Fútbol

El odio a Iniesta de San Mamés, entre el nacionalismo y la simulación de 2010

    Iniesta durante un entrenamiento con el Barça | EFE


    Andrés Iniesta es un héroe en España. Desde que el 11 de julio de 2010 marcara el gol que le dio a 'La Roja' el Mundial de Sudáfrica, es raro que haya algún campo de España en el que se le haya pitado o abucheado cuando salta o se marcha del terreno de juego. Incluso en el Santiago Bernabéu se puede ver algún que otro tímido gesto hacia el manchego, eso sí, siempre en el calentamiento previo. Luego, con el clásico en marcha, concesiones las justas.

    Un idilio que apenas tiene excepciones. Una de ellas es San Mamés. Tanto en el antiguo feudo bilbaíno como en el nuevo y flamante campo del Athletic, Iniesta es villano. Villano, además, de los grandes, con mayúsculas de esas que hace que cuando entraba a la Catedral del fútbol o en su remozado sucesor, los silbidos contra el de Fuentealbilla se conviertan en una atronadora tormenta de críticas. No hay piedad con el culé.

    El pasado domingo, se pudo comprobar cuando Iniesta se marchó del terreno de juego para ser sustituido. En el momento en el que se intuyó que sería él quien dejaría el campo, todo el público empezó a abuchearle como si no existiera mañana. Pitos y más pitos que incluso acabaron en un rifirafe con un aficionado del Athletic.

    Cuando Andrés ya estaba en el banquillo, dos de ellos llamaron su atención. Uno justo detrás de los asientos donde se encontraban los suplentes blaugranas. El otro, en el lateral de esa zona. Éste último increpó al jugador e Iniesta, en uno de esos escasos ataques de ira que se le pueden ver sobre el terreno de juego, se llevó el dedo índice a la boca y le mando callar. "En silencio y sentadito", le dijo.

    ¿Por qué este odio visceral hacia Iniesta en Bilbao? El primer motivo tiene que ver con las primeras líneas de este texto. Aquel gol de Andrés lo convirtió en héroe para buena parte de España, pero no para aquella que no se siente española, esto es, para los nacionalismos.

    Amor en Cataluña

    En Cataluña resulta complicado que le critiquen, primero, por ser del Barça y segundo, porque Iniesta ha dicho muchas veces que se siente español y catalán (aunque ha nacido en Albacete) y porque entiende que el pueblo que le acogió quiera tener el derecho a decidir su futuro.

    Sin embargo, en el País Vasco es otra cosa. Iniesta allí no tiene vínculo alguno. Es un jugador rival más. No le deben pleitesía. Para colmo, es el hombre que convirtió a esa suerte de enemigo 'virtual' del nacionalismo (España) en la mejor selección del mundo.

    Incluso provocó algunos roces políticos cuando ciudadanos de algunos de esta región reclamaron que se pudieran ver los partidos de España en televisiones instaladas en lugares públicos, como sucedió con el Mundial en Barcelona. Pues eso, blanco y en botella.

    Para colmo, en la temporada 2010-2011, la inmediatamente posterior al éxito de 'La Roja', con el título todavía fresco en la memoria, Iniesta protagonizó una desagradable escena en el partido que midió al Athletic y al Barça en el viejo San Mamés.

    Una entrada dura de Amorebieta sobre el manchego se convirtió en tarjeta roja, dicen en Bilbao, entre otras cuestiones porque Andrés hizo teatro. Comentaron aquella noche en el Botxo que se tiró, que exageró, que no era para tanto. La expulsión del central provocó la ira de los aficionados y subió en un par más de grados la animadversión del público local hacia la estrella del Barça.

    De ahí que desde entonces se le pite siempre que visita el que era templo del fútbol, ahora reconvertido en un pedazo del nuevo San Mamés, un estadio que, como su antecesor, parece haber heredado por cuestiones políticas y deportivas un odio visceral hacia un jugador que, por el contrario, es adorado en el resto de España.