Sopa de aleta de tiburón, abalones y genuinos 'dim-sum' entre sus especialidadesInauguró hace ya dos años y ahora es un secreto a voces: se trata de un excepcional restaurante. ¿Y cuál es el motivo? Pues que estamos hablando de auténtica cocina china, lo que en este país, y salvo contadísimas excepciones, es toda una rareza. La historia de El Bund -nombre del barrio residencial de Shanghai frente al malecón-, es muy curiosa. Comenzó a funcionar principalmente para ofrecer una cocina genuina donde pudieran acudir los chinos residentes en Madrid o los grupos de viajeros de aquel país. Y se eligió una discreta y amplia casa de tres pisos con jardín -con buen tiempo, magníficas terrazas-, en los aledaños de Arturo Soria. Innovación culinaria Desde un primer momento se optó por ofrecer la cocina tradicional de Shanghai que, en cierto modo, es un crisol de toda China. Ahora, dos años después de su apertura, y tras un continuado éxito, se han incorporado a la carta otras preparaciones de toque moderno, tan en boga hoy en aquella parte del coloso oriental, hasta llegar a los 200 platos. Pero no hay que asustarse, está todo perfectamente organizado, tanto en la carta -que cuenta con numerosos menús de muy variados precios-, como en la cocina. Ésta corre a cargo de tres chefs diferentes, todos ellos originarios de allá. Un cocinero se encarga de los salteados y las salsas; otro elabora las grandes especialidades del recetario cantonés y por último un tercero, los dim- sum, las masas y las pastas, que se hacen diariamente. Una culinaria con algunas materias primas llegadas directamente desde Shanghai, por lo que se pueden degustar cotizados productos como el cohombro o pepino de mar o el haliotis o abalón, un molusco muy apreciado por aquellos lares. Destacan sus platos de tallarines y fideos, los rollitos de primavera de perfecta fritura o los crisantemos (dim-sum) rellenos de gambas. Y, desde luego, distintos arroces y un riquísimo pato a la pekinesa. Pescados como la sabrosa lubina y singulares sopas -no falta la de aleta de tiburón-, que en Shanghai se toman al final de la comida. En definitiva, una cocina fresca, honesta y muy sugerente con delicados y equilibrados sabores e interesantes puntos de cocción y texturas. Entre los postres, helado de sésamo negro y una variedad de tartas caseras. Correcta carta de vinos, las estupendas cervezas de allá y gin- tonics muy particulares de inspiración oriental. Todo, con una excelente relación calidad- precio.