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Punto Fijo creyó sentir una bomba que no fue, pero tuvo los mismos efectos
El estruendo por la explosión que sacudió la refinería Amuay, en el noroeste de Venezuela, despertó a los habitantes del barrio Alí Primera de la ciudad de Punto Fijo con el temor al estallido de una bomba que no fue pero que tuvo los mismos efectos.
Esta barriada, que tomó su nombre del activista comunista y músico venezolano fallecido en 1985, se erige a escasos metros del Centro Refinador Paraguaná (CRP), uno de los más grandes del mundo, y tristemente hace honor a la célebre letra de Alí Primera "Techos de cartón".
Esta vez no fue una lluvia sino la onda expansiva por el estallido de una "nube de gas" en la instalación petrolera la que hizo crujir techos y ventanas de un conjunto de casas separadas de la refinería por un muro y un terreno lleno de maleza y basura.
"A las 12 no se aguantaba el olor a gas; entonces nosotros lo que hicimos fue arroparnos para no aspirar tanto el gas, y cuando sentimos fue la explosión y nos cayó todo el techo encima", comentó.
Su esposo, Gadiel Galicia, admitió que son conscientes del peligro que corren al vivir cerca de la refinería, pero se preguntó: "¿Qué más hace uno? Hay que ser legal (claro), no hay dónde vivir, dónde quedarse?".
"Si te pones a analizar ya teniendo una empresa aquí demasiado grande, trata de ubicarlos", pidió Gadiel, quien argumentó que en esa zona compraron "barato".
El presidente venezolano, Hugo Chávez, tildó hoy de imposible que haya podido haber un escape de gas de días.
"Es prácticamente imposible, que aquí, en una instalación como esta, que es la refinería más grande del mundo, que está automatizada por todas partes que tiene miles de trabajadores responsables y trabajadoras responsables día y noche, civiles y militares, haya una fuga de tres o cuatro días y que nadie le haga caso", dijo.
Rafael Petrovinzi advirtió, entretanto, que en la zona "no hay agua, no hay luz", aunque luego algunos lugareños confirmaron que estos servicios se restablecieron con el paso de las horas.
"Independientemente del color que sea todos somos venezolanos y todos tenemos derecho a una vivienda, a vivir dignamente", apuntó.
Resignada, por su parte, Esther, ama de casa, aseguró que por primera vez en 40 años de vivir en ese barrio decidió mudarse pese a que en otras cinco ocasiones de las que no precisó detalles también se registraron incidentes.