san sebastián. El baloncesto nació como una gran innovación en un colegio de Estados Unidos por ocurrencia de un inventor que tiraba a un cubo de basura los papeles arrugados de los proyectos que no le salían bien. La primera canasta fue una cesta de melocotones en un poste, y a partir de ahí, el deporte se ha ido redefiniendo, para ser ahora uno de los ejemplos más claros de cómo se debe generar la innovación en todos los campos empresariales: talento, trabajo, disciplina y capacidad de sufrimiento, mezclados con ambición y mentalidad ganadora, para hacer una jugada de precisión o inventarse una canasta que nadie espera si es necesario. Es la definición que ofreció ayer el famoso entrenador de baloncesto del FC Barcelona, Dusko Ivanovic, en un encuentro sobre innovación en tiempos de prisa y estrés (tempus fugit lo llamaron en latín) que organizó en San Sebastián la empresa de tecnología y gestión Ibermática. Compareció ante dos centenares de empresarios y directivos vascos, junto a un variado elenco de ponentes, desde el físico Jorge Wagensberg, el catedrático emérito catalán Gabriel Cerraté, hasta el periodista Iñaki Gabilondo, el cocinero Andoni Aduriz, el glaciólogo y experto en cambio climático Adolfo Eraso y el codirector de los yacimientos de Atapuerca, Eudald Carbonell, entre otros. Competencia y calidad En un escenario de lo más innovador, la cancha de baloncesto del Bruesa vasco instalada en la donostiarra Plaza de Toros de Illumbe, todos dieron su versión de lo que debe ser innovar, después de que el presidente de Ibermática, José Luis Larrea, explicara el símil que tal concepto tiene con el baloncesto: competencia, calidad y precisión en el tiempo, para que tecnología, conocimiento y cooperación funcionen al mismo ritmo y permitan "ver lo que todos ven, pensar lo que algunos piensan y hacer lo que nadie hace". El físico y divulgador científico Jorge Wagensberg cree que lo principal para innovar es tener el estímulo suficiente, conversar y comunicarse para obtener el conocimiento suficiente y, como corolario, gozar de los logros mediante su comprensión personal, "no porque alguien nos ordene que lo comprendamos". El problema es que, frente a ello, los humanos preferimos "quedarnos en la cueva, hablamos más en el parvulario que en la universidad y obedecemos para no complicarnos la vida demasiado". De acuerdo con él estaba el fundador de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC), para quien en ese escenario, el pasado es infinito, el presente fugaz y subjetivo, y del futuro nadie sabe nada. "Sólo se puede profetizar frente a gente con poca memoria, para que no se acuerden mucho de lo que has dicho", sentenció con ironía. Ninguno de los ponentes quiso identificar innovación con especulación, dado que su idea de progreso mediante la aplicación de nuevas ideas a la actividad humana tienen un fuerte componente ético. Especular en este ámbito es "plantearse diferentes alternativas sobre una cuestión, pero no lo que los economistas dicen", señaló Wagensberg, refiriéndose a la cultura del pelotazo. "El mayor pelotazo en la actualidad -remarcó el filósofo Daniel Innerarity-, es ahorrar tiempo a la gente dándole las cosas pensadas". Iñaki Gabilondo, en una intervención grabada, fue más pragmático. Su concepto de innovación en tiempos de prisas es adecuar el tiempo a cada cosa. "En España se hace una mala gestión del tiempo porque vivimos siempre como si no nos fuéramos a morir nunca", explicó, para culpar después a las empresas y su afán de rentabilidad del exceso de velocidad que sufre la sociedad. La receta de la vida es personal Con esa idea de vida rápida, el cocinero Andoni Luis Aduriz pidió sobre todo respeto para el ritmo que cada cual le marca a la receta de su vida. Su receta más innovadora ha sido sorprender con una patata cocinada con arcillas, algo que va en contra de lo exótico y de un mundo en el que domina la velocidad de las cosas y la competencia exacerbada. "Al final, lo que quedan son las recetas y los ingredientes de toda la vida, los de calidad", advirtió. El tinte más sentenciador y catastrofista del evento lo pusieron en la parte final de la mañana el experto en glaciares Adolfo Eraso y el responsable de Atapuerca, Eudald Carbonell. El primero de ellos lleva 18 años presidiendo la comisión internacional que estudia el Ártico y la Ántártida, y asegura que todos los vaticinios del cambio climático son, lamentablemente, ciertos. No sólo secunda la labor divulgativa de Al Gore, sino que advierte que sus datos son erróneos: el hielo de los polos se deshace más rápido de lo que ahí se dice, sus mediciones permanentes demuestran que cada vez le llega más agua al mar y el aumento exponencial de las emisiones de CO2 a la atmósfera pueden tapar una parte de las costas en apenas medio siglo. Para que nadie se quedase tranquilo tras los vaticinios del glaciólogo, el arqueólogo de Atapuerca auguró un colapso para la especie humana si "el tiempo de innovación de las cosas se sigue acercando de forma tan rápida al de su socialización". El fuego tardó 400.000 años en ser común a todo el planeta, pero el teléfono móvil se ha asimilado en tan sólo una década, explicó a modo de ejemplo.