El 'reality' holandés cuyo premio es la donación de dos riñones, reabre el debate sobre la ética de los mediosmadrid. "Una de las características de la noticia, por definición, es la novedad". Ésta es una de las lecciones que se suelen repetir hasta la saciedad en las escuelas de periodismo y que los responsables de la cadena holandesa BNN debieron aprender de pé a pá, como se suele decir. Si lo que querían era crear una noticia, sin duda lo han conseguido.Desde que se conoció su intención de emitir el programa De Grote Donorshow -algo así como el Gran Espectáculo del Donante-las reacciones no se han hecho esperar: los democristianos, las asociaciones de enfermos, las unidades de trasplantes… y la ministra española Elena Salgado han dejado clara su repulsa a la última vuelta de tuerca de la televisión que diera el pistoletazo de salida a Gran Hermano en 1999.Como todos los realities, la ecuación es fácil: bajos costes de producción y muchos ingresos por publicidad, llamadas y mensajes de móvil apostando por uno de los concursantes. Normalmente el premio era una cantidad más o menos suculenta de dinero, pero esta vez los responsables de programación han querido dar un paso más: no es que los participantes vayan a hacer negocio con su vida privada, sino que el premio será algo mucho más impactante, más visceral: nada menos que dos riñones. Los de una enferma de 37 años con un tumor cerebral en fase terminal que se hace llamar Lisa y que elegirá entre tres candidatos quién es el que se quedará con esta herencia catódica.Pero no estará sola en esta difícil tarea: amigos y familiares intentarán vender a su candidato destacando sus cualidades y virtudes en lacrimógenos vídeos que animarán a los espectadores a enviar SMS con su candidato favorito, algo que se encargará de recordar una y otra vez el conductor del programa: Patrick Lodiers. Con el eterno conflicto entre libertad de expresión y regulación entre manos, las opiniones siguen estando enfrentadas, aunque cada vez hay más partidarios de que exista algún tipo de límite a los contenidos de los programas, pues la filosofía del todo vale no siempre es aceptable.RegulaciónMaría Rosa Buxarrais, profesora titular de la Universidad de Barcelona y autora de libros como Ética e Información, opina que "sin duda, debe existir una regulación acerca de este tipo de programas; la libertad de expresión está limitada por la dignidad del ser humano y por la seguridad nacional".No piensa lo mismo Manuel Sánchez de Diego, profesor de Derecho de la Información en la Universidad Complutense: "Pienso que sufrimos una avalancha de normas y no me gusta que ante cualquier problema se trate de regular los medios de comunicación. Se empieza así y se termina como Radio Caracas Televisión", explica. "Aunque también es cierto que la libertad de expresión es un derecho fundamental, pero no absoluto", añade de Diego.En cualquier caso, que no se disparen las alarmas porque parece que en España, legalmente, no nos podríamos sentar frente al televisor para ver Noche de Órganos, o algún engendro similar. Elena Salgado, ministra de Sanidad, afirma que "en caso de que esto ocurriera en España, el Ministerio intervendría y utilizaría todas las herramientas judiciales necesarias para evitar su emisión".Lo mismo opina Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes, quien afirma que "aquí esto no sería posible porque nuestro sistema establece que para un trasplante de vivo los implicados tienen que comparecer ante el juez y demostrar que no existe ningún tipo de compensación económica".No obstante, puede que sólo sea cuestión de esperar, puesto que De Grote Donorshow está producido por Endemol Nederlands, creadora del primer Gran Hermano, aquel que se intentó vender como un "experimento sociológico" y que ya lleva decenas de ediciones en todo el mundo. La internacionalización de estos contenidos es otra de las preocupaciones del doctor Matesanz: "Estamos hablando de la Unión Europea, no del Tercer Mundo".En el otro lado de este conflicto están las productoras, que ven aumentar sus cuentas de resultados al mismo ritmo que lo hacen las audiencias. Aunque, como dice Joan Úbeda, productor de Mediapro, "los límites se los pone cada uno, porque está claro que los límites legales son más bien pocos", afirma.BeneficiosSi en algo están de acuerdo unos y otros es en que la televisión es un negocio y, como cualquier otro, su fin es obtener el máximo beneficio. "Si tú tienes un restaurante e intoxicas a tus clientes tienes que enfrentarte a los jueces, algo que no ocurre en televisión. Ésa es la clave", dice Úbeda.Por su parte, Laurens Drillich, presidente de la BNN, se ha puesto la piel de cordero y, lejos de referirse a una intención de hacer caja a costa de una enferma terminal, ha afirmado que "los concursantes tienen unas posibilidades de ganar del 33 por ciento, mucho más que en las listas de espera".No parece una excusa demasiado buena. Rafael Matesanz afirma que "está claro que lo que se mueve aquí son intereses económicos. Endemol es una empresa, no una ONG. Mientras, lo único que se está haciendo es dañar la imagen de las donaciones altruistas". Como cantaba Freddy Mercury, the show must go on. Pero ¿hasta dónde?