madrid. Cualquier par de fosas nasales con una mínima sensibilidad detecta el olor intenso que desprenden las velas de las escaleras del edificio donde aguardan los principales ejecutivos de Aveda, una marca ecológica de lujo fundada en 1978 en Estados Unidos y que llegará a España el próximo febrero en forma de salón de peluquería y spa. Unos 8.000 salones después repartidos en 24 países y nueve años bajo el paraguas del grupo Estée Lauder -que en el último año fiscal consiguió unas ventas de 6.500 millones de dólares-, abrirán su primer salón en España donde se podrán adquirir sus productos, en plena Milla de Oro madrileña, la calle Ortega y Gasset. En la primera sala a la que me conducen, en la que predomina el color blanco, cuatro pantallas de televisión rodean el sofá en el que me siento. Un video corporativo que a veces recuerda al Black or white de Michael Jackson. Allí, uno tras otro, los empleados de la compañía muestran, con sus gestos y sus palabras, lo felices que están de trabajar en Aveda y lo orgullosos que se sienten al pertenecer a una empresa que "cuida el mundo en el que vivimos". Es curiosa la creación de la compañía: su fundador, hoy dedicado a "tareas medioambientales", se llama Horst Rechelbacher, un peluquero austriaco que fue atropellado por un conductor bajo los efectos del alcohol y creó Aveda para pagarse las facturas del hospital. Tras estos minutos y un té de bienvenida, la puerta de una sala se abre y aparece un jardín zen construido para la ocasión. Una señorita se acerca, da las gracias por venir y ofrece una toalla caliente para limpiar las manos. Acto seguido, la primera parada de mi viaje. Margaret Fink, directora de Desarrollo Corporativo, enseña unos cuantos frascos de cristal. Es una muestra de algunos de los 16 aromas individuales. "Nuestra firma es nuestro olor, es lo que conecta directamente con nuestro cerebro", explica con un suave acento anglosajón. Mientras me deja oler cada uno de ellos, cuenta que el 80 por ciento de las cosas que se compran entran por el aroma y que el sándalo que utilizan procede de Australia, no de India, "donde la gente está llegando a matar por conseguirlo". Siguiente parada: Ko-Ichi Shiozawa, el único perfumista que trabaja en exclusiva para una empresa cosmética. Su nariz es tan apreciada como la de un sumiller. Habla de Italia, de Madagascar, de Brasil, que son sólo algunos de los países donde Aveda encuentra sus materias primas. "Hacer un perfume es como una partitura de música. Los aceites son las notas. Do, por ejemplo, es la vainilla". Deja claro que los perfumes dulces y los fuertes no le gustan demasiado, que él prefiere los aromas frescos. ¿Le hubiera gustado ser el padre de algunos de los superventas del mercado? "Sí, pero como son aromas que la naturaleza no me proporciona, sé que no podría haberlos hecho", responde con la lección bien aprendida.Cartón, cristal y plásticoPróxima estación: Mary Tckach. Repite la misma frase que sus antecesores y que demuestra la profesionalidad de los americanos a la hora de hacer negocios, ésa que lleva a decirte: "Es un placer para nosotros contar con tu presencia". Directora de Desarrollo Sostenible, reconoce que su cometido no es imposible, pero sí un reto. A su lado, una estantería llena de productos Aveda. Muestra orgullosa un envase pequeño del tamaño de un dedo, más parecido a un cartón de huevos de cualquier supermercado. "Es la funda de un pintalabios. Con este envase las ventas han aumentado un 30 por ciento". Para envolver una nueva crema, nada mejor que aprovechar las cajas sobrantes de un lanzamiento anterior; tan sólo hay que darles la vuelta. Muestra otros tres productos, pero antes enseña una botella de vino vacía, otra de agua mineral y un bote de suavizante para la ropa. "Los hemos utilizado para el cristal donde metemos las velas, y dos de los productos de la línea capilar", explica. Aprovecha para contar que en el edificio que sirve de sede central para la compañía se han reducido un 100 por ciento las emisiones de CO2. Mientras espero la siguiente entrevista, me invitan a darme un masaje. El aroma de los aceites que me pone en el cuello casi me narcotiza. Cinco minutos después me dice al oído: "Tienes al menos cinco nudos en la espalda". Menos mal, pensaba que tenía más, pienso yo. Recuperada de los efluvios del masaje, una charla relajada con Suzanne Dawson. Es directora general de marketing. Se nota. "Nuestro mejor anuncio son nuestros empleados", dice. ¿No es mucho más fácil vender las ventajas de una marca de belleza que las de un banco? Espero que no lo interprete como que le quito mérito. No lo hace. "Puedes aburrirte en cualquier clase de trabajo. Piensa que si, por ejemplo, no existieran los bancos, los emprendedores no tendrían de dónde obtener su dinero para montar sus negocios", cuenta con una enorme sonrisa. "Si no crees en lo que haces puede ser muy frustrante. Le hemos hecho demasiado daño al planeta, y cada acción tiene su reacción".Antoinette Beenders, directora creativa y responsable de los productos de peluquería, es la última parada. Es una de las profesionales más prestigiosas de Reino Unido y su división ha aumentado las ventas un 17 por ciento en el último año. Aparecen tres mujeres bellísimas, modelos, cada una con un tipo de cabello. La línea para el pelo rizado (Curly) es uno de los superventas de la compañía. Salgo por la puerta. Tres horas y media después, conozco mejor la compañía. Tampoco he contaminado y huelo mejor.