Firmas

Un 1-O más preocupante que el anterior

  • No se ha avanzado ni un milímetro en la resolución del conflicto
Altercados en Barcelona un año después del 1-O. Foto: Efe

Víctor Arribas

Lo ocurrido este primero de Octubre en Cataluña ha servido para que millones de españoles, desconectados a propósito del problema más grave que tiene la democracia española, vuelvan a tomar conciencia de su existencia y de que no se ha avanzado ni un milímetro en su resolución, por más que ahora tengamos un gobierno que ya no es una 'fábrica de independentistas' como el anterior. Ha pasado ya un año de aquella nefasta jornada de provocaciones, resistencia contra la Justicia y valor policial para cumplir el mandato del Estado de Derecho, y las cosas no han podido ir peor. Se aprobó un mojigato 155, bajo el apoyo presionante y condicionado de PSOE y Ciudadanos, que se tradujo en una decepcionante suspensión de la autonomía para convocar de inmediato unas elecciones que dieron aún más alas a los golpistas. Hoy la comunidad autónoma catalana no sólo no ha mejorado en su situación política. Los acontecimientos del aniversario demuestran que todo ha ido a peor pese al diálogo ofrecido con una mano y la Ley con la otra.

Las imágenes de ayer parecían las que de cuando en cuando ofrecen las televisiones, con parlamentos de lejanos países tomados al asalto por turbas radicales. Con la diferencia de que aquí no hay que liberar a nadie de ningún yugo dictatorial. La otra gran diferencia respecto a los vídeos del 1-O de 2017 ha sido que esta vez los antidisturbios no actuaban bajo el mando político del gobierno, tal y como la posverdad estableció hace un año en la actuación judicial en los colegios catalanes, sino que eran Mossos llevando a cabo un dispositivo nunca deseado por sus jefes. Por la noche, en el intento de asalto al Parlament, resuelto con una carga; por la mañana, en el asalto consumado a la sede autonómica en Gerona. Lo dicho: imágenes más comunes en Ucrania o Venezuela que por nuestras latitudes.

Especialmente preocupante resulta que todo esto se instigue desde las instituciones democráticas. El presidente Torra anima a los radicales: "apretad, hacéis bien en apretar". Y da rigor y vigencia a la propuesta de Pablo Casado para que se estudie la retirada de subvenciones a los partidos que inciten a la violencia, como claramente ha ocurrido en las últimas horas. Pese a la evidencia, el debate sobre esa propuesta del PP podría anticiparse sin temor a error: será descalificado y despreciado desde el gobierno, la izquierda y el separatismo.

El gobierno estuvo ayer desaparecido: el ministro Ábalos dando por "asumible" la violencia empleada por la mañana en los cortes de carreteras y vías ferroviarias, y el presidente dedicándose a la política de partido mientras las calles ardían en Barcelona. El único mensaje de Pedro Sánchez en las redes sociales en la noche del lunes decía: "Decisión, ilusión y un proyecto para continuar avanzando por el cambio y la regeneración democrática. El PSOE está preparado. Activamos el "modo electoral" de cara a las municipales, autonómicas y europeas. Seguimos". Resulta difícil explicarle a la opinión pública que no se está intentando apaciguar a los separatistas en lugar de guiar las advertencias claras sobre lo que está ocurriendo de nuevo. Miquel Iceta en la radio ha hablado de "alentar la movilización" para definir, de forma eufemística, la incitación de Torra a provocar altercados.