claras. Consigna: ahorrar."Los billetes pueden llegar a ser un 40 por ciento más baratos. Volamos 11 horas al día, dos más que los demás", explica Wang. Han adquirido su segundo Airbus 320, que supuso un cinco por ciento de ahorro. Hace poco, la flota aumentó a tres aviones, de alquiler y segunda mano, que han reducido el coste de cada hora de vuelo de 5.187 a 4.332 dólares. Para sobrevivir, dicen los analistas, hay que tener 20 aviones y llevarlos siempre llenos. Wang ya piensa la "compra de 10 aviones y el alquiler de otros 20 en los próximos cuatro años".Actualmente vuelan a una capacidad del 95 por ciento, 22 puntos más que su competencia. "Necesitamos transportar 90.000 pasajeros para ser rentables", puntualiza Wang. Se esfuerzan en la puntualidad y el servicio, no dan comidas, permiten sólo 15 kilos y animan a los pasajeros a no llevar comida, para ahorrarse los costes de limpieza.Cuando en 2020 China termine los 80 aeropuertos que tiene previstos, Spring Airlines podrá optar por aeropuertos secundarios con tarifas aeroportuarias y derechos de aterrizaje inferiores. Ello les hará más competitivos pero, después de un año de operaciones, el negocio ya no da las pérdidas de los primeros meses, aseguran.