Entrar cuesta unos 500 dólares y algunas consultas ya han visto el negocioMADRID. Desde hace aproximadamente cuatro años, muchas mujeres y también algunos hombres estadounidenses se han aficionado a la denominada cultura del botox, ese mágico elixir que a través de una proteína purificada, cuya ingesta puede causar botulismo, consigue paralizar el movimiento muscular. Esta reacción provoca en determinadas zonas faciales la desaparición de las temidas arrugas aunque en la mayor parte de las ocasiones haya que sacrificar alguna que otra expresión.Según los datos de Allergan, las ventas de botox alcanzan los 831 millones de dólares, mientras que la ampolla del codiciado líquido se mueve entre los 250 dólares y los 1.000 dólares en el país. Con más de dos millones de ciudadanos adictos a esta práctica, los negocios alrededor de esta sensación cosmética, que requiere la inyección intramuscular por parte de un especialista, han crecido como la espuma y un nuevo concepto de reuniones conocidas como Botox parties, o fiestas de botox, ha salido a la palestra.Como si de encuentros sociales se trataran, los anuncios que promocionan estas controvertidas fiestas han supuesto un serio incentivo para los propios organizadores, que suelen ser los propios cirujanos estéticos o los numerosos spa, que han visto como su clientela acude a pasar un buen rato que les rejuvenecerá un par de años.En Nueva York, cualquiera puede ser un anfitrión por el módico precio de 500 dólares, una cantidad por la que el doctor Thomas G. O´Brien, aconsejará y administrará botox a usted y otros cinco amigos más. Además, en caso de no encontrar las suficientes amistades, también se organizan eventos conocidos como Botox Party Gran Fête, donde se puede socializar con una veintena de personas y recibir tratamiento completo de la toxina mientras se conoce gente guapa.Los hombres, nuevo público Por supuesto, para aquellos que se sientan incómodos con el procedimiento, también existen encuentros en los que sólo acuden hombres, un público que ha ido aumentando con los años después de que en la mayor parte de los trabajos financieros de la Gran Manzana la imagen haya comenzado a jugar un papel esencial. El próximo 13 de enero de 2007, el doctor Bryan Lee, otro maestro de ceremonias, ha organizado en su consulta, situada en el Midtown de la ciudad, una reunión en la que los invitados podrán compartir dudas y experiencias, además de compartir algunas ampollas del líquido, que según anuncia el doctor Lee puede llegar a rejuvenecer hasta diez años.Esta práctica no es sólo común en Manhattan; tanto en el centro como en la costa oeste de EEUU, donde se asienta la cuna del cine, este tipo de eventos está a la orden del día. Clínicas como RenewSkin, en Denver, Colorado, patrocinan este tipo de reuniones, que les ayudan a darse a conocer entre los adictos a este tipo de prácticas. La clientela potencial es enorme a lo largo y ancho del país, donde revistas y periódicos como Vogue, People, The New Yorker o In Style inundan sus páginas con publicidad sobre la toxina con el fin de alcanzar a la friolera de 29 millones de mujeres con edades comprendidas entre los 30 y los 64 años de edad, cuyo poder adquisitivo supera los 50.000 dólares anuales. Por supuesto, el público masculino también es objetivo primordial aunque en la actualidad sólo supone cerca de un 15 por ciento del mercado. Ante la rápida expansión de estas concurridas fiestas, hay quién advierte sobre los peligros de haber convertido lo que se supone es un procedimiento médico en una verdadera celebración. El doctor Joel Cook, de la Universidad de Medicina de Carolina del Sur, advierte que "las fiestas de botox donde se sirve alcohol son una verdadera locura", ya que los resultados de la toxina dependen en gran parte de la técnica con que se administren al paciente.