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Algo impensable en España: pero, ¿no había un acuerdo sobre el rescate en EEUU?



    La presión de la calle obliga a numerosos congresistas a cambiar su voto y a rechazar el plan de Paulson. El domingo por la tarde los medios norteamericanos bullían de euforia por el acuerdo alcanzado entre demócratas y republicanos para apoyar el plan de rescate del sistema financiero, después del fracaso de la reunión Bush-McCain-Obama del jueves por la noche. ¿Quién es el culpable de que el plan de rescate no haya sido aprobado?

    Al final se había impuesto el sentido de Estado y el pragmatismo típico de los americanos: lo que estaba en juego era demasiado importante para buscar intereses partidistas. Aunque el plan fuera difícil de tragar por los más liberales, las cosas habían llegado a un punto en que era eso o el caos.

    Ayer por la mañana, los periódicos, radios y televisiones españoles se hacían eco de la buena nueva, aunque ésta quedaba en un segundo plano por la avalancha de rescates bancarios en Europa, y luego en EEUU (Wachovia). La bolsa caía con fuerza pero no tenía demasiada importancia: la aprobación del plan iba a solucionarlo todo y las subidas se retomarían el martes. Comenzaba la votación en Washington...

    Y entonces, el bombazo. El Dow Jones se venía abajo 700 puntos de golpe. Había rumores de que el plan no iba a ser aprobado, pero no era posible. En efecto, inmediatamente el Dow reducía la pérdida a 400 puntos. Vaya susto... Pero sí, los rumores eran ciertos. La votación finalizaba y el plan era rechazado. Wall Street se hundía en la miseria.

    Pero, ¿cómo es posible? ¿Qué pasó entre el domingo y el lunes en EEUU para que el supuesto acuerdo saltara por los aires?

    Algo impensable en España

    Pues lo que pasó es algo impensable en España, donde los partidos son estructuras rígidas y autoritarias en las que todo el mundo obedece al líder sin rechistar. Allí las cosas son muy diferentes, y cada parlamentario se gana el puesto no haciendo la pelota al 'aparato', sino venciendo en unas primarias entre sus partidarios y luego sacando el escaño en su Estado. Por tanto, responde ante sus paisanos y votantes, no ante los prebostes de Washington. Y muchos de ellos se presentan a la reelección en las legislativas parciales que coinciden con las elecciones presidenciales.

    Y esos paisanos y votantes han ejercido una enorme presión sobre sus representantes, tanto republicanos como demócratas, para que no aprobaran un plan que rechazaba el 70% de los norteamericanos, según las encuestas del fin de semana. El mayor rechazo se daba entre los republicanos, defensores a ultranza del libre mercado y opositores al intervencionismo estatal (menos Estado y más mercado), a los que resultaba muy difícil apoyar un plan que supone un gigantesco despilfarro de dinero público para salvar a los bancos de sus propios errores. No en vano, ayer la mayoría de los que votaron en contra eran correligionarios de Bush y McCain.

    Los demócratas tampoco estaban contentos

    Pero tampoco estaban convencidos los demócratas, y la prueba es que casi 100 congresistas de este partido se opusieron ayer pese a que Obama les había instado a apoyarlo. En este caso, lo difícil de aceptar era la tópica frase de la "privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas", así como usar dinero público para salvar a unos ejecutivos de Wall Street que se habían llevado a casa unos bonus de infarto con las prácticas que ahora han puesto a los bancos al borde de la quiebra.

    En Washington se da por hecho que el Gobierno intentará plantear un plan reformado y menos costoso para que sea considerado de nuevo por el Congreso. Pero no va a ser fácil a la vista de la enorme oposición popular a ambos lados del espectro político norteamericano.

    Más allá del derrumbe con que Wall Street recibió la noticia ayer, no tardaremos en saber quién tiene razón: si Paulson, Bernanke y Bush cuando decían que, si el plan no era aprobado, la crisis de crédito empeorará y causará un daño terrible a la economía y al sistema financiero; o si están en lo cierto los congresistas que ayer votaron en contra porque piensan que los mercados de crédito y los precios de la vivienda pueden ajustarse por sí solos, una vez que desaparezca la promesa de dinero gratis. Y si por el camino tienen que quebrar unos cuantos bancos, ellos se lo han buscado.