Fútbol

El análisis | Sergio Ramos y la camiseta de Özil: o torpe, o egoísta

    Sergio Ramos mira al cielo tras marrar una jugada | Reuters


    Conste en acta, antes de aclarar cualquier valoración al respecto del caso Sergio Ramos-Mourinho, que a lo largo de estos días de bronca por aquí, pelea por allá, mi postura al respecto de este asunto se ha colocado más próxima al segundo capitán del Real Madrid que al entrenador merengue. Y todavía sigue siendo así.

    Explicar por qué daría para otro artículo, pero valga como resumen que no comprendo ciertos comportamientos del luso. Eso de dar palos en público a unos (los españoles) mientras se defienden a otros (los portugueses) o lo de colocar al jugador siempre en primer lugar de la responsabilidad cuando vienen mal dadas y apartarlo cuando toca ponerse medallas no forma parte del código de estilo del buen entrenador madridista.

    Al menos del código que yo conozco. Otra cosa es la visión del nuevo madridismo del que el propio Mourinho se declara mesías. Ahí no me meto. Súmenle su fobia hacia la prensa y un exceso de sobreactuación y lograrán el esbozo de mi opinión al respecto.

    Pero los precedentes de esta especie de telenovela madridista no pueden ocultar la realidad de una torpeza. El 'homenaje' frustrado de Sergio Ramos a Özil es un error.

    Ramos, el torpe

    Un error mayúsculo se le aplique la visión de la realidad que se le aplique. Incluso en la que aporta el propio defensa. Hoy Ramos ha querido aclarar lo sucedido y, en realidad, lo ha liado más.

    Afirma que se puso debajo la camiseta de su amigo porque quería cumplir una promesa con el germano. Aprovechando que Mourinho lo había cambiado, el español optó por esta forma peculiar de homenaje muy poco vista en esto del fútbol. Lo habitual es correr al banquillo, dar un abrazo y aquí paz y después gloria.

    Pues bien, aún así, no me lo creo. No me creo que Ramos, curtido en mil batallas dentro y fuera del terreno de juego, decidiera ponerse la camisetita sin conocer las consecuencias y dobles lecturas que ello contraería. Si lo hizo, es un torpe.

    Puede ser, efectivamente, que la promesa existiera, pero incluso en ese caso, cualquier guiño a Özil después de su sustitución se vería, sí o sí, como un feo a Mourinho.

    La ventaja de la celebración tradicional (abrazo al compañero) es que, si no marcas, nadie se da cuenta. La torpeza de Ramos es que, con la camiseta de Özil bajo la suya te pueden cazar y a él, para su desgracia, lo cazaron.

    Ramos el egoísta

    La versión del diario Marca (enhorabuena por la fotografía) parece más creíble. La relación causa-efecto es más proporcionada. Broncón en el vestuario por el cambio y, como venganza, camiseta por debajo para demostrar de qué lado estoy si marco. Todo lo contrario parecería una dedicatoria excesiva y en el momento más inadecuado. Matar moscas a cañonazos, vaya.

    Pese a ello, esta visión también coloca a Ramos en el lado de lo equivocado, básicamente por su incoherencia. El propio Ramos dijo tras jugar contra el Rayo que los trapos sucios se lavan en casa. Llevar la camiseta de tu compañero 'castigado' es de todo menos cerrar las ventanas para que la mierda no llegue a la calle.

    Para colmo, con este paso Ramos se olvidó del grupo para pensar sólo en sí mismo. Todos sus buenos gestos en este sentido (discurso comedido, apoyo incondicional al vestuario, silencio tras su suplencia...) se han olvidado . Todo se lo ha comido su egocentrismo. Algo así como hizo Cristiano Ronaldo con su famosa declaració de tristeza.

    Un crack del fútbol debería saber que el foco de sus gestos y palabras, por mucha razón que pueda llevar, debe centrarse siempre en el bien común. Sergio, con su decisión, ha hecho todo lo contrario y, de paso, ha ganado para la causa de Mourinho a muchos de los que lo defendían antes de este acontecimiento.

    Doble efecto de una jugada torpe y en el peor momento. La previa del Clásico no es el instante adecuado para un gesto así, por mucho que lo mueva los más bellos sentimientos y no la venganza inmediata.