Fútbol
Bale, el jugador que sólo hace golazos
Gareth Bale es un hombre de pocas palabras. Sobre el terreno de juego su desconocimiento del español hace que sólo charle (y poco, por cierto) con aquellos jugadores que sí manejan la lengua de Shakespeare. Cristiano, Modric, Arbeloa y Xabi Alonso son cuatro hombres en los que más confía. En el resto apenas intercambia gestos. Frases, las justas.
Un parco estilo social que empieza a trasladarse también al terreno de juego. Gareth Bale no hace mucho con el Real Madrid, pero cada vez que lo hace, es para transformar jugadas anodinas en goles de ensueño. El pasado sábado, frente al Elche, demostró esta extraña cualidad. Hasta el minuto 71 de partido el galés apenas había conseguido nada con la pelota en los pies.
Si acaso logró algo fue desesperar a una parroquia, la blanca, que llegó a pitarle en los compases de la primera parte. Cierto es que todo el Real Madrid jugó esos 45 minutos a un ritmo algo lento, sin la electricidad que gusta a los merengues.
Una suerte de 'pájara' que tuvo en él, en Bale, la guinda del enfado merengue. En un puñado de ocasiones cogió el esférico con el único deseo de buscar la portería rival. Fruto de su aceleración, perdió la bola y favoreció el ataque ilicitano. También estuvo poco acertado de cara a puerta, con un tiro muy desviado y un centro que acabó casi en el primer anfiteatro. No parecía la noche del fichaje de los 100 millones.
Entonces sucedió. Cogió el esférico algo escorado en la banda derecha y sin apenas carrerilla armó la pierna izquierda para soltar un latigazo épico desde casi 35 metros.
La bola salió disparada en una trayectoria limpia que subió de manera violenta y bajó como si fuese de plomo. Manu Herrera no pudo hacer nada para desviarla. En apenas 1'2 segundos (el tiempo que tardó en salir de su bota y clavarse en las mallas de la portería) Bale había logrado disipar una mala tarde con un golazo de los que quedará en la retina de los madridistas.
Su gesto, sin embargo, lejos de cambiar la inercia de su rendimiento, la hizo todavía más evidente. Bale no protagonizó acciones brillantes desde entonces y hasta el final del partido (jugó los 90 minutos), si bien pudo hacer el segundo de su cuenta en una contra que armó Isco y protagonizó Morata. El canterano, sin embargo, decidió jugársela él sólo y no dársela a su compañero, desmarcado en el costado diestro del ataque merengue.
Con el pitido final, Bale se marchó al vestuario sabiéndose estrella de un partido en el que no había brillado más allá de un gol épico.
Algo parecido le sucede desde que cogió su mejor forma física, allá por el mes de noviembre. Salvo un puñado de excepciones donde se sintió verdaderamente líder del equipo (como ante la Juve o el Sevilla), Bale suele protagonizar siempre el mismo patrón de actuación, esto es, con gol, capacidad de asistencia, pero sin continuidad en el juego ni participación activa en la construcción del mismo, como sí hacen otros compañeros del ataque blanco como Jesé, Di María, Cristiano Ronaldo o Benzema.
Sin embargo, y pese a ello, su aportación estadística este curso es más que notable, con 11 goles y 10 asistencias en apenas 25 partidos disputados en todas las competiciones que disputado.
Es la cualidad del fichaje más caro de la historia del Real Madrid. Así es Bale, el jugador que sólo sabe hacer golazos. Y qué golazos.