ATENAS. Las espadas escasean en Esparta. Los comerciantes griegos desde Atenas a Termópilas están preocupados por la falta de estas armas ante la llegada de turistas en verano, obsesionados con el impacto de la película 300, que cuenta el enfrentamiento entre Leónidas, rey de los espartanos, y su enemigo el rey Jerjes de Persia, en el año 480 antes de Cristo."Mi fabricante de espadas espartano murió unas semanas antes del estreno de la película", se lamenta Theodoros Tzamalas, cuya tienda, Greek Souvenirs, vende artículos de la batalla desde 1940."Hasta que llegó 300 no había ninguna prisa con las espadas espartanas'', dice Tzamalas detrás de un mostrador invadido de sandalias y pastillas de jabón en forma de Partenón. "Nuestra espada de Leónidas era de acero ligero, costaba 15 euros y era arqueológicamente correcta", añade. "Ahora cientos de personas preguntan por ellas y no tengo ninguna''.El viceministro griego de Finanzas, Petros Doukas, el espartano de mayor rango en el Gobierno del primer ministro Kostas Karamanlis, dice que es consciente de la crisis en la fabricación de espadas y su efecto de cascada en la economía griega. "La lección de la película es: lucha por tu país, aun cuando la batalla esté perdida, y ten bastantes espadas y hoteles a mano para los turistas", dice Doukas.Guerra de palabrasLa diplomacia le dicta a Doukas no ser beligerante con los fans de 300 que hasta ahora se han gastado más de 435 millones de dólares en entradas, ni con los extremistas iraníes que argumentan que la película es parte de una campaña de Occidente que mancha la herencia persa en el país.El poeta iraní Bahram Bahrami, que tradujo la obra de teatro de Samuel Beckett Happy Days al farsi, ha condenado la película como un "sangriento libelo". Por su parte, el historiador británico Tom Holland, autor de El Fuego persa: El primer imperio mundial y la batalla por Occidente, cuenta las causas que desencadenaron la sangrienta guerra de las Termópilas, descritas como "un modelo de martirio para la libertad".Doukas, sosteniendo una foto de su padre, piloto en la segunda Guerra Mundial afirma: "No es como en los viejos tiempos. Hasta los 50, los espartanos actuaban como los clásicos: lacónicos, aristócráticos, con una estructura a la que no le importaba el dinero. La genealogía lo era todo". Despoina Stratigis, dueña de Synergies, una agencia de viajes culturales con sede en Esparta, explica que "ahora todo el mundo quiere un fabricante de espadas. Ni siquiera tenemos una espada original en nuestro museo, y solamente queda un fabricante en Esparta".Aquí entra en juego Costas Menegakis, un herrero griego -aunque nacido en Canadá hace 42 años-que está especializado en herraduras y no ha hecho una espada desde 2005. "Era una espada vikinga", dijo Menegakis, sentándose en un yunque junto a la forja de carbón de leña y blandiendo un florete francés."Estoy preparado para hacer espadas espartanas a 80 euros. Preparo espadas y lanzas de acero, pero si alguien quiere una en bronce fundido, puedo hacerla". No importa el modelo, Menegakis garantiza que las empuñaduras son réplicas reales. El interés mundial por las espadas espartanas también ha atraído la mirada del inspector de policía Panayiotis Skaras. Ha empleado los últimos ocho meses intentando descubrir quién se apropió de la espada de más de 11 kilogramos y 7,6 metros de largo de la estatua del siglo XX del Rey Leónidas.No hay pistas, pero Menegakis dice que sospecha de una "banda de gitanos''. Los sabuesos de la zona sugieren que el ladrón era un ateniense envidioso de Esparta con la intención de ir a Hollywood o un granuja persa que actuó por venganza. Quienquiera que fuera el culpable, la vicealcaldesa de Esparta, Metaxia Papapostolou, tuvo que sustituir recientemente la espada encastrada en la mano de Leonidas antes de que los autobuses de turistas alcancen el sur de la ciudad griega.Papapostolou dice que el autor no será lanzado a un foso, a diferencia de lo que pasó en la película. "Esparta no planea lanzar ninguna invasión sobre esto", promete. En su lugar, la ciudad está invirtiendo 8 millones de euros en renovar los deteriorados enclaves turísticos.