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El plan de estímulo obligará a Obama a dejar en un segundo plano algunas promesas electorales



    Barack Obama toma el martes las riendas de Estados Unidos con el país hundido en una de las mayores crisis que se recuerdan y seguramente en los primeros compases de su administración deberá volcarse en ello y dejar para más tarde algunas de sus promesas electorales en campos como la sanidad, la educación o la inmigración.

    Eso en el plano interno, pero el nuevo inquilino de la Casa Blanca también se encontrará con una intensa agenda exterior, embarcado en las guerras de Irak y Afganistán, con el brote de violencia en Gaza o las voces que dentro, pero sobre todo fuera, piden el cierre de Guantánamo.

    Son tantos, tan variados y tan complejos los retos y desafíos que tiene Obama por delante como las expectativas levantadas en torno a su persona no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero, que tiene sus esperanzas puestas en el primer negro que ocupará la Casa Blanca en la historia. Y para ello contará con el apoyo -incondicional de momento- de millones de estadounidenses, que ven en su futuro presidente la posibilidad de resolver los graves problemas que agobian a una inmensa mayoría del país.

    Lo que comenzó hace un año y medio como una crisis de las hipotecas 'subprime', acabó propagándose por el resto del mundo, con la caída de Lehman Brothers en septiembre pasado y tumbando el sistema financiero. Entonces la Casa Blanca tuvo que salir al rescate de Wall Street con un paquete de 700.000 millones de dólares, al que se acogieron también los grandes fabricantes de automóviles, que despertó las iras de los contribuyentes por el uso que se dio al dinero y obligó a Obama a reorientar las ayudas.