Una consultora detecta hasta quince obstáculos frecuentes para el acceso y movilidad en edificiosEste verano sólo se ha contratado a poco más de 5.000 discapacitados, el 0,3% de los contratosmadrid. ¿Se ha planteado alguna vez que la existencia de un pomo giratorio en una puerta puede limitar la entrada de una persona con discapacidad en sus miembros superiores? Este es sólo un ejemplo de los muchos que cita José Manuel Benítez, gerente de Aycop, una consultora de ingeniería en la que trabajan profesionales discapacitados de alta cualificación, seleccionados para controlar y analizar los proyectos de edificación, muy en especial aquellos aspectos relacionados con la accesibilidad de los discapacitados.De su experiencia parte un informe en el que se detectan hasta quince obstáculos frecuentes para la movilidad en edificios públicos, de instituciones y empresas, en los que en principio y por normativa no deberían existir. El problema es que, según explica Benítez, "la normativa española es ambigua por no decir laxa en materia de accesibilidad, y además no contempla sanciones".De qué sirve, por ejemplo, que un edificio disponga de una rampa para facilitar la entrada de sillas de ruedas o carritos de bebé, si no está construida "con material antideslizante". O si no dispone de "los elementos de protección y ayuda necesarios", como puede ser una barandilla. El entrecomillado está extraído literal del Real Decreto de 2005 de Medidas mínimas de accesibilidad en los edificios. Sin embargo, ambos casos se han detectado en la realidad y figuran en el informe de Aycop.Pero ahí no queda la cosa. Existe otro tipo de barreras más sutiles pero afectan igualmente al libre movimiento: la indefinición de los accesos acristalados mediante bandas de color, de modo que sean fácilmente identificables por aquellas personas con deficiencia visual o la presencia de radios mínimos de giro suficientes tanto en pasillos como en ascensores. Y eso que la ley, hasta estipula medidas: "La cabina de ascensor que sirva a un itinerario practicable tendrá al menos 1,20 metros de fondo, 0,90 metros de ancho, y 1,20 metros cuadrados de superficie". Más sangrante es oír decir a Benítez que "si todas estas medidas se prevén en un proyecto anterior a las obras de un edificio, el coste económico de incorporarlas es cero". Llevar a cabo reformas si todo esto no se ha previsto antes sí puede llegar a ser muy costoso, "e incluso inviable, porque quizá nos encontremos con que el espacio idóneo para instalar un ascensor lo ocupa una estructura maestra que no se puede tocar", añade.Lo cierto es que, como nos recuerda Benítez, todos estos obstáculos no sólo los presentan empresas donde quizá no trabaje ningún discapacitado ni tampoco presenten gran afluencia de público sino que también se encuentran en muchos establecimientos donde sí se está limitando la presencia de algunas personas, como hoteles, restaurantes, bares... A lo que habría que añadir que "todos podemos convertirnos en discapacitados porque podemos sufrir una lesión en cualquier momento pero también tienen limitada su movilidad las embarazadas o los ancianos". Los otros obstáculosCon todo, existen otros obstáculos para las personas con discapacidad menos físicos y palpables pero igual de manifiestos: los laborales. Según los últimos datos del INE, durante el mes de junio los nuevos contratos a discapacitados fue de algo más de 5.200, sólo el 0,3 por ciento del total de contratos realizados, es decir más de 1.656.000.Además la mayoría de estos contratos se realizaron a través de centros especiales de empleo, responsables de casi la mitad de los puestos de trabajo generados para este colectivo, como recuerda el grupo Sifu. Conclusión: sean de una u otra naturaleza, las barreras siguen ahí.