Liberto y Fabiano discuten sobre economía y humanismo Hay libros fáciles de comentar porque sus autores no dudan en dotarlos de un título concluyente. Éste es el caso. No busque en la obra de José Luis Feito circunloquios o medias tintas. En defensa del capitalismo es eso y nada más y nada menos que eso. Otra cosa es que en vez de adoptar un método solicitativo, incluso vehemente, como haría presumir el título, el autor se ha acogido a una fórmula muy clásica, platónica. De exposición de sus ideas mediante el diálogo erístico o contencioso. Esta fórmula, muy acreditada desde la antigüedad, culmina en nuestra época quizá con los Diálogos de Leucó, de Cesare Pavese, si bien en el caso que nos ocupa, los personajes dialécticos , Liberto y Fabiano, son más carnales que los héroes y semidioses de Pavese. Feito se encarna en Liberto como Garcilaso lo hiciera en Salicio, dejando a Fabiano (como el Nomoroso del poeta ) ser todos los demás. Y esos demás son todos, tantos, como los que el autor considera portadores del instinto anticapitalista, que tan buena prensa tiene. Esta estructura de diálogos y argumentos sed contra se manifiesta muy útil para la intencionalidad del autor, que podía haber elegido otra cualquiera, por ejemplo, el manifiesto que sugiere el título, o el ensayo documetal, en el que hoy tantos se refugian para sostener sus convicciones de una manera poco o nada comprometida. Podría argüirse que el sistema dialogal tiene truco, porque siempre se puede dejar al inquiriente como tonto y al que responde como listo. Sin embargo, Feito se ha esforzado en que su Fabiano no sólo sea bienintencionado, sino que su argumentario sea absolutamente creíble. En hilo conductor de los argumentos de Liberto, el defensor del capitalismo liberal es el empeño por despenalizar claramente al capitalismo de aquello de lo que es causa la naturaleza humana, un vicio muy frecuente ( y siempre interesado y siempre rentable) de confusión entre las causas y las consecuencias que los enemigos de la liberad en toda su extensión utilizan como bandera. A un convencido, como el que suscribe, el libro le agranda la perspectiva; a un escéptico, le hará dudar y a un contrario... pues eso.