madrid. Juan Ignacio Gutiérrez lleva diez años en Perú trabajando para Ayuda en Acción con organizaciones de campesinos. "Es increíble que haya entrado esta llamada al móvil. Estoy en Piura, al norte del país, en una extensión de cuatro mil hectáreas, totalmente aislado". Allí, presenciaba la extracción de langostinos de unas fosas de 50 por 20 metros, auténticas pequeñas piscifactorías. Un producto atípico del circuito del comercio justo, como también lo es el aceite de oliva: "Lo producimos también en Perú y lo exportamos a Brasil", cuenta.Y es que el movimiento del comercio justo no va necesariamente en contra de paradigmas económicos más ortodoxos. Muchas organizaciones trabajan introduciendo racionalidad y pautas de buena gestión en comunidades campesinas. Gutiérrez cuenta que no se planta nada hasta que no sabe que se va a comercializar. Y que también se lucha contra la uniproducción o dependencia de un sólo producto, lo que mitiga el riesgo de sufrir las consecuencias de una mala cosecha. Esta diversificación abre alternativas al comercio justo más tradicional, al introducir en el mercado productos más allá del café, la granola (un edulcorante natural, indicado para diabéticos o para adelgazar) o el cacao, como puedan ser espárragos, alcachofas, ajíes (especias) o el propio aceite de oliva. Productos a su vez a los que se les da salida en el mercado global, con marchamo de comercio justo o no.Un día para recordarloEl segundo sábado del mes de mayo está dedicado a recordar este movimiento que arranca en algunos países pioneros (Holanda, Gran Bretaña o Bélgica) en la década de los sesenta. Hoy mueve en España alrededor de 15 millones de euros, según los últimos datos de 2005 Setem.Cataluña y Madrid, que aportan ambas más del 50 por ciento a esta cifra, son las regiones que capitanean el desarrollo del comercio justo en nuestro país, frente a otras ocho comunidades autónomas que no alcanzan el 1 por ciento de aportación (entre ellas, Extremadura, Navarra y Murcia). Peso demográfico y económico pero también mayor accesibilidad de la red de distribución explican estas diferencias. En este escenario surge un tema polémico que divide a las propias organizaciones: apostar o no por el lineal del supermercado, por simplificarlo. En Intermón Oxfam (IO), la organización que mueve el mayor volumen de comercio justo (vende 9,5 millones de euros), son conscientes de ello: "La distribución es el gran caballo de batalla por el que hemos luchado estos últimos años", como explica Fernando Contreras, su director de Marketing. En estos momentos, los productos que importa IO a España los distribuye a través de 1.500 puntos de venta que incluyen tiendas especializadas de comercio justo y tiendas biológicas, pero también comercios de regalo convencional y supermercados.Desde Setem, organización que lleva 15 años desarrollando el comercio justo en nuestro país, Mónica Gómez considera que "el lineal del supermercado no es el canal ideal": "Una tienda de comercio justo no sólo es eso, ahí informan al cliente y se hace labor de sensibilización". Pero no deja de reconocer que es el modo de incrementar las ventas y conseguir que los productos lleguen a muchos consumidores. Y es que como razonan desde esta misma organización, en uno de sus documentos de trabajo, "el movimiento de comercio justo debe lograr que el consumo no ya de productos de comercio justo, sino el consumo responsable en general, se convierta en una lógica de mercado que se transforme en beneficio empresarial". Y de esto son muy conscientes las propias organizaciones que trabajan sobre el terreno. Ayuda en Acción lo hace, sólo en Perú, con unas 250.000 familias que se benefician directamente del comercio justo, pero sobrepasa el millón de las que lo hacen de forma indirecta. Esto implica, entre otras cosas, pagarles un precio justo que les permitan cubrir costes de producción, que parte del pago sea por adelantado y que se les garantice una relación estable en el tiempo, además de exigir condiciones de trabajo dignas.Comunidades aisladas Introducirles en este movimiento les permite a muchos salir de la espiral de pobreza en la que están inmersos, como explica Julián Donoso, responsable de Comercio Justo en la organización: "Al tratarse de comunidades muy aisladas suelen depender de unos pocos intermediarios que pagan abusivamente poco (los famosos coyotes) por lo que para conseguir ingresos suficientes someten a sus tierras a una sobreexplotación que termina por agotarlas. Con lo que, pasados unos cinco años, esos terrenos dejan de producir y tienen que emigrar".A lo que se suma que, para conseguir niveles de producción rentables, "tienen que poner a trabajar a toda la familia, incluidos los niños". La estabilidad económica que garantiza el circuito del comercio justo y la agrupación en cooperativas les sitúa en una posición más ventajosa a la hora de negociar condiciones. Por todo esto, "el comercio justo no puede entenderse como caridad", dice David Álvarez, director de Solidarios para el Desarrollo. "Este movimiento tiene una capacidad real de transformar las comunidades, permitirles un desarrollo autóctono y endógeno". Aunque señala uno de los frenos con los que todavía cuenta: el gran grado de desconocimiento. Algo en lo que coinciden desde la Coordinadora Estatal de Comercio Justo dando un dato revelador: "Sólo el 30 por ciento lo conoce en España, frente al 90 por ciento de otros países, como Holanda, Reino Unido y Alemania".