madrid. Veintitrés años al frente de la Generalitat de Cataluña han convertido a Jordi Pujol en una figura clave de la historia democrática. Su liderazgo indiscutible al frente de la coalición nacionalista le sirvió para protagonizar muchos de los episodios más relevantes de la política reciente. La cita con el ex presidente de la Generalitat es en el madrileño hotel Ritz para hablar de liderazgo. "Si hubiera sabido que me iba a preguntar sobre esto, me lo hubiera preparado mejor porque creo que es un tema importante", aclara. Tiene 76 años y sigue manteniendo los gestos que tanto han imitado... y también parodiado. Veinte minutos para realizar la entrevista, luego le esperan en una mesa redonda, "me han pedido que intervenga cinco minutos, aunque creo que me llevará siete u ocho. He escrito varios folios", bromea con semblante serio. Antes de responder, Jordi Pujol se toma su tiempo. Reflexivo, fija los ojos en el suelo para pensar y los dirige hacia el cielo cuando trata de recordar, de visualizar. Asegura que supo de su vocación política muy pronto, siendo niño. Su catalanismo le condujo, tras los hechos del Palau de la Música en 1960, a ser encarcelado por el régimen de Franco. Pasó en prisión algo más de dos años. Quizás una de sus facetas menos conocidas es su formación como médico. P ¿Cuántas veces habrá pensado por qué no ejercería la medicina?R No, la medicina no. La medicina es una profesión de muchísima vocación y, por eso precisamente, yo me di cuenta de que no quería ejercer, que no lo sentía así. P Y, ¿si no hubiese sido político?R No sé. Si no hubiese sido político me hubiera podido dedicar a otras muchas cosas, pero tengo claro que, a desarrollarme como médico, no. P ¿Qué cree que es más fácil, la gestión privada o la gestión pública? R Ambas tienen sus complicaciones. Es cierto que algunos de los que han llegado a la política de una forma repentina, procedentes de la empresa privada y sin haber interiorizado una evolución política, se sorprenden mucho. Y eso mismo ocurre al contrario: cuando un político da el salto hacia la empresa privada. Respecto a este asunto, Francis Mer, ministro de Finanzas del gobierno de Raffarin, publicó un libro muy crítico donde mostraba su decepción ante el funcionamiento de la política. De hecho, sólo ejerció su cargo durante un año. Y es que, en su primera intervención, en el Consejo de Ministros, Francis Mer se refirió a su colegas como políticos. Entonces fue cuando el primer ministro le interpeló diciendo, "Señor Mer, aquí somos todos políticos". Es una anécdota que describe bien las dificultades. P Dice usted que los dos ámbitos tienen sus complicaciones pero el desgaste, en política, pesa mucho... R Es cierto que el político está más sujeto a la opinión pública y eso implica una servidumbre muy grande: la presión de la crítica. Pero al revés también. Hay aspectos en los que la empresa privada es más exigente que la actividad política. En la Administración, los resultados tienen mil matices pero, para una compañía, no. Por ejemplo, en una empresa el déficit es mortal y, en cambio, en la gestión pública lo es a largo plazo, pero no en un tiempo corto, no de una manera inmediata. Es verdad que la responsabilidad pública es muy grande pero, a veces, se diluye un poco más que la responsabilidad de lo privado, donde los resultados cuentan de una forma categórica.P ¿Comparte la idea de que los mejores no están en política? R No, no la comparto. Es cierto que hay casos de gente que ha tenido un gran éxito económico en España gracias a no haberlo disfrutado en la política. Y es que pienso que, si hubieran triunfado en el ámbito público, ahora serían diputados, quizás ministros o, por qué no, un primer ministro. Pero, sin duda, no dispondrían de las fortunas que han logrado gracias a su actividad privada. P Pero, ¿antes había más vocaciones políticas? R Ser político es una cosa muy especial, aunque hay gente que se encuentra metida en política por inercia. En estos momentos es complicado encontrar a un hombre de unos cuarenta años, que haya tenido un cierto éxito empresarial y económico -pienso que académico es un poco más fácil- y decirle "métase en política".P ¿Por qué cree que antes era más fácil?R En los años 80 era un poco más fácil porque ilusionaba a más gente, ahora no. Y es que, en parte, tiene que ver el hecho de que el país ofrezca muchas posibilidades fuera de la política... muchísimas y, en cambio, la política implica un desgaste importante y un cierto descrédito. Además la gente se da cuenta de que es un oficio de alto riesgo.P En los más de treinta años que lleva en política, ¿ha cambiado mucho el perfil del líder?R Yo soy el menos indicado para decir si hay un nivel más bajo o más alto, tenga en cuenta que he dejado la política sólo hace tres años y, en parte, he formado parte de la realidad actual. Pero sí, evidentemente es distinta. Eso es verdad. El tipo de personas pienso que es diferente. P ¿Diferente?, ¿en qué sentido?R Yo no me atrevería a decir si son mejores o peores. Lo único que sí es cierto es que la gente que tuvo responsabilidades políticas, entre el año 75 y la década de los 80, se tuvieron que enfrentar con cuestiones que hoy están resueltas. Ahora, aunque hay problemas muy serios, como la paz en el País Vasco, y muy importantes, sin embargo son menos acuciantes. Piense que el problema en el País Vasco ya existía entonces y mucho más agudo, mucho más difícil. P Y, en su opinión, ¿qué cualidades debería tener todo líder? R Un buen líder tiene que ser un guía. Tiene que conducir, liderar pero también acompañar. P Y fracasar... R El fracaso es importante siempre. Lo que ocurre es que frente al fracaso hay actitudes diversas, no sólo de manera personal sino también colectiva. Una de las diferencias entre EEUU y Europa es que allí el fracaso no condena definitivamente. El fracaso hay que saber asumirlo y ver cómo enfrentarlo. Hablábamos antes de cómo algunos de los personas que han sido importantes en la economía española durante los últimos 15 años, fueron fruto de un fracaso político. Pero, al mismo tiempo, fueron capaces de asumirlo bien y aprovecharon las cosas positivas que les dio la política. P También tuvo que ser complicado, a nivel personal, tras estar al frente de la Generalitat durante tantos años, enfrentarse al momento de decir adiós. R No. Y eso que yo me retiré y me retiré del todo. Lo que ocurre es que yo sigo teniendo mi pasión, mis ideales- una palabra que utilizábamos mucho los de mi generación-, y siento que debo seguir estando al servicio de estas ideas y del proyecto de Cataluña. Aunque ya no como político.P Dicen que está preparando sus memorias...R No, todavía no. Teóricamente tengo que empezar a publicar el primer volumen dentro de un año. Pero es teóricamente, ya le digo. Todavía tengo mis dudas de cómo enfocarlas.P Bueno, vivencias no le faltarán... R Quizás, si acertase en la forma de hacer las memorias, supondría un buen servicio a mis ideas. Porque eso de hacer memorias es algo complejo. Muchas veces se hacen para justificarse simplemente, o bien para ajustar cuentas. También pueden ser aburridas o que no tengan fuerza. Otras, como las de Churchill y De Gaulle, fueron fantásticas y además se han convertido en auténticas piezas literarias. P ¿Me diría el nombre de algún líder político al que usted haya admirado?R Hay bastantes personas en nuestra transición democrática que merecen un juicio muy positivo. Yo tengo un cierto afecto personal, y además un cierta sensación de culpabilidad, por Adolfo Suárez. Creo que España no ha sabido reconocer a Suárez lo que hizo. P ¿Usted cree? R Sí. Y no me refiero a que se le haya atacado, ni recriminado... pero se le ha olvidado. Y hay que reconocer que después de él todo ha sido mucho más fácil, con momentos difíciles sí, pero mucho más fácil. Hizo una labor muy importante. Recuerdo un discurso improvisado que dio en el Congreso, y tras enfrentarse a interpelaciones muy fuertes, volvió a subir y dijo: "Piensen que esto es una casa que está dañada y tenemos que recomponer. Mientras lo hacemos, hemos de lograr que la casa funcione bien". Fue un gran discurso. Suárez tenía calidad humana y había en él un punto de candor y de ingenuidad. Yo creo que no se le ha hecho justicia.P Pero, además de Adolfo Suárez, aquella etapa política fue muy fructífera en líderes carismáticos. R Sí, claro. Por ejemplo, Felipe González es un líder muy carismático y que realizó una labor muy positiva. Carrillo lo fue porque introdujo sensatez en la izquierda y... eso no lo hizo el partido socialista, lo hizo Carrillo. Por otra parte, también Fuentes Quintana. P ¿Es usted de los que piensa que la izquierda da normalmente líderes más fuertes? R No necesariamente. Piense que, en sectores importantes de la población española, Fraga también ha sido un líder muy relevante. P Pero, en la derecha, se da más un perfil tecnócrata, como Aznar. R Cada uno tiene el carisma que tiene. Aznar no tenía carisma (él lo sabía) y por eso apostó por la táctica de la lluvia fina. Y luego por ser buen cumplidor de lo que decía, aunque alguna vez dejase de cumplir por imposibilidad. Cuando anunció que sólo iba a estar dos legislaturas, nadie le creyó. Yo sabía que lo iba a hacer porque formaba parte de ese carisma, o anticarisma, propio. Aunque creo que eso, llevado al extremo, le perjudicó.