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Apple: El jardín secreto de Steve Jobs



    "Sólo comenzamos a repartirlo el sábado y el séptimo día, descansamos". Con esta bíblica frase el idolatrado Steve Jobs, todavía convaleciente por aquel entonces de su transplante de hígado, ponía punto y final a las críticas de por qué el iPad, su nueva creación, no incluía algunas de las peculiaridades técnicas que ahora reclaman muchos de sus millones de seguidores. Pocos sospechaban entonces lo que ofrecería la siguiente generación.

    Desde la manzana que expulsó a Adán y Eva del Paraíso, esta pecaminosa fruta sólo equipara su leyenda, transmitida boca a boca a través de culturas, generaciones y religiones, con la imagen de una compañía con sede en Cupertino, que ha conseguido romper todos los moldes del corporate estadounidense. La empresa tecnológica se ha alzado como uno de los más importantes protagonistas del Olimpo empresarial de todo el mundo.

    Apple avanza a pasos de gigante y algunos se preguntan si su imparable ascenso terminará por pasarle factura, especialmente si se tiene en cuenta que su éxito ha estado en buena parte ligado a la figura de su cofundador y consejero delegado.

    Hace aproximadamente un cuarto de siglo, Apple se presentó al mundo como la alternativa a la hegemonía de la informática, por aquel entonces dominada principalmente por el corporativismo de Microsoft o IBM. Un soplo de aire fresco llegó desde Cupertino, donde Jobs, Steve Wozniak y Ronald Wayne comenzaron una aventura de límites insospechados que todavía hoy sigue dejando boquiabiertos a los consumidores, al mercado y a los competidores.

    Periodo oscuro

    Tras descender a los infiernos y tener que desligarse en 1985 de su propia compañía a la fuerza tras un pulso de poder con John Scully & Co, Jobs aprovechó su tiempo libre para comprar Pixar y crear NeXT, el predecesor del sistema operativo Mac OS X, que gestiona las entrañas de buena parte los productos de la manzana.

    Precisamente, desde que el hijo pródigo regresó a la compañía en 1997, Apple comenzó a ver de nuevo la luz y se posicionó estratégicamente para convertirse en un imperio que horas antes de la muerte de Jobs alcanzaba un capitalización bursátil de más de 350.000 millones de dólares, desbancando a Microsoft, su eterno rival, y arrimándole un poco más al líder del S&P 500, la petrolera ExxonMobil.

    Un uso muy acertado del factor sorpresa, secretismo y una gama de productos innovadores ligados a una cultura que podría asemejarse a una ferviente religión, han conseguido que la compañía de Cupertino haya desatado una onda expansiva de límites insospechados.

    Guerra divina

    Si usted es de los que escucha música en un iPod, escribe en un MacBook, habla por su iPhone y lee el periódico en un iPad 2, debería apagar todos estos gadgets por un segundo y preguntarse cuáles han sido lo motivos que le han llevado a tomar posiciones en una guerra divina, donde Jobs ha logrado acorralar a fabricantes de móviles con el chasquido de sus dedos y plantar cara a otros titanes de su talla como Microsoft y Google.

    Algunos ya señalan a la mente pensante que está detrás de Apple como el nuevo Darth Vader de Silicon Valley, el malvado protagonista de La Guerra de las Galaxias. Sin embargo, hay quien mataría por conseguir revalorizar las acciones de su compañía desde los tres dólares hasta los 378 en poco más de trece años.

    A las cifras nos remitimos, agárrense a la silla. Desde julio de 2007, cuando los únicos éxitos en el mundo de los móviles corrían a cargo de Nokia o Motorola, Apple ha despachado más de 108 millones de iPhones, alrededor de 60 millones de iPods Touch así como más de 300 millones de iPods. Además ha vendido cerca de 19 millones de iPads hasta marzo de 2011.

    Tampoco hay que olvidar que 250 millones de dispositivos móviles, entre iPads, iPhones y demás artilugios utilizan el sistema operativo de Apple iOS, según se informó en la rueda de prensa de ayer para presentar el iPhone 4s.